La pelota
La palabra “resiliencia” se ha hecho muy popular, desde el boom de los libros de autoayuda, para definir con ella a quien cuenta con la capacidad de salir del pozo hondo de cualquiera de las amarguras con las que nos sorprende, de vez en cuando, la vida. La palabra viene de “resilio”, que en latín quiere decir “rebote”, como el que hace una pelota de goma contra el suelo.
No puedo evitar acordarme en estos momentos de la lata que les dí a mis padres para que me compraran una pelota, una preciosidad de rayas rojas y blancas, hasta que lo conseguí. No era de goma, sino de plástico, pero botaba muy bien... hasta que quise saber qué tenía dentro y tomé una aguja que utilicé como instrumento de investigación, pero sólo conseguí sacar el aire de la bola rojiblanca, y que dejase de botar. Me importó bastante más que mis padres llegaran a saberlo, no había pasado ni media hora, desde que me la compraron, y ya no era capaz de saltar como antes, y todo porque mi método de exploración no había sido el correcto.
Ahora hay voces de insignes pedagogos, desconocedores, seguramente, del trabajo de Ferrer i Guardia, que vuelven a dar valor al castigo físico contra los niños, están convencidos de que así aprenden mejor; pero, cuando yo era pequeña, lo más normal del mundo era que te dieran un pescozón por algo semejante, así que guardé cuidadosamente el secreto.
Pero no todo estaba solucionado, porque la pelota podía sentirse inútil, sin propósito en la vida, olvidada en un rincón, como si ya no tuviera valor su espléndida circunferencia y esos colores tan brillantes se vieran abocados al ostracismo. Me dio pena, qué quieres que te diga, así que decidí devolverle su confianza, utilizándola como canica. Rodaba por el suelo con gran soltura y una suavidad increíble, a poco que la impulsara, adquiría velocidades de vértigo, o así me lo parecía. Volvía a estar alegre, juguetona, más feliz que una lombriz bajo tierra húmeda, moviéndose sin parar a ras de tierra, no le hacía falta saltar, estaba contenta porque tenía mi atención y mi cariño, su, como lo llaman ahora, poder de resiliencia, había despertado para no volver a dormir.
¿Moraleja? Y yo qué sé.
La moraleja sería que hay que darle la vuelta al mundo, darle un giro, buscar una nueva perspectiva. Lo que ayer era una pelota, hoy puede ser una canica, una cantimplora, un amigo cabezón, la luna, el sol, una isla perdida del pacífico o un asteroide que chocará contra la tierra o un hongo mágico que te transportará a esos interiores que desconocemos. Una pelota es una pelota o lo que nosotros queramos que sea.
Me quedo con el amigo cabezón, seguro que piensa mucho y bien. Gracias por tu imaginativo comentario, buscaremos la playa bajo los adoquines.
Suena mucho la palabra y aunque alguna vez busqué la definición nunca me quedó tan clara como ahora. Yo creo que aparte de tu inteligencia para meditar la situación sin escándalo aprendiste dos cosas, que si pinchas la pelota el aire que la habita se escapa de su prisión de plástico y por otro lado, que siempre habrá otras formas de jugar y claro, mejores métodos para investigar!! Te mando muchos abrazos Fuertes!!
Vaya, eso de evitar el escándalo me gustó mucho, nunca lo había visto de esa forma. Eres delicado, dentro de tu gran fuerza, leveuf. Abrazos, también fuertes.
¡Creo que me has sonrojado! :3
Más abrazos!!
Nos enseña que todo tiene un significado en la vida y aunque en momentos determinados no se le consiga su valor, no quiere decir que lo ha perdido, solo que no nos detenemos a verlo.
Eso es, zulexi, todo lo que necesitamos para entender, es tiempo para perder y perderlo pensando.
Más que moraleja me parece ironía que algo sea resiliente sin rebotar ;)
jajajajaa me parto de risa, es verdad, hay que rebotar, rebotarse, te juro que no había pensado eso, pero es genial.
Increible historia verdaderamente
Todos cometidos travesuras de ese tipo cuando estabamos pequeños, y tu supiste darle una segunda oportunidad a esa pelota
Así es merry, como dice @moises-moran, el mundo es lo que queramos que sea. Un saludo.
