Mark Twain / Citario del Cardumen, n° 1 / @hlezama*

in #equipocardumen6 years ago (edited)

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Mark Twain / Citario del Cardumen, n° 1 / @hlezama*

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Saludos, estimada gente de Steemit

Agradeciendo la invitación del compañero de viaje @chretien, me sumo a esta nueva iniciativa llamada #Citario, un punto de encuentro entre miembros del @EquipoCardumen y nuestros lectores. Como contribución a este primer #Citario, he seleccionado una cita de Mark Twain (Samuel Clemens), uno de los escritores más reconocidos de las letras norteamericanas y universales. Un humorista, sátiro y observador agudo de las virtudes y vicios humanos. El tema es por demás polémico, pero a mi juicio digno de consideración.

The Biblical universe consisted of but one important feature, a miniature world 8,000 miles in diameter; the minor features were a roof a rocket-flight overhead, containing a toy sun and moon, and speckled with some dimensionless sparks, placed there with the avowedly sole object of confining their homage to that little world and humbly serving it. The difference between that universe and the modern one revealed by science, is as the difference between dust-flecked rays in a barn and the sublime arc of the Milky Way in the skies. Its God was strictly proportioned to its dimensions. His sole solicitude was about a handful of truculent nomads. He worried and fretted over them in peculiarly and distractingly human way. One day he coaxed and petted them beyond their due, the next he harried and lashed them beyond their deserts. He sulked, he cursed, he raged, he grieved according to his mood and the circumstances, but all to no purpose; his efforts were all vain, he could not govern them. When the fury was on him he was blind to all reason—he not only slaughtered the offender but even his harmless little children and dumb cattle. So he got his little company of chosen ones to behave themselves after a fashion, he was indifferent about the world’s worthier myriads.

Mark Twain (Samuel Clemens) “The God of the Bible and the God of the Present Day” (El Dios de la Biblia y el Dios de hoy). 1870(?)

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Tomado de: The Bible According to Mark Twain. Eds. Howard G. Baetzhold and Joseph B. McCullough. Simon and Schuster: New York, 1995.


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El universo Bíblico consistía en solo un elemento importante, un mundo miniatura de 8,000 millas de diámetro; los elementos menores eran un techo de la altura del vuelo de un cohete, contentivo de un sol y una luna de juguete, y salpicado con algunas chispas sin dimensión, colocadas allí con el solo objetivo de confinar su respeto a ese pequeño mundo y humildemente servirlo. La diferencia entre ese universo y el moderno, revelado por la ciencia, es como la diferencia entre rayos salpicados de polvo en un granero y el sublime arco de la Vía Láctea en los cielos. Su Dios era estrictamente proporcional a sus dimensiones. Su única preocupación era un puñado de truculentos nómadas. Se preocupaba e inquietaba por ellos de manera peculiar e irritantemente humana. Un día los ensalzaba y acariciaba más allá de lo debido, el siguiente día los hostigaba y azotaba más allá de lo merecido. Refunfuñaba, maldecía, bramaba, se afligía de acuerdo a su humor y las circunstancias, pero todo para nada; sus esfuerzos fueron todos en vano, no pudo gobernarlos. Cuando la furia se apoderaba de él se cegaba ante toda razón—no solo masacraba al infractor sino también a sus inofensivos pequeños hijos y tonto ganado. De modo que consiguió que su pequeño grupo de escogidos se comportara de cierta manera, mostrándose indiferente ante las miríadas más dignas del mundo.

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Desde niño tuve curiosidad por todo. Nunca me satisfizo un “porque sí”; tampoco un “porque Dios lo quiso así”. Mi aversión a los dogmas se agravó con cada etapa de mi desarrollo personal y con cada inconsistencia de las religiones organizadas. Desde el castigo físico de las religiosas en la clase de catecismo hasta los abusos sexuales que hoy, más que nunca, escandalizan la Iglesia Católica, pasando por los ataques terroristas de los musulmanes y los contraataques no menos terroristas de los judíos, cada religión tiene un historial sangriento que poco refleja la supuesta superioridad moral que supone la creencia, por encima de la no creencia de los infieles.

