La serie #IdolosLiterarios está concebida por @cristiancaicedo como un espacio para mencionar y analizar algunos de los autores y libros que lo han marcado de alguna manera, a lo largo de sus años como lector y escritor. Todos los steemians son bienvenidos a participar dejando sus comentarios y aportes al final de la publicación.

"Lo reconocí de pronto, paseando con su esposa, Mary WeIsh, por el bulevar de Saint Michel, en París, un día de la lluviosa primavera de 1957. Caminaba por la acera opuesta en dirección del jardín de Luxemburgo, y llevaba unos pantalones de vaquero muy usados, una camisa de cuadros escoceses y una gorra de pelotero [...] me puse las manos en bocina, como Tarzán en la selva, y grité de una acera a la otra: «Maeeeestro». Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes, y se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto pueril: «Adioooos, amigo». Fue la única vez que lo vi."

Esta evocación de uno de los más grandes escritores del siglo XX fue escrita por otro de los grandes, el colombiano Gabriel García Márquez, y publicada el 29 de julio de 1981 en el diario El País. El Nobel colombiano tenía entonces veintiocho años y admiraba, por entre todos los demás, a dos escritores norteamericanos: William Faulkner y Ernest Hemingway. Curiosamente, los tres ganaron el Premio Nobel de Literatura.

Hemingway no sólo fue periodista y escritor. Fue un auténtico hombre de acción. ¿Alguna vez han visto una película en la que algún personaje conduzca a gran velocidad, sepa de armas, de geografía, que dome animales, desactive bombas, se lance en paracaídas y nade con tiburones? Bueno, así era Ernest Hemingway. Fue conductor de ambulancias en la Primera Guerra Mundial, estuvo presente en el desembarco de Normandía y en la liberación de París durante la Segunda, fue corresponsal durante la Guerra Civil Española, se codeó con toreros y hombres del medio, cazó animales en África, vivió en Cuba durante muchos años, conoció estrellas del cine, del deporte, de la artes, fue parte de esa generación perdida que incluía también a F. Scott Fitzgerald y John Dos Passos... y todo esto está presente en sus obras.

Mi primer encuentro con Ernest Hemingway no fue muy grato. Con apenas once años, en el colegio me asignaron la lectura de El viejo y el mar. En aquel entonces, el único punto que vi a favor del libro era su extensión, porque era mucho más corto que el que me habían asignado el año anterior: La cabaña del tío Tom. ¿Quién elaboraba el programa de lectura? ¿qué puede entender de esas historias un niño venezolano de once años, apasionado del fútbol y el dibujo? En pocas palabras, el libro me aburrió. Tuvo que transcurrir más de una década para que volviera a reencontrarme con él y esta vez sí, llegase a amarle.
El estilo de Hemingway es sencillo y directo. No se anda con rodeos, llama las cosas por su nombre e incluye, a diferencia de otros autores, bastantes diálogos en sus ficciones, aunque no es exactamente el caso de El viejo y el mar debido a los extensos momentos que el viejo pasa en soledad a bordo de su barca.

Algunas obras del autor

Después leí Adiós a las armas, una novela que, si bien no me provocó la reacción de Patrick Solitano - el personaje que interpreta Bradley Cooper en Silver Linings Playbook, quien al culminar la novela, en mitad de la madrugada, exclama un What?! en voz alta y lanza el libro por la ventana, quebrando el cristal - sí me generó una desazón similar. No quiero hacer spoiler del final, así que sólo diré que aunque no era lo que esperaba, me gustó muchísimo la novela. No tanto su versión fílmica con Helen Hayes y Gary Cooper. De allí que, más tarde, decidiera leer también Fiesta y En el jardín del Edén. Sin embargo, la consolidación de Hemingway en mi Olimpo personal, vino con la lectura de París era una fiesta, en el que cuenta sus memorias de cuando, junto a su esposa, vivían en París "muy pobres, pero muy felices" y en las que podemos ver a personajes como Gertrude Stein, Scott Fitzgerald y Ezra Pound.; pero sobre todo con uno de los tesoros de mi biblioteca: sus Cuentos, de Editorial Lumen, en versión tapa dura.

El recorrido a través de su narrativa breve, la evocación de Gabriel García Márquez al inicio y mi primer contacto con joyas como Los asesinos, Colinas como elefantes blancos, La breve vida feliz de Francis Macomber y Las nieves del Kilimanjaro me revelaron, para mí, al mejor Hemingway. El escritor estadounidense expresó en uno de sus libros:

"Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado"

Ese concepto, que ha pasado a la posteridad como la teoría del iceberg, según la cual, Hemingway pensaba que el verdadero significado de una narración escrita no debía ser evidente en la superficie del relato, sino más bien, residir por debajo de ésta, es reconocible en los cuentos recopilados en ese volumen. Después de culminar la lectura de sus cuentos, volví a leer El viejo y el mar y como sucede con los grandes libros, me pareció incluso mejor que la vez anterior. Aunque aún me falta leer varios de sus libros, considero a criterio personal, que mi única deuda con Hemingway sigue siendo su novela Por quien doblan las campanas, que aún no leo, pero se encuentra en el círculo de espera de mis próximas lecturas. Un círculo bastante espacioso, por cierto.

En 1924, un ya célebre F. Scott Fitzgerald escribió una carta a Maxwell Perkins, quien era editor de Charles Scribner's Sons, diciéndole:

"Esta carta es para hablarte de un hombre joven que se llama Ernest Hemingway, que vive en París, escribe para el Transatlantic Review y tiene un futuro brillante... Yo trataría de encontrarlo enseguida. Es el mejor."

Reconocido por sus semejantes y contemporáneos, como Fitzgerald, idolatrado por otros grandes, como García Márquez, y leído hoy día por un servidor, Ernest Hemingway es uno de los autores que considero de lectura obligada, sobre todo para aquellos que quieran dedicarse a la producción literaria. Además de su teoría del iceberg, de su lectura se desprenden consejos útiles a la hora de escribir y enfrentarse a la página en blanco o al dilema de no saber sobre qué escribir. Hizo Literatura sobre su vida o llevó una vida literaria, como prefiera verse, encarnando a los héroes de acción que luego inmortalizaría en sus ficciones. Sin duda alguna, se entregó plenamente a la aventura de vivir y a la pasión de la palabra escrita. En un mundo de Schwarzeneggers y Stallones, yo habría deseado ser Ernest Hemingway.

¿Alguno de ustedes ha leído a Hemingway? ¿qué opinan de sus libros? ¿cuál es su favorito? dejen un comentario con su opinión para continuar nuestro análisis y también digan ¿Quiénes son algunos de sus #IdolosLiterarios?