Desde que el pensamiento comienza a elevarse a conceptos más allá de lo evidente, aparece la idea de un ente superior a todas las cosas que existen. La sola observación del ecosistema, tan bien formado y alineado de modo inteligente; la manifestación eventual de los valores morales; la realidad de un mundo formado por seres tan iguales a nosotros, pero que, por más maravillosos que estos sean, no llegan a complementarnos en la plenitud de nuestras almas, en fin, todo eso y muchos otros elementos nos hacen mirar profundamente, primero, hacia adentro de lo que somos, lo que llamamos introspección; y al advertir que no estamos completos, intuimos que una pieza falta, y es entonces cuando comienza la elucubración espiritual que nos regresa al inicio del sano ejercicio de pensar.

Fuente

     Por supuesto, que ni siquiera sabemos que tal meditación sea así de profunda. Solo advertimos que hay en nuestro interior un espacio vacío y que no estamos plenos; y, en este sentido, el recurso intuitivo nos eleva a lo más sublime de la experiencia humana, pensar en lo eterno.

     Nos fijamos con detenimiento que todo lo que nos rodea tiene un inicio y un final, sin embargo, algo pareciese indicarnos que después del ocaso de la vida humana haya un nuevo despertar. Y es allí, cuando esos pensamientos llegan intempestivamente, que nos disponemos a ir tras una búsqueda del elemento faltante. Esto pareciese ser común de todos los seres humanos, y es claro que no todos enrumban su aventura al mismo camino de la iluminación espiritual. Unos se refugian en lo meramente científico, otros, en cambio, acuden al recurso filosófico, que dependiendo de las fuentes de las cuales eche mano para comprender, le conducirá a tal o cual modo de pensar. Otros, de modo directo acuden a la experiencia religiosa, sospechando que allí podrían encontrarse con la respuesta que buscan, o con aquello que falta en su ser.

     Ahora bien, la intuición podría hablarnos de la existencia de un Ser superior a todo lo que nuestros ojos naturales alcanzan a ver, pero no necesariamente guiarnos al conocimiento de la persona de Dios. En este caso, la intuición podría convertirse en un recurso algo confuso, guiándonos a otro factor grandioso, como, por ejemplo: la ciencia, la filosofía, la metafísica; convirtiendo lo anterior en un “dios”.

     Según mi opinión, para llegar al pleno conocimiento de Dios debe primero estar en la voluntad de Él que yo le conozca. Él es quien se revela, él es quien predestina, él y solo él es quien determina quién habrá de conocerle, quién podrá ser salvado del vacío que produce estar separados de Su persona.

     Por esta última aseveración, en el sentido teológico, la intuición nos podría guiar, más no ser absolutamente el recurso idóneo para conocer a Dios. Este descubrimiento, aunque comience con un acercamiento intuitivo del alma humana hacia algo o alguien superior a ella, llega a ser completo cuando Dios se acerca al humano y le inspira por medio de su Palabra para que él sea conocido a plenitud.

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Soy Yrmaleza Alvarado

• Libre pensadora
• Mujer de fe
• Amante de la música
• Escritora de mis experiencias
• Ilusionada con un mundo mejor

Este texto ha sido escrito exclusivo para #steemit. He comprendido cada uno de los códigos para aplicar formatos a mis publicaciones, de manera que en cuanto me sea posible los utilizaré en cada uno de mis escritos.
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