Me has hecho aprender algo nuevo, además me encantó la forma en que te nos has expresado, lanzas las ideas como la persona que avienta migajas al agua para que los los peces se alimenten. Estoy de acuerdo el castigo físico no es la forma de educar, tampoco lo es el deinterés y falta de discilplina que con que educan muchos de los padres actualmente. A mi parecer los valores, el amor y el espíritu crítico positivo es lo que deben utilizar los padres para guiar a sus hijos.
De acuerdo contigo, @zenkly, los niños tienen una enorme capacidad de comprensión, a condición de que se les expliquen bien las cosas, de que noten lógica y cariño en el razonamiento, y de que confíen en sus padres, desde luego, y eso hay que ganárselo.
Maravilloso , cargado de mensaje, lo mejor ... la moraleja, estoy completamente de acuerdo yo pienso lo mismo, que yo que se. Gracias por compartir, el equipo Cervantes apoyando a la comunidad.
Me has hecho sonreír, y eso sí que tiene valor. O yo qué sé XD
Excelente susi, y yo que sé que decir, si estuvo sencillo y mágico. Casi senti aquella misma aprensión de romper algo y que mis padres se enterarán.
Si no la sientes, no has sido niño, es así como funciona. Un abrazo, poeta de la magia.
Maravilloso ver como aplicaste la resiliencia para salir a flote luego de dejar tu pelota sin la posibilidad de rebotar.Es un ejemplo de que siempre hay opciones para sobreponerse a las dificultades y seguir adelante. Mis saludos cordiales
Así es, dorada, o lloras, o te inventas otras reglas, y creo que es mejor lo segundo. Un beso.
Interesante cuestión que quizás ya resolvió Einstein cuando habló de la energía, que ni se crea ni se destruye, tan sólo se transforma. Tal vez la pelota necesitaba una transformación y quizás un pescozón a tiempo fuera oportuno para no crear tiranos, que en realidad, es lo que me temo que están haciendo muchos padres hoy en día. Creo que se debería utilizar la resiliencia desde edades muy tempranas, enseñando a canalizar virtudes y defectos. Como los vasos comunicantes del románico.
Ahí difiero, a golpes no se enseña más que a tener miedo de ser una misma. En esa ocasión aprendí yo sola, como casi siempre, a dar valor a lo que parece que no cuenta con él, a tener mi propio mundo a salvo del de los mayores, que no era nada divertido. A no querer parecerme a ellos, que no tiene que ver con no querer crecer, sino con crecer de otra manera. Aún estoy en ello.
Eh, que yo tampoco creo en la que me aplicaron de pequeño, aquello de la letra con sangre entra, que era lo típico. Pero sí me reafirmo (y detesto la violencia) en que un capón a tiempo a veces es necesario. Muchos hemos crecido de otra manera, como dices, y todavía seguimos creciendo, porque la vida es eso: crecimiento. Y no hay experiencia, por mala que sea, que a la postre no te ayude. Ni coscorro tampoco. Lo siento.
Paulo Freire, uno de los pedagogos de mayor influencia en el pasado siglo, decía que, cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es convertirse en el opresor. Un niño maltratado será un maltratador, pero sólo con los débiles, con aquellos que no puede oponerle resistencia, como hicieron con él. Un niño educado con respeto, razonamientos y cariño, es difícil que no se convierta en una persona respetuosa con todo lo vivo. Y no lo sientas, no es bueno que todos pensemos de la misma forma.
Está claro, pero también que se me entienda. No digo que se maltrate para educar, por supuesto que no, a pesar de que a mi, que no en mi casa, pero sí en los colegios, me dieron una buena cantidad de palos, hasta el punto de que tenía que frotarme las manos con ajo para disminuir los efectos del palo de turno. Pero un coscorrón a tiempo, no está mal. Por supuesto que agradezco que los métodos hayan cambiado, pero también veo poco razonamiento en la educación que están recibiendo los niños hoy en día, sobre todo por parte de los padres, que les consienten absolutamente todo sí o sí y hacen de ellos auténticos tiranos.
Te entendí, juancar, entiendo tu postura, y sé que a veces hay que imponerse.