Reto "Mundos Posibles": Adiós maldito antro, adiós

in #mundosposibles6 years ago (edited)

Empezamos la publicación de los relatos completos del reto "Mundos posibles". Estos relatos están desarrollados por 6 autores distintos. Desde un inicio común, los sucesivos escritores desarrollan una parte de la historia según sus deseos pero manteniendo una uniformidad en la narración para llegar a la composición final. Cada autor nombra dos retados para bifurcar la historia y llevarla desde el relato inicial a un total de 64 finales.

El relato que les ofrecemos hoy fue escrito en el siguiente orden por los autores; @valki, @adncabrera, @acostacazorla, @marilyncabrera, @leveuf y @jcalero.

¡Espero que disfruten del resultado!

−¡Eres un imbécil Ydregaf! De todas las naves del universo, robas una sin energía acumulada y te das cuenta cuando la gravedad de un puto planeta de semidesarrollados nos atrapa. Sabes bien que si se detecta que hemos entrado en un planeta en formación de inteligencia, pasaremos el resto de la existencia en prisión.

−¡Cállate ya Mojiglif! ¡Ahora ya estamos aquí! Entraremos en la cara oscura, frenaremos con el colchón antigravitacional y quedaremos a unos veinte metros del suelo, no nos verán. El planeta tiene campo magnético para recargar energía, antes de que la luz de la estrella del sistema nos alcance, estaremos recargados para alejarnos de aquí sin que nos detecten. El único problema es que tendremos que bajar para poner un electrodo diferencial, e iniciar la carga. Las coordenadas de estacionamiento son: 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E.

Unos centenares de kilómetros más abajo, justo en las coordenadas 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E, Marlene dominaba la barra de aquel puticlub aún casi vacío. Ya tenía sus cincuenta y cinco años y estaba cansada de la noche. Siempre sola, siempre expuesta a borrachos y a mentes enfermizas. Quería vender el negocio y largarse, dejar de ver, bajo la barra, su escopeta de dos cañones recortados con cartuchos de posta. Su única protección. Escuchó la risa estridente de La Rusa ¡Menuda rusa! Un metro y medio, morena y con ojos estrábicos. Se estaba intentando llevar al catre al delgado, sonriente y de cabeza lustrosa, padre Damian.

El padre decía que en el alcohol estaba el diablo, pero pasaba casi todas las noches cabalgando con alguna muchacha en forma endiablada. «“¡Un maldito tacaño es lo que es!”», pensó Marlene. Faltaba por llegar Maribel. La imponente española de metro setenta y ocho, más tacones del doce; pechos firmes y generosos; melena negra de pantera, una mujer de armas tomar. Y nunca mejor dicho, pues el arma que tenía entre sus piernas sobrepasaba los veintidós centímetros. Ella era la preferida del cura. Marlene nunca había averiguado quién de los dos era la montura y quien el jinete.

En la mesa más apartada estaba el desconocido que fue el primero en entrar esa noche. Pidió un Bourbon doble, pagó con propina y se sentó a pensar en sus cosas. Era bien guapo, cosa que hacía muy sospechosa su estancia allí. Yubeilis, la caribeña entrada en carnes, le había mostrado sus grandes cántaros y le había echado mano al paquete, pero éste educadamente le dijo que quizás más tarde. Ahora la morenita se encontraba en el baño de señoras depilándose los labios inferiores.

Rambo, un mastín del pirineo de cincuenta y cuatro kilos, estaba nervioso en su encierro del almacén. Era extraño, él siempre dormía, pero esa noche sentía algo que los humanos no podían detectar.

Roman Pavlov Belcebú, comandante en jefe de las tropas libres de Lucifer, estaba rodeado por los carniceros del 33 batallón de arcángeles, cuando realizó la única maniobra que podía salvarle la vida: saltar a un universo paralelo. Su poder demoníaco, le permitiría moverse sin temor en el nuevo universo, pero si los arcángeles descubrían su treta y lo seguían, estaría perdido. Tenía que pasar desapercibido. Ahora, en el sucio baño de hombres de un lupanar, pensaba rápido sobre cuál debería ser su siguiente movimiento.

