Ilusión - CAPITULO I - SORPRESA - Parte II

  

Pude ver a Nataly la secretaria de mi jefe, hablar con una mujer con la que tenía cierto parecido, me convertía en Nataly y aunque mi mente seguía siendo mía, mi voz era la de ella.   

  Vivía las tres versiones de la historia. Desde mi cuerpo, el suyo y de la otra persona por así decirle.

  Ella sentada en la sala de su casa leyendo uno de esos libros gerenciales que tanto le gustaba escucho que una mujer la llamaba, se sentía su sorpresa.  

-¿Hija quieres un té? – decía la voz 

-Si, mamá gracias – hizo una pausa, se dio cuenta de que no podría ser ella – ¿mama? – repitió. 

-Si, Nany soy yo – responde con voz dulce.-       

  Sintió un sobresalto al escuchar que la llamaba nany, hace ocho años que no la llamaba así -desde que murió-, ella sabía que realmente no podría estar allí.    

Cuando murió la bloqueó de su mente a un nivel que pocas veces la recordaba, eso fue lo único que pudo ayudarla a superar su perdida.   

Se levantó rápidamente y al verla rompió a llorar.  

  -¡Oh mamá! ¿Eres tú realmente? ¿Qué haces aquí después de tantos años?, ¿Por qué ahora? – le costaba hablar entre los gimoteos del llanto- 

-¡Nany, nany no llores! Sí, soy yo mi niña. Estaba lejos pero regresé, ahora sé cómo regresar y puedo estar contigo, recuperaremos estos años perdidos.  

-No entiendo, ¿Eso qué significa? 

-Yo tampoco lo comprendo del todo bien, pero necesito que sepas que estaré aquí para ti. 

-¿Estoy soñando? 

-Si hija, solo en sueños puedo verte. Debo regresar ya pero volveré lo prometo nany. 

- Mamá no te vayas, no me dejes de nuevo, por favor ¡regresa! – gritaba desesperada  

  La vimos alejarse al tiempo que sentí una corriente que me absorbía y felicidad. Luego todo en oscuridad, un instante sobre una superficie sin gravedad y después me sentí caer.   

Desperté con el cuerpo entumecido y frío. Moverme fue toda una proeza, cuando lo logré, me levanté, camine a la cocina por un vaso de agua encendiendo todas las luces aunque podría hacer el recorrido de memoria. Recordé que siempre olvido colocar una jarra con agua en la habitación para evitarme el recorrido y que lo haría al día siguiente.   

  Debería anotarlo tal vez. Regresé a la cama, tome un sorbo y me acosté repasando lo que vagamente recordaba del sueño tan curioso que me había invadido.

  Porque eso fue, a menos que alguien quería que lo viera, la pregunta era ¿Por qué?  

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