Dentro de las novelas del escritor peruano Mario Vargas Llosa, La tía Julia y el escribidor es una de las más nombradas como referencia ineludible de su pluma y es considerada por la mayoría de las personas como una de sus obras mayores, pero ¿cuál de ellas no lo es?

Publicada por primera vez en 1977, esta novela se centra en dos historias que ya están sugeridas en el título, aunque se deprenden muchas más. Por un lado, el protagonista y narrador del libro, Varguitas, evidente proyección del autor, cuenta la relación amorosa que, siendo joven, tuvo con su tía política, Julia, una mujer mayor, boliviana y recién divorciada. Del otro lado, se encuentra Pedro Camacho, uno de los personajes más entrañables de su creador y sin duda uno de mis favoritos entre todas las novelas de Vargas Llosa. Camacho es un folletinista, pero ¿qué son los folletines? según un diccionario consultado, un folletín es un "Escrito, literario o de otra clase, publicado por entregas en un periódico". Y éste es el trabajo de Camacho, quien se dedica a la redacción de radioteatros, o radionovelas, si prefieren el término.

Aunque es una figura hoy día desplazada por la televisión y el internet, en una época pasada, los radioteatros eran un entretenimiento popular bastante efectivo. Día tras día, a la misma hora, las personas sintonizaban una emisora para seguir historias que, al cierre de cada emisión, dejaban a sus radioescuchas pidiendo más. A pesar de no haber vivido en esa época, la narración de Vargas Llosa me hizo sentir una nostálgica afinidad con esa experiencia.
Pedro Camacho y Varguitas trabajan en la misma emisora de radio y ese hecho da pie a que entre ellos se susciten diálogos sumamente interesantes, no exentos de humor, sobre la vocación y la pasión del escritor, reflexiones que también están presentes en las introspecciones del protagonista:

"Cada vez me resultaba más evidente que lo único que quería ser en la vida era escritor y cada vez, también, me convencía más que la única manera de serlo era entregándose a la literatura en cuerpo y alma. No quería de ningún modo ser un escritor a medias y a poquitos, sino uno de verdad"

Y, como tantas veces hemos oído y Vargas Llosa en sus inicios debió escuchar, no falta quien diga que "los escritores son unos muertos de hambre". Incluso, en un diálogo con su amada, la tía Julia, Varguitas confiesa su pasión literaria y su enamorada se burla:

“Le conté toda mi vida, no la pasada sino la que tendría en el futuro, cuando viviera en París y fuera escritor. Le dije que quería escribir desde que había leído por primera vez a Alejandro Dumas, y que desde entonces soñaba con viajar a Francia y vivir en una buhardilla, en el barrio de los artistas, entregado totalmente a la literatura, la cosa más formidable del mundo […]

A lo que la tía Julia responde "Lo malo es que te vas a morir de hambre...”. Y dentro de esta defensa de la literatura y de la pasión escritora, también toma parte Pedro Camacho. En un prólogo de 1999, Vargas Llosa contó que la idea se la había sugerido un autor de radioteatros "al que sus melodramáticas historias le devoraron el seso por un tiempo" y luego decidió combinarla con su primera experiencia matrimonial para componer un collage no muy artificial. Buscó volcar en los folletines del escribidor "los estereotipos, excesos, cursilerías y truculencias característicos del género", pero a pesar de la ironía, también admite que "Las sonrisas y burlas no llegan a ocultar del todo, en el narrador de este libro, a un sentimental propenso a los boleros, las pasiones desaforadas y las intrigas de folletín".

Pedro Camacho revoluciona, en la novela, el mundo de los radioteatros, los transforma. Es un escribidor serio y comprometido con su arte que, sentado frente a su máquina de escribir, se disfraza cuando escribe en su habitación para encarnar mejor los diálogos y que “no lee para que no le influyan el estilo”. Debido al éxito de sus ficciones, comienzan a darle más espacios en la emisora y comienza a crear, en simultáneo, diferentes historias: la del Dr. Alberto de Queiros y sus sobrinos incestuosos, la del Sargento Lituma y un ajusticiamiento que piensa si cometer, o no; una sórdida historia entre una lolita y un testigo de Jehová; un infanticida infantil; las cuales, junto a las demás, comienzan a confundirse en la mente de Camacho y de los lectores de la novela que, de pronto, ven aparecer personajes de una en otra, o leen cataclismos, asesinatos en masa, incendios, naufragios, tras los cuales, los fallecidos reaparecen, provocando la hilaridad de los lectores atentos que se dan cuenta de las fallas antes de que algún personaje las mencione.

Se trata además de una novela de contrapuntos. Los melodramáticos relatos del escribidor, frente a la devoción de Varguitas por la alta literatura. Las dos emisoras: Radio Panamericana, culta y sofisticada vs. Radio Central, chabacana, poco imaginativa, la de los radio teatros, chismes, peticiones y serenatas. Y principalmente, la divertida historia de Pedro Camacho que se alterna con el romance entre la tía Julia y su sobrino, en donde Vargas Llosa denuncia la hipocresía, la xenofobia, el racismo y el clasismo de la sociedad limeña de la época, a través de la lucha que libran los enamorados para poder sacar adelante su relación.

Como una especie de Quijote invertido, Pedro Camacho se vuelve loco de tanto escribir, pero logra ganarse el cariño de los lectores, incluso más que el propio Varguitas, protagonista principal de la novela. Existe una versión fílmica de esta historia, que aún no he visto, con Barbara Hershey, Keanu Reeves y Peter Falk y en 1981 se realizó una adaptación libre a telenovela en Colombia. Sin embargo, como en la gran mayoría de los casos y más en las ficciones de Mario Vargas Llosa, nada es equiparable a la experiencia lectora. Creo que La tía Julia y el escribidor es una novela ideal para aquellos que deseen iniciarse en el mundo del ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010 y para aquellos a quienes otras de sus novelas les parezcan pesadas o enredadas. Esta historia les brindará una experiencia ligera, divertida y de alta calidad literaria.