Tito y Nalita eran dos jóvenes de la alta sociedad. Se conocían desde niños ya que sus padres habían hecho amistad a causa de compartir el mismo gremio, la hostelería. A los trece años ya eran novios. Eran buenos estudiantes, practicaban deportes y se mantenían lejos del vicio. Eran unos chicos sanos, pero ahora, a sus veintiún años, querían conocer el placer de la carne. Su problema era que no podían ir a ningún hotel, pues serían identificados al momento. A Nalita se le ocurrió la idea. Un local apartado para ir de noche sin levantar sospechas. Aparcaron un poco retirados de la puerta para que las grandes letras de neón que anunciaban el “Club whiskería” no iluminaran su estancia furtiva en el local. Bajaron del coche y solo la idea de que Nalita quisiera hacer un trío con una profesional, le provocó tal dolor de testículos a Tito, que entró en aquel paraíso de lujuria, andando como un cowboy.

Allí, al pie de la barra, se encontraban Fred y Tomás. Equipados con su material de alpinismo, debían llegar a lo alto de la barra para desde allí lanzarse y activar el implosionador gravitacional que daría una lección a sus enemigos: los humanos. Desde que éstos iniciaron la guerra química contra los tardígrados, Fred había perdido a unos 2 300 000 hermanos, y otros 8 000 000 entre primos, tíos y sobrinos. Las pérdidas de Tomás eran mucho mayores.

Si tanto amaban los humanos la desinfección, ellos les traían el remedio definitivo. Aún no sabían hasta donde llevaría la implosión. Unos decían que la onda implosiva destruiría todo en un radio de cincuenta kilómetros, pero otros científicos opinaban que se podía llegar a crear un agujero negro. A Fred y Tomás ya no le importaban las consecuencias, tenían que llegar a la cima de la barra en menos de ocho horas para evitar que la rutina de limpieza del local acabara con ellos.

Roman Pavlov Belcebú, RP, como era conocido entre las fuerzas arcángeles, se materializó en el cuarto de baño de un bar. El hedor a orines avivaba el mareo provocado por la violencia del último salto. Tenía un rango limitado, y lo sabía. Acorralado como estaba, tenía pocas opciones y la peor era la de entrar en un periplo de saltos continuos, como quien juega al gato y el ratón en el multiverso, hasta que sus fuerzas se agotaran y cayera rendido.

Los arcángeles, por su parte, no carecían de debilidades. La peor, tal vez, sus ínfulas de superioridad. Consideraban a todos los especímenes de su raza elementales; y lo eran, pero eso no los hacía subdotados, sino capaces de percibir en un nivel intuitivo y sensorial insospechado. Ardían en pasiones voraces e instantáneas, cuando se airaban eran violentos y de juicio volátil, pero también tenían buen olfato para la carne. Y los arcángeles eran seres perfumados que olían poco a carne: en su situación actual, Belcebú solo tenía que notar el hueco entre el tufo humano y huir, de momento; o atacar, si estaba en ventaja. Afortunadamente, la presencia de un arcángel se notaría de inmediato, pues el local estaba repleto de hedores que habían intentado sofocar con desinfectantes. El baño de al lado, por ejemplo, estaba inundado de emanaciones de cloro y carne joven, regordeta y sexualmente activa. Deliciosa para un bocado.

Mientras levantaba el morro por encima de las posibles distracciones, creyó detectar una débil emanación balsámica; algo lejano, como el recuerdo de una frotación leve que ha dejado su estela. Un arcángel había estado allí hacía mucho y su olor (su falta de olor carnal) perduraba como una sombra sensorial que RP notaba.