Pero, más allá de la obvia inconsistencia moral, lo que siempre me alejó de las religiones organizadas fue la inconsistencia lógica de sus postulados. Solo la lectura exhaustiva desapasionada y acuciosa de los “textos sagrados” puede permitir una aproximación objetiva a una historia que, de aceptarse como válida e incuestionable, ha de regir nuestras vidas y la de nuestras generaciones futuras. Muchos autores han aportado durante siglos lecturas críticas y escépticas sobre las divinidades en todas las culturas humanas; quizás sean muchos más los que ha escrito en defensa de las principales religiones monoteístas. Entre los escritores que han reflejado en sus obras directa o indirectamente posturas críticas pudiéramos contar a Stevenson, Shaw, Virginia Woolf, Kafka, Asimov, Sinclair Lewis, Neruda, Eco, Sendak, Saramago, Rushdie, Pullman, Le Guin, entre tantos otros. Muchos de ellos aún escriben o escribieron para niños, como el autor de mi cita de hoy, Mark Twain. Aunque Twain es más conocido por sus ingeniosas sátiras y sus aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, escribió tanto sobre religión que se pudo compilar una Biblia según Mark Twain.

Ningún otro escritor que haya leído presenta análisis y comparaciones tan simples y a la vez complejas, tan serias y a la vez hilarantes. La postura de Twain es lo suficientemente ambigua para hacernos dudar si debemos considerarlo ateo o deísta. En todo caso, es obvio que su postura, radicalizada al final de su vida, es en defensa de la ciencia y la razón, con cuyas herramientas cualquier texto sagrado se desmorona y con ellos todo cuanto ha impuesto y por desgracia sigue imponiendo a la humanidad vendas negadoras de nuestra condición biológica y humana. Pese a haber sido “creados a su imagen y semejanza”, las contradicciones del Dios bíblico no las toleramos en nuestro diario interactuar y sin embargo las ignoramos ante el aura de divinidad, omnipresencia y omnipotencia que curiosamente nunca se manifiesta, por lo menos no en los términos que garantizan sus libros sagrados.

Como lo planteaba Christopher Hitchens en su libro God is not Great (Dios no es grande), la creencia de aquellos que interrogan los preceptos de las religiones organizadas no es una fe. Como Hitchens, no confío “exclusivamente en la ciencia o en la razón, ya que estos son factores necesarios, pero no suficientes, pero [desconfío] de todo lo que contradiga a la ciencia o atropelle la razón” (5). El respeto a la libre indagación, a la búsqueda del conocimiento por todos los medios posibles, la mente abierta a todas las formas de pensamiento, pero crítica ante aquellas que atentan contra el sentido común y la evidencia empírica, son condiciones sine qua non para el desarrollo intelectual, social y moral del ser humano.
Las religiones, por partir de la creencia en dioses irrisorios (que anulan el sentido común y la responsabilidad individual), lejos de ser el hilo que evite la caída de la humanidad, pueden ser el yunque que la haga inminente.

Gracias por tu lectura y comentarios.

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@hlezama (Henrry Lezama)*. Nacido en Yaguaraparo, estado Sucre, Venezuela, en 1973. Académico, aficionado al cine y los deportes. Licenciado en Educación Inglés. Maestría en Literatura Norteamericana en la Universidad de Ohio, en Athens, USA. Estudios Doctorales (TMT) en la Universidad Estatal de Illinois con concentración en Literatura Infantil y Afroamericana. Profesor de Literatura Norteamericana y Literatura Infantil (UDO, Venezuela). Ha publicado trabajos de traducción en revistas norteamericanas.

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Una propuesta interesantísima. La religión vista a través de ojos perspicaces expone tantas incongruencias inmemoriales. Me gustó mucho tu aproximación al tema con Mark Twain de baqueano. ¡Bien hecho, apreciado @hlezama!

Muy complacido con tu visita y comentario, @zeleiracordero. Twain es uno de mis escritores favoritos. Sus observaciones son dignas de ponderación. El tono siempre jocoso y satítico hace posible confrontar temas incómodos de forma amena.

Hola.
Te felicito por tu participación en el citario.
Y te felicito por este trabajo literario.

Gracias, @sandracabrera. Es siempre un gusto tenerte por acá.

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Excelente poder tenerte en esta nueva iniciativa. Poder encontrar nuevamente tus escritos, Henry.
Saludos.

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