En el avión me toco sentarme en la fila del medio, no pude hacer el web check in, así que me jodi.

A mi derecha tenía un púber divino, Iván, con un barbijo que le tapaba toda la cara, solo se le veían los ojos, enormes, negros, curiosos. A mi izquierda una rubia, blanca como la leche, veiteañera, trota mundos, que cuando me senté me saludo como si me conociera, y yo por un momento me sentí un poco en casa.

A veces para siempre es un instante dijo alguien alguna vez, lo que no dijo fue que arriba de un avión donde no existe el espacio y el tiempo es difuso, 3 extraños se acompañaron, hicieron de lo ajeno un lugar conocido. Ella se llama Ivana, ¿cómo te quedo el ojo?

Como yo no me podía dormir de la mezcla hermosa de sentimientos que tenía me puse una peli de acción. ¿Lo tenes a Russel en gladiador? Bueno ahora Russel es
Un Russel pandémico, gordo y enojado, imagínate tu...

El púber se copó y puso la misma, entonces la íbamos comentando. Claro, él no sabía que yo por momentos me iba de la película, y lloraba, debajo de la gorra, los anteojos y el barbijo.
Promediando el vuelo el barbijo era como la piel de la cebolla, el me miraba de reojo, yo notaba lo que el veía, entonces cuando se me complicaba el uso de la pantallita me daba una mano, ¿necesitas ayuda? Supongo que era la manera de consolarme, o simplemente yo necesitaba verlo así.

La gratitud que siento es inmensa, hacia el púber que me hizo compañía en el vuelo y hacia todos los que me acompañaron en esta decisión que me llevo años tomar, animarme, ser justa conmigo misma, expandirme enormemente, abrazar el riesgo y bancármela.

Me voy un tiempo de mi casa, de mi patria, de la cercanía física con los míos, Mi manada, pero me voy siendo una mujer tan amada que no puedo sentir más que agradecimiento.

En estas últimas semanas me han pasado cosas maravillosas, con la belleza única y a veces imperceptible que solo encuentro en lo más simple. Los asados de mis amigos, el mate y la factura, los vinos “Portillo” de la casa, caminatas sin destino.

La vuelta al cine, dormir en otro lugar con lo que me cuesta, y amanecer en la habitación de mi sobrina, rosa por donde la mire, que Edu me haya preparado el desayuno mi viejo que no sabe dónde queda la cocina. Encuentros enormemente deseados...

Me voy con el corazón más lleno y vivo que nunca, y me los llevo a todos por que este metro 50 es como la mesa rebatible de tu abuela siempre entra alguien más. ¿Y el hambre? con un hambre señores, famélica.
Gracias a ustedes por recordarme lo afortunada que soy, a veces se me olvida que los tengo, y yo los tengo, nos tenemos.
Gracias universo, porque cuando te hablo fuerte y claro, sos implacable.

Así que como se cantaban el Brian y la Barbra allá por los gloriosos 90 “ I cant wait fot the rest of my live”

¡Gracias totales!

Con amor

Sol