Muy alerta, decidió abandonar su escondrijo y revisar su posición:

Detrás de la barra, una humana cincuentona (hastiada pero vigilante: la única que se había sobresaltado un poco al notarlo); sobre la barra otra mujer, menuda, oscura y joven, sobaba a un tipo de cabeza pelada, como bola de billar. Más allá, una pareja en sus veinte intentaba sin éxito ocultar su entusiasmo sexual, mientras observaban con la boca semiabierta a todos los presentes, incluyéndolo. Había también un perro que le ladraba fieramente detrás de una puerta cerrada. No le prestó mayor atención. Lo que le interesaba estaba en el rincón más alejado, entre las sombras.

RP, advirtió, al paso de su examen, que su olfato había quedado ligeramente desenfocado. Había allí un tipo de espaldas anchas y cabello oscuro envuelto en las sombras. Los contornos de su materialidad lo confundían: como si fuese una criatura hecha de las mismas sombras que lo circundaban. No era un arcángel; eso, seguro. Pero no llegaba a determinar su especie. Por otra parte, nada parecía interrumpir de momento la rutina normal de un local como aquel, de los cuales RP había visto cientos en sus viajes interdimensionales, y en su propio mundo. Todas las especies eran dadas a fornicar entre sí, hasta los remilgados arcángeles.

Estaba prevenido.

Sin embargo, cuando lograba enfocar a la criatura entre las sombras, no notaba aprensión en su postura, ni percibía el estrés característico de los espías y patrulleros de la brigadas de caza. Se sentó en la barra. El tipo de cabeza pelada resultó ser un cura que dio un respingo y escupió a sus pies. Se levantó evidentemente molesto por la cercanía de RP. En otras circunstancias, un tipejo como aquel ya habría adornado el piso con sus dientes, pero esta noche tenía suerte. Belcebú sabía que no debía llamar la atención. Pidió güisqui y se acomodó de espaldas a la barra, de manera que pudo contemplar mejor al sujeto entre las sombras. Su olor no era más preciso, pero pudo verle parcialmente el rostro: tenía facciones humanas, de rasgos regulares y podría parecer agradable a ojos de esa especie, a pesar de la cicatriz que le deformaba el mentón. RP lo supo: el tipo estaba allí para pasar por humano, pero no lograba precisar si mostraba algún interés en él.

Un par de tipos atravesaron la puerta del bar. Olían a prevención nerviosa. RP los descartó de inmediato: su actitud era de presa, no de cazadores. Estaban en plan de pasar desapercibidos; de mezclarse con la fauna local, pero se les notaba a la legua que acababan de pisar el polvo de este planeta. Los tipos se sentaron en la única mesa libre, muy próxima al habitante de las sombras. Su olor nervioso interfería con el examen de RP y este comenzó a exasperarse. Intentó calmarse y apegarse a su entrenamiento. No era un recluta joven al que pudieran traicionarlo los impulsos propios de su especie. Se concentró.

Por encima de la fetidez aprensiva de los recién llegados, un efluvio almizclado se escurrió entre las sombras. ¿Era una impresión equivocada? No creía. Apostaba las ofrendas de su panteón a que había visto un tentáculo amarillento y tímido deslizarse en la oquedad bajo la mesa. Como una criatura que busca desplazarse desde su cascarón y emprender la retirada. Con cuidado deslizó la púa emponzoñada que escondía bajo la manga, preparado para el ataque o la huida. Se sentía amenazado y confundido. ¿Era el único que veía aquello?

Un aroma marchito le llegó de un sitio indefinido a sus espaldas. Como el recuerdo de una frotación leve que ha dejado su estela. ¿Era el único que lo percibía?

Tal vez no: el cañón frío de una escopeta recortada se apoyó firme en su nuca.

RP afinó su olfato al máximo, el olor de Marlene le aseguraba que no dudaría en apretar el gatillo.

─En mi whiskería, no, Román Pavlov Belcebú, señor de las moscas─ dijo Marlene con una voz ronca y fuerte.

RP terminó de extender su ponzoña, la tenía preparada. Sabía que podía clavarla en su frente antes de que apretara el gatillo. Podría también saltar a otro universo paralelo y desaparecer en un instante, así el proyectil seguiría su camino y se estrellaría en la pared.

