Heliópolis

amart29 (68)in #spanish • 5 years ago (edited)

Un saludo a todos, el siguiente relato fue inspirado por el arte digital de @xpilar, los invito a que visiten su blog. La imagen que motivó este relato es la siguiente.

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Heliópolis

Su trabajo en Heliópolis estaba por concluir, la terraformación de este mundo había sido posible, demasiados factores hacían muy complicado su aprovechamiento para albergar formas de vida, la temperatura de su superficie era superior a los setecientos veintitrés Kelvin, debido a un intenso efecto de invernadero producto de su densa atmósfera, formada principalmente por dióxido de carbono y metano, en la flotaban densas nubes de sulfuro de hidrógeno.

Sin embargo, se hicieron intentos por aprovecha los recursos que proporcionaba. En su atmosfera, gracias a la densidad de la misma, y a dos reactores de energía oscura, Laputa, aun flota sobre la capa de nubes, una de las cuatro ciudades que una vez surcaron los cielos de Heliópolis. Hoy su antes reluciente cúpula de paneles de polímero traslúcido, está resquebrajada en varios sectores, dejando entrar la tóxica atmosfera, sus edificios, abandonados y parcialmente derruidos, son un triste recuerdo del esplendor que una vez vivió.

Heliópolis fue el centro de una intensa dinámica poblacional, sus ciudades eran constantemente visitadas por trabajadores y mercaderes de todos los mundos, que venían principalmente a comprar y negociar con metales valiosos, el iridio, paladio, oro y platino eran abundantes en la infernal superficie del planeta. Durante las sesenta y tres horas que duraba su día, robots mineros extraían metales que eran luego procesados y vendidos en las ciudades que flotaban en la atmósfera.

Hoy, solo Laputa se mantiene en el aire, y así será hasta que fallen sus motores, y acabe por caer catastróficamente en la ardiente superficie. En el abandonado mundo, el único testigo que aun queda de su agitado pasado es JOSEPH, una sonda flotante de control atmosférico, hoy flotando en su habitual y monótono rumbo, observante del abandonado mundo.

Su cuerpo redondeado y de perfil plano, está suspendido, bajo un dirigible de fibra sintética semi sólido, que lo mantiene a flote. Impulsado por un diminuto reactor de fusión fría, que pronto agotará su combustible, acabando con sus ya más de ocho mil años de servicio continuo.

Al agotarse su energía, la rutina de desincorporación se iniciará, fue colocada en su programación, al igual que en sus otras sondas hermanas, hoy ya desaparecidas todas, para evitar que al sufrir una avería grave sigua flotando sin un curso fijo, convirtiéndose en un riesgo para otras sondas o vehículos.

JOSEPH fue testigo de los días de gloria de Heliópolis, cuando sus ciudades flotaban bulliciosas, en una continua celebración de las fortunas que en ella se negociaban, grandes hoteles y centros de diversiones llenaban las periferias de los núcleos centrales de las ciudades, pensados para lucrar con las fortunas de los mercaderes y turistas que las frecuentaban. Mientras que, en el núcleo mismo de las urbes flotantes, gigantescas plantas de procesamiento robotizadas, se encargaban de procesar los metales de eran transportados por elevadores desde la superficie.

Cuando la extracción de estos materiales en asteroides y otros mundos menos hostiles se hizo más barata, el estilo de vida de derroche y lujo de Laputa y sus tres hermanas, llegó a su fin, al acabar la explotación de metales ya no fueron necesarias las plantas de procesamiento, y al no haber metales no hubo nada que negociar. Las ciudades fueron abandonadas y con el pasar de los años, una a una, fueron desplomándose a la superficie del planeta al igual que las sondas que, como JOSEPH, monitoreaban y controlaban las condiciones atmosféricas.

La reserva de material fusionable en el reactor de JOSEPH se ha agotado, sus motores se han detenido y sus sistemas empiezan a apagarse, en un último intento por mantener su información, un paquete de datos es transmitido infructuosamente, a un satélite de control, hoy inactivo y en decaimiento orbital.

Finalmente, como última tarea en la lista de labores que cumplir en su vida útil, JOSEPH activa la rutina de desincorporación, antes de apagarse definitivamente, sus sistemas se detienen por completo y una válvula automática responde a su última instrucción, abriéndose y dejando escapar el helio que mantiene a flote el ovoide sintético que lo transporta.

Poco a poco su altura desciende hasta atravesar la capa de nubes y entrar en la infernal atmosfera baja, donde lluvias de sulfuro de hidrógeno se evaporan antes de tocar el ardiente suelo, rico en metales, donde corren ríos de plomo fundido que llegan a formar grandes caudales de líquido grisáceo, que fluye lentamente, hasta acumularse en lagos donde, en ocasiones, puede volver a filtrarse a la tierra para formar un ciclo.

JOSEPH desciende lentamente sobre uno de estos quietos lagos de metal fundido, el polímero de su dirigible se contrae y se arruga como un papel que se carboniza, mientras su cuerpo, de una aleación de aluminio, se mantiene a flote en el denso metal, como una abandonada barca. Sus circuitos se cocinan en el interior y el material restante de la fusión, en su agotado reactor, arde hasta causar un estallido, que esparce sus chamuscadas vísceras electrónicas sobre la superficie del lago de metal fundido.

El último testigo de la gloria de Heliópolis ha caído, ya su gloría quedó olvidada del todo, no queda nadie vivo que la haya conocido, no queda sistema informático ni banco de memoria activo que la haya conocido, sólo restan registros históricos sobre ella, registros que no son objeto de estudio de ninguna facultad de historia, de las academias de los muchos mundos habitados por los humanos, Heliópolis será olvidada, como en su momento la Tierra y el sistema solar, también lo fueron, siendo hoy, para la historia de la humanidad, sólo su mundo de origen, sin nada más que agregar al respecto.

Texto original de @amart29 Barcelona, Venezuela, Septiembre 2019