Había una vez en un pequeño pueblito que quedaba al pie de una enorme montaña. Montaña cuyo otro lado, según decían, daba frente al océano. Sin embargo la inmensa mayoría de los moradores de ese pequeño pueblito sentían poca o ninguna curiosidad por ir en busca del océano.

En ese pequeño pueblito que quedaba al pie de una enorme montaña, nació un niño que era muy pero muy diferente a la inmensa mayoría de sus habitantes. Wenton, que así se llamaba el niño, sentía mucha, pero mucha curiosidad por todo, aún antes de nacer.

Y en la medida que Wenton crecía, en ese pequeño pueblito que quedaba al pie de una enorme montaña. Iba sintiendo más y mas curiosidad por saber cómo sería contemplar el océano, desde lo alto de esa enorme montaña.

Y llegó un día en que el deseo de contemplar el océano, desde lo alto de esa enorme montaña, se hizo tan grande en el corazón de Wenton, que nació en el la idea de salir de su pequeño pueblito que quedaba al pie de una enorme montaña. Y llegar a lo alto de esta para conocer el inmenso océano del que tanto le habían hablado los habitantes de ese pequeño pueblito.

Y así fue como Wenton decidió un día emprender el viaje a lo alto de esa enorme montaña. Para lo cual fue a pedir consejo a la única otra persona de ese pequeño pueblito que una vez tuvo curiosidad por conocer el océano desde lo alto de esa enorme montaña y lo logró.

Pero esa es una historia que dejaré para otra oportunidad.