Ydregaf y Mojiglif contemplaban la escena en silencio, tratando de pasar desapercibidos.

El padre Damian se llevó un crucifijo de oro a las manos y comenzó a rezar, Maribel lo miró con desprecio, caminó como una modelo en una pasarela, como si estuviera acostumbrada a esas situaciones de vida o muerte. Tomó una silla, la puso alrevés de un solo tirón, encendió un cigarrillo y se sentó a observar.

Fred y Tomás continuaban su lenta marcha hacia su objetivo mortal, se les importaba muy poco si Marlene apretaba el gatillo o no, si RP desaparecía en otro universo o lograba clavarle la ponzoña.

─Esto se pone buenísimo─ dijo Fred a Tomás con una voz aguda y ridícula.

Tomás respondió sin detenerse con una carcajada casi electrónica:

─ jijijijijijijiji─ Que lo mate, que lo mate, que lo mate...

Fred se quitó el casco, se lo pegó por la cabeza a Tomás y dijo:

─Cállate, pendejo, nuestro negocio es otro.

Fred le respondió:

─Era jugando, oso amargado.

En todo caso, a los tardígrados les gustaría que se formara un gran desorden en la whisquería, que las moscas de los universos paralelos se hicieran presentes, que los muchachos libidinosos se murieran de susto y comenzaran a dar gritos, que la Caribeña erótica le diera por masturbarse de puro pánico.

Todo eso sería bueno para ellos, así tendrían tiempo para activar el implosionador gravitacional y vengarse de esos estúpidos humanos.

Desde que salieron de su criptobiosis y fueron puestos en órbita en aquella nave espacial experimental, jamás habían estado tan cerca de su soñado objetivo.

Pero Marlene no estaba en frente de esa whisquería desde hace tanto tiempo por su cara bonita, ella sabía a quién se enfrentaba. Cerró uno de sus ojos, afinó la puntería y afincó la culata contra su hombro.

RP no lo pensó más, el cañón en su nuca ardía.

El aguijón de la ponzoña de Roman Pavlov Belcebú, señor de las moscas, Comandante en Jefe de las tropas libres de Lucifer, va camino a la frente de Marlene; la bala de la escopeta recortada de Marlene va camino a la frente de él.

Los aullidos de Rambo se comen la escena, las moscas de Lucifer se aproximan a toda prisa...

