Ella era Inefable.

Cuando me sumergía en sus encantadores y misteriosos ojos, su mirada se perdía en los míos.

Adoro aún todo de ella, su forma de andar, de sentarse, de acicalarse, de retozar conmigo en el césped. Tan inocente, tan grácil y juguetona...

Recuerdo cuando la conocí. Una mañana de noviembre, pasó solitaria frente a mí, con su andar característico. La luz del sol la hacía aún más radiante. Me deslumbró su semblante dulce y atrevido a la vez. Su silueta, su perfección, su voz. Era una nena inocente y frágil, pero yo la amé desde el principio. No con ligereza ni codicia, sino con devoción.

Supe esperar por su cariño, prácticamente crecimos juntos y siempre jugamos a las escondidas. Muchas veces hasta peleamos a diario, pero era algo normal, incluso divertido para nosotros.

Conquistarla no fue sencillo, ella no quería mirarme con los ojos del amor, quizá pensó que solo íbamos a ser vecinos toda la vida.,pero al crecer nos pusimos guapos y atractivos, tiempo después nuestras hormonas hicieron el resto.

Una noche salí a buscarla y fuimos a dar una vuelta, comimos juntos y luego la complicidad de la luna llena propició nuestra cercanía.

Composición propia.
Fuente

Le di calor y amor del bueno. Ella, cual chica inocente, cautivada por la emoción y el temor al mismo tiempo, estuvo un poco reacia a mis caricias,
pero finalmente se entregó al amor y fuimos uno solo. Nuestros cuerpos se fundieron en el más puro sentimiento de amor apasionado de todos los tiempos y de todos los seres.

Poco después la hice madre, hermosa y perfecta. La traje a casa. Nos quedamos juntos con un "para siempre" como familia y cuidamos de nuestros retoños.

Siempre salíamos a recorrer la pradera, tomar agua fresca y darnos unos buenos baños bajo el sol refulgente. Éramos inseparables, un dúo perfecto.

Pero la suerte no siempre es completa, nuestros hijos fueron marchándose. Vino la madurez y mi amada empezó a debilitarse, su cuerpo hermoso ya no tenía las mismas fuerzas para andar, ni para jugar como siempre lo hicimos...

Su corazón fue apagándose y una mañana de mayo se fue al cielo de los gatos, dejándonos muy tristes.

Mi amo solitario aún la ve entrar por el umbral con la majestuosidad que la caracterizaba, en su sueños, mientras la esperamos juntos en el sillón frente a la chimenea que tantas veces nos calentó.

Ahora vago por las calles sin rumbo, tratando de revivirla entre el paisaje y no puedo. No quiero volver a casa por las noches, porque él sigue desconsolado. La vida es muy vacía para ambos sin ella, sin su dulce gracia, sin sus caricias y su cariño.

La amamos . Él con su corazón humano, se hizo mejor persona con su energía mística y su quietud sanadora.
Yo, un gato promedio, crecí compartiendo aventuras alucinantes con ella, mi chica adorable.

Hemos de esperar el ocaso de nuestras vidas juntos, cuidándonos mutuamente y reviviendo los recuerdos de haberla amado como lo hicimos, las memorias de haber sido privilegiados con su amor delicado y su encanto felino irremplazable, grandioso, inefable.

FIN.