Marcos se arrincona en un rincón, llorando, con un papel entre manos.

—No, no, no.

El hombre mayor se fuma un tabaco, y sin cuestionarse ya la existencia de este, sigue mirando aquella foto en la que se describe su futuro. Rascándose la barba, tiembla antes de arrojar aquella nota al suelo, y tomando un poco de cerveza, se sale de la casa para sentarse en la acera.

Aún así, sabe que sigue adentro de aquél vientre.

—Todo lo que he hecho, toda mi vida, ¿todo para esto?

Cansado, no pude sino sentirse decepcionado. Con 78 años, tras haber tenido una vida llena de mujeres, sexo, y buenas amistades, ahora se encuentra con que su siguiente vida va a ser un mar de lamentos. Suspirando, se cuestiona que de saber que aquél iba a ser su destino, se habría encargado de ser malo hasta merecer ir al infierno, sin oportunidad de perdón, junto aquella actriz porno que le pidió escapar de Rusia en el cincuenta y dos.

—Entonces, ¿qué puedo hacer ahora?

La nota le advertía que se le estaba agotando el tiempo. Con cada tic-tac del reloj, la presencia de un latido constante en su corazón le aterra. En especial por el hecho de que hace unas semanas, ni siquiera era capaz de sentirlo latir.

—Mierda, mierda, ¡mierda¡

Por más que lo intenta, la cerilla de su puro y la flama no logran destrozar la foto que ha creado. Parpadeando, pisa con fuerza aquella estampa hasta casi partir el suelo, y arrugándola, la arroja hacia la puerta de salida, sólo consiguiendo que esta rebote al no salir por la puerta abierta.

—Mátenme… —comenta, sufriendo—. ¡Verga, de haber sabido que esto iba ser así, hubiese preferido quedarme muerto!
Golpeando el suelo con su puño, se sorprende al notar a su alrededor una tremenda oscuridad. Palpando el terreno se aterra, y temiendo la realidad, se fuerza a recordar.

Tiene una hija. Dos esposas, y tres novios. Mató un perro una vez, y cuidó a los cachorros por lástima a lo que había hecho. Los peros se llamaban…

—¡No me acuerdo! —exclama, llorando—. ¡No lo recuerdo, aún cuando uno se llama como mi hermano muerto!

En ese instante no sabe que se le ha olvidado que uno de esos cachorros tiene el nombre de su hija.

Parpadeando, nota que el entorno a su alrededor ha vuelto a ser una casa. Sintiéndose en la seguridad del hogar, palpa el suelo a medida que se va levantando. Topándose con la ceniza, pasa su mano sobre esta, quedando ennegrecida por la suciedad.

—Yo no quiero, no quiero esto, la verdad…

Siente que ha tocado algo de papel, y limpiándose con éste las manos, ve como la foto se mancha. Con la suciedad, el viejo demacrado y de aspecto enfermizo que ve en la imagen apenas es perceptible.

—Este no puedo ser yo…

Al compararla con su rostro, nota que en realidad no hay mucha diferencia. Es más, dejando de lado la suciedad, son la misma persona.

—¿Qué…?

Comienza a dudar, creyendo que ya se ha convertido en el viejo que está destinado a ser. Sin embargo, al ver las fotos y compararlas, nota que ambas son diferentes, a pesar de lo que sus ojos le quieran transmitir.

—Yo no puedo terminar así…

Pero aquél viejo que fue nunca fumó, jamás tuvo vicio, y poseyó buena suerte a pesar de su promiscuidad. Y aún así, manchado de tabaco, no se puede comparar de aquél que será. Pasando su dedo por la foto, trata de limpiar aquella imagen que manifiesta la culminación de lo peor de su ser en una vida menos afortunada. Para su sorpresa, consigue limpiarla un poco.

Tabaco y alcohol desaparecen de su vida, y manifestándose esto en el vientre, queda exento de la bebida y aroma que hasta hace un instante le había caracterizado.

—Ya estoy listo.