El tiempo transcurría en eternas milésimas de segundo.
Lo que ocurría abajo, en las coordenadas 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E, era conocido entre los pocos que lo habían experimentado como un “full-house”. Hacía mucho que Marlene no veía una confluencia como la de aquella noche. Veinte años habían pasado desde la última vez. Creyó que se retiraría sin ver otro de esos. Aunque algunas veces —tal vez más de las que hubiera querido—, en lo íntimo de sus cavilaciones mientras su cuerpo se batía en oscilaciones violentas y sudorosas contra las caderas de algún cliente, recordó a Vésper con nostalgia de colegiala, incluso cuando hubieron pasado más de diez años y fue obvio que no cumpliría su promesa de regresar. Pero no había caso. Era un full-house sin el Comandante Vésper. Después de veinte años daba igual si el 33 Batallón de Arcángeles se aparecía o no, con todo lo que implicaría. La visión del metal incisivo emponzoñado irrumpe en el centro de su campo visual y disuelve sus digresiones en un tiro. El tiempo desembraga y todo va muy rápido.
La ponzoña golpea contra el aire sólido y se quiebra. RP no lo vio venir (Marlene tampoco). Un espasmo de dolor exquisito lo deja en inexplicable genuflexión, la cara contra su propia pelvis. Maribel sonríe. RP ha esquivado el tiro, pero no ha servido de mucho, pues lo que ha desencadenado es lo que más temía (por más que se empeñaba en ocultar ese miedo). Cuatro metros a la izquierda la nuca de Maribel ha explotado como una sandía madura. La emanación profusa de sangre ha hecho un gran charco viscoso donde ahora nadan las hebras brillantes de la melena negra; el hoyo en la frente, inexplicablemente perfecto y diminuto le ha congelado el gesto en una expresión estúpida. Todavía hay humo en su boca; las uñas de carmesí escarchado abrazan el cigarrillo y la relajación que viene con las últimas exhalaciones le ha devuelto esa sonrisa de tonta que tanto ensayaba en el espejo mohoso del baño cuando llegó de once al prostíbulo y al fin lo dejaron usar su primer vestido y tener a su primer hombre. Marlene monta en cólera, pero está demasiado confundida para reaccionar.
Lo que sigue ha sido lo más inesperado.
Hace un par de segundos que el hombre del aguijón ha despertado de su displicencia y viene en dirección a la mesa donde Ydregaf y Mojiglif intercambian miradas nerviosas y se preguntan cuál sería la forma de reaccionar ante el accidente, la presencia del extraño que se aproxima, el suicidio del calvo del crucifijo que nadie parece notar está ocurriendo justo ahora y los ladridos infernales que solo lo hacen todo peor. Nada de esto parece importarle al hombre misterioso; su mirada está fija en la puerta, impasible pero atenta (lo aterrado que está es su secreto).
Una pareja de jovencitos se escabulle por la puerta de atrás. Ydregaf los sigue con la mirada y descubre por la ventana que nunca alcanzaron subirse en el vehículo donde habían llegado. La percepción de una fuerza descomunal ha paralizado a Fred y a Tomás.
Suprimiendo el dolor como sólo un militar de su calibre podría, RP intenta un salto interdimensional, pero solo consigue triplicar su dolor; el alarido es bestial. La dimensión está bloqueada. Y quien lo haya hecho debe ser al menos de segundo rango. Roman Pavlov Belcebú, Comandante en Jefe de las Tropas Libres de Lucifer, sabe lo que pasa y sabe que está jodido.
El padre Damián yace sentado como un muñeco en la silla de la barra; se le ha vaciado la sangre como a un inflable pinchado. En frente, sobre la silla volteada, ya Maribel no exhala humo de cigarrillo; su último flirteo ha sido con los cañones recortados de Marlene. Exceptuando a estos dos fuera de juego y los dos que fueron a parar a un intersticio interdimensional, todos tienen la mirada puesta en la puerta frontal.
Una emanación balsámica penetra todos los resquicios del lugar.
Marlene conoce el aroma. Sabe que no ha sido ella quien lo ha hecho regresar. Justo ahora, mientras sostiene el arma aún caliente, sin haber tenido tiempo de lamentarse por el asesinato, se percata de que lleva esa blusa vieja que nunca le quedó tan bien, que ha olvidado este mes teñirse las raíces. Pero sin importar lo vieja que se sabe, suelta una carcajada de burla y una patada a las costillas de RP: —No ibas a saltar, RP, ¿ah? Qué mal tino tienes, hijo de la gran puta. Vésper te va a voltear ese pellejo del demonio como un calcetín. A Maribel ya le está gustando; mírala.
Realmente, qué mal tino ha tenido RP; venir a parar precisamente a un punto de confluencia de alarma 5. Es un “full-house”.
El 33 Batallón de Arcángeles está en la puerta.

Yubeilis salió del baño, luego lanzó un grito de terror al contemplar toda la escena. Mientras duró el grito de Yubeilis, en diversos planos ocurrieron varios eventos simultáneos, típicos en una “Full-House”.

En la mirada, Vésper y Marlene viajaban a diferentes momentos placenteros fuera de la percepción de las otras entidades. Se presentaron ante Marlene los capitanes de los Arcángeles, Ganibel y Brunaél. Vésper presentó también a otros humanoides que los acompañaban, aunque de dos cabezas y de piel negra-azulada; fuertemente armados y acorazados con excepción de uno de ellos. El humanoide desnudo estaba a la mitad de un largo discurso en el que presentaba la orden de captura de Ydregaf y Mojiglif, quienes apenas habían percibido la entrada de sus cazadores. Demasiado lento Ydegraf trató de activar el electrodo diferencial con su aún más lenta mano humana. Las botellas de cerveza frente a Ydregaf y Mojiglif se convirtieron al instante en cadenas hiper-contractivas, el electrodo comenzó a salir volando por el aire.

