Mi Anécdota - Mi Aprendizaje

Una de las que recuerdo fue junto a mi esposo, cuando estábamos de Luna de Miel en Mérida.

Nos estábamos quedando en el Hotel Páramo la Culata, un lugar cálido y hermoso. Pasamos 6 días allí, fue un tiempo de relax y disfrute. Para realizar los paseos, subíamos y bajábamos en taxi, teníamos que llegar a la Vuelta de Lola, para tomar taxi o bus a otro lugar. El cuarto día, se me ocurrió decirle a mi esposo: "Vamonos a pie". Se veía tan cerca, en carro eran máximo 20 minutos. A mi esposo le pareció buena idea y emprendimos la caminata.

Al principio íbamos felices, disfrutando el paisaje, emocionados, conversando, enamorados. Una hora después mi esposo se puso nervioso, llegamos a un pueblo que, en carro, no habíamos notado que estaba antes de llegar al hotel, compramos malta y tostón, y seguimos caminando. Pero mi esposo @adc2017 empezó a desesperarse y yo a reírme, no sé si de nervios o de ver la cara de él, pero luego me daba más risa que se molestaba más, porque yo me reía y no podía aguantar. Para mí el camino estaba seguro, sólo que más lejos de lo esperado, para él era muy inseguro no saber dónde estábamos. Terminamos agarrando una vans que nos dejó en la parada y notamos que nos faltaba bastante camino. Me reí muchísimo y me río escribiéndolo.

Me divertí, pero también aprendí mis lecciones. La primera: Conocí un aspecto importante de mi esposo, a él no le gustan las sorpresas, las cosas inesperadas o los caminos largos sin tener las coordenadas exactas. Yo soy todo lo contrario, Amo las sorpresas, las aventuras y conocer nuevos caminos. Eso es muy provechoso para nuestra relación, porque nos complementamos y entendemos que a veces es necesario ceder para complacer al otro. Entonces, las diferencias se vuelven una fortaleza cuando las sabemos aprovechar.

La segunda lección: No es lo mismo en carro que a pie. Las distancias son muy cortas en cuatro ruedas, pero en dos patitas pueden parecer infinitas. Sin embargo, hay una tercera lección para mí, y se la recomiendo a todos: Disfrutar el camino. A veces estamos tan enfocados en llegar a la meta, estresados deseando que el proceso termine y olvidamos reconocer la grandeza que nos rodea, nos perdemos de los detalles, de la belleza de los acompañantes y de detenernos para tomar un respiro.

Así somos también cuando deseamos cambiar un mal hábito o algún aspecto de nuestra personalidad que no suma. Por lo general ese deseo no es concedido, porque le huimos a los caminos largos, más si ameritan paciencia y toda nuestra atención, entonces nace la frustración y desistimos (o tomamos un taxi 🤣)