GRACIAS POR SU DONACIÓN (Capítulo 5: Víctor)
Víctor era un joven hombre de campo, desde muy pequeño su familia lo había educado para que amara la naturaleza por encima de cualquier otra cosa, huía de la fiesta y de la multitud, no soportaba estar rodeado de personas y cuando podía elegir y tenía tiempo siempre aprovechaba para conocer lugares nuevos que poder explorar.
Caminaba por todo tipo de terreno como cualquier otro animal, siempre rápido y hábil, saltando de piedra en piedra mientras observaba todo lo que encontraba a su alrededor, fuera animal o planta. Tenía una especial debilidad hacia las plantas, siempre le habían llamado más la atención que los animales o que incluso las personas, solía decir que de una planta todo lo que podías recibir iba a ser bueno si sabías tratarla de forma adecuada.
Un día decidió salir a caminar por un bosque no muy alejado de su ciudad, nunca había estado en él aunque en repetidas ocasiones se lo habían recomendado. Como era habitual en él primero hizo una vuelta exploratoria, observó el terreno con detenimiento al tiempo que avanzaba sin cesar tocándolo todo a su paso, le gustaba alejarse de los caminos, perderse en lo más profundo y oscuro que encontrara, era algo que no le asustaba debido a su capacidad orientativa y sus conocimientos sobre supervivencia extrema.
Por el camino decidió recoger del suelo cierto tipo de basura que sabía que era muy perjudicial y contaminante para el medio como pilas usadas, metales, plásticos…
De entre todo lo que recogió había un objeto que no tenía nada que ver con todo lo demás, aunque él eso no lo sabía, ya que aparentemente era como cualquier otra basura más. Éste le llamó su atención profundamente, ni siquiera lo metió con el resto de la basura, lo llevó en la mano sin apenas darse cuenta, le daba confianza llevarlo consigo, cerca de él.
Le encantaba tocar todas las plantas que iba encontrando, le producían una extraña satisfacción que nunca supo describir con palabras y por ello le gustaba ir solo al campo, para poder ir a su ritmo tocando todo lo que le apetecía.
Se detuvo en un claro del bosque, el sol se colaba por entre las ramas de los árboles, su cara rebosaba calma y felicidad mientras tocaba ese trozo de metal que había encontrado atrás en el camino. De repente un fuerte fogonazo se hizo visible ante sus ojos, éste le molestó durante un breve periodo de tiempo y en ese mismo momento apareció delante de él un árbol que no se encontraba allí con anterioridad. Lo raro de todo era que no conseguía distinguir de qué tipo de árbol se trataba, ya que era diferente a todo lo que había visto en su vida.
Se acercó a él y lo observó mientras pasaba sus manos por toda su superficie, se diría que lo acariciaba. Sus vivos y variados colores, su frondosidad y el tronco lleno de recovecos le llamaban mucho la atención, se abrazó al extraño árbol y empezó a besarlo, era algo mágico, parecía que el árbol le devolvía el beso que Víctor le estaba dando.
En ese momento se quitó la ropa para poder sentir el contacto de toda su piel con la suave superficie que éste raro ejemplar parecía tener. Su excitación era tal que hizo algo que nunca había hecho con anterioridad, lentamente comenzó a introducir su polla en uno de los múltiples recovecos que la naturaleza le había regalado, su movimientos eran muy rítmicos, no podía parar, cada vez penetraba al árbol con mayor fuerza hasta que eyaculó dentro de uno de esos recovecos. Gritó de placer y cayó exhausto sobre la hierba sin apenas respiración, cerró los ojos y en ese mismo momento se escuchó una misteriosa voz que decía:
- Ciudadano de la Tierra, gracias por su donación, hemos intentado satisfacer todas sus fantasías sexuales, su colaboración será de mucha utilidad para el futuro de nuestro planeta, esperamos que haya disfrutado plenamente.
El misterioso árbol desapareció entre destellos de colores, se convirtió de nuevo en un pequeño trozo de metal y salió volando hasta desaparecer en el cielo.
Víctor sonrió placenteramente, su satisfacción era tan grande que no le dio demasiada importancia a esas palabras, era lo mejor que le había pasado nunca, su dendrofília se manifestó de forma plena. Se levantó, recogió la bolsa de basura que llevaba consigo y continuó su camino plenamente satisfecho como si nada hubiese ocurrido.
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