Las ondas del grito de Yubeilis se mezclaban con las del ladrido de Rambo, entre ellas fluía la mirada de Marlene y Vésper haciéndose el amor, pero el olor del sujeto de la cicatriz en el mentón intensificándose interrumpió el placer que Vésper estaba experimentando y recordó que su tarea requería concentración. Se despidió de Marlene en la Isla Harmónica, semi-espacio que tanto les significaba. Ella alcanzó a ver como Vésper se lanzaba asistido por varios arcángeles y humanoides de piel negra-azulada, inmovilizando al sujeto. Terminaba el grito de Yubeilis y sollozaba.

—¡Rusa!

¿Qué no es Maribel? —Preguntaba Marlene, Yubeilis negaba con la cabeza diciendo— La “Rusa” se puso su peluca. Se escuchaba al electrodo caer y rodar por el piso.

Tras un silencio total, la nave que los ganglifeanos habían robado llegó haciéndole un agujero al techo. Nadie percibió el tentáculo que salía de aquella cicatriz del sujeto internándose en el mentón de Yubeilis, ni a RP bebiéndose la sangre del Padre Damián.

—No me interesa nada de ustedes, vengo por lo que tienen aquellos dos.

Dijo con extraña voz Yubeilis, refiriéndose a Fred y Tomás.

—No me interesa nada de ustedes, vengo por lo que tienen aquellos dos.

Dijo con extraña voz Yubeilis, refiriéndose a Fred y Tomás.

Acto seguido, camina con seguridad hacia la barra, ignorando al demonio que se retuerce de dolor en el piso y la sangre que fluye desde el cuerpo de la supuesta Maribel.

Marlene la mira extrañada, los arcángeles y demás seres presentes enmudecen sin saber que coños sucede. Un Full-House es poco, esto va más allá, quizás un Poker o mejor dicho, una Escalera Real.

Yubeilis, ignorando a todos y con la mirada en blanco llega a la barra, con una mano baja su falda revelando su recién depilado pubis y con la otra gentilmente recoge algo invisible de la barra y lo frota contra su coño.

El Desconocido que antes intentaba pasar desapercibido se levanta, corre hacia la barra desplegando sus tentáculos y se acerca a Yubeilis agresivo. Marlene recarga su escopeta, Vésper y sus subalternos se paralizan al no entender nada.

Un disparo, ladro. Fred y Tomás ajenos a todo de pronto olvidan las afrentas humanas y encuentran la paz en un húmedo y cálido nuevo hogar.

Pero no por mucho tiempo, pues de pronto que se ven atacados por un tentáculo que avanza desde el destrozado cuerpo del desconocido. Los perdigones a quemarropa abrieron boquetes en su pecho y donde deberían haber pulmones sanguinolentos se agitan agónicos miles de pequeños tentáculos.

Roman Pavlov Belcebú recupera el suficiente autodominio, reúne sus mermadas fuerzas y se arrastra sobre el charco de sangre que empapa el piso.

Mojiglif, pierde el poco control sobre su recién adquirido cuerpo humano se levanta explotando en un grito de ira:

—Por tu culpa estamos en esta mierda! Imbécil, imbécil, imbécil; grita fuera de sí, cada imbécil es acentuado con el golpe seco que hace la cabeza de Ydregaf mientras la estrella una y otra vez contra la mesa. Los dientes vuelan, la sangre salpica alrededor, bañando la calva del cura desangrado de la mesa contigua.

¿Qué carajos pasa? ¿Confundir a la Rusa con Maribel? ¿Qué significa eso? ¿Un disparo de escopeta que no hace pupa la cara de alguien? ¿Ángeles, demonios, extraterrestres y curas suicidas? Un momento, ¿Por qué coños ladro?

Separo el hocico de la rendija de la puerta, me calmo un poco y pienso. Puedo salir, uso mis fauces para girar la perilla, empujo la puerta con mis patas. Abrir la puerta me toma una eternidad, afuera los gritos y tiros son reemplazados por graznidos, voces guturales y explosiones. Apesta a sangre, excrementos y azufre.

Una vez afuera, no reconozco lo que veo. El techo ha desaparecido, la nave que estaba sobre el puticlub ahora es una retorcida montaña de metal ardiente en el campo vecino. Lo que era el bar de Marlene dejó de existir, en su lugar hay un montón de escombros y restos orgánicos.Un pene humano de 22 cm me contempla desde la única mesa en pie.

Sin perder tiempo, mis patas vuelan sobre el suelo aún ardiente y huyo como alma que lleva el diablo. Huyo lo más lejos posible de ese infierno, o al menos eso pretendo.

Mis pulmones arden por el hollín, con la lengua afuera corro hasta que al fin siento que puedo descansar. Aflojo un poco el paso, entonces, una fuerza terrible toma mi collar, intento girar la cabeza y morder pero el collar me ahorca, lo que me sujeta me levanta en vilo a pesar de mi forcejeo. Me gira en el aire para verme mejor.

—Ya, tranquilo, Cachorrito, ven con mamá. Dice Maribel mientras acerca su boca a la mía, quiero gritar, morder, pero no puedo resistirme.

Al fin despierto de golpe, empapado de sudor y con la cabeza trastornada. Las botellas siguen ahí, la pipa también. Aclaro un momento la cabeza y subo las escaleras, miro a Marlene que limpia obsesivamente la barra y le digo:

—Busca a otro vigilante, Renuncio.

--- FIN ---



¿Te ha gustado? ¿te gustaría haber participado? ¡Aun estas a tiempo!

Tenemos varias historias en las cuales puedes participar, no tienes más que decirnos que quieres formar parte de "Mundos posibles" y te asignamos una posición en uno de los hilos incompletos para que muestres tu talento llevando la historia por donde más te divierta.

¡Aprovecha la oportunidad de darte a conocer, divertirte y formar parte del gran reto de los MUNDOS POSIBLES!

Sort:  

Que bien se lee toda la historia de un solo jalón. Gran idea la de publicar en esta forma las líneas.Se disfruta muchísimo.
Excelente, escritores: @valki, @adncabrera, @acostacazorla, @marilyncabrera, @leveuf y @jcalero.
Mis más sinceras felicitaciones y mi admiración ante tanto talento conjugado.

Sí, esta es la mejor forma para leer la historia. Nos alegra que te haya gustado.

Yo la pase genial escribiendo, ademas que me hice de varios amigos y también unos cuantos enemigos :) . Les aprecio mucho chic@s. una genial iniciativa que me movió a hacer muchas cosas, si revisan mi blog allí verán la enorme cantidad de relatos que he parido y sigo pariendo. Gracias por su constante apoyo a los 4!.

Ya esta publicada la siguiente historia completa... y es la de tu final

Gracias amigo, ya voy a apoyarles :)

Hola, este fue un reto genial. Hice el otro final de esta misma rama y recuerdo que lo pasé genial con el ejercicio... Saludos!

En unos días veras tu relato, formando parte de la historia completa, publicado

Realmente adoro este género, suelo ser mucho Cyberpunk y tengo un especial fanatismo por la ciencia ficción en general, sigan trayéndonos esa calidad.

Si te animas, aun puedes escribir el final de una de las historias!!!

¡Loquísimo!
Todo loquísimo, felicidades jajajajaja.
La historia de Fred y Tomás me encantó súper imaginativo todo.
Y luego el final contundente. Genial

¡Saludos!

Anímate y escribe un final, aun estas a tiempo!!!

¿De ese mismo? Supongo ya no. Jajaja
¡Saludos!

No jajajajja, pero hay otros hilos que esperan un final. ¿Quieres que sea el tuyo? anímate!!

Es un relato que atrapa, realmente la creatividad da para mil #mundosposibles. Felicitaciones a los autores.

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