7:00 a.m. (Ni un segundo más ni menos) -
O’ Sullivan, pulcro de pies a cabeza, con el mapa y estadística de ruta resuelta en su cabeza, compraba el The Guardian y caminaba hacia St. James Park station, con destino a su escritorio de editor en este mismo periódico. Miraba y verificaba que su trabajo del día anterior había salido bien. Seraphina, con signos de haberse vestido con lo primero que encontró, montaba su bicicleta y saludaba alegremente a Mr. Gupta, indio acogido por Londres, quien atendía un puesto de golosinas, revistas y periódicos. Charlaba un poco con él y luego compra el Daily Star.

9:00 a.m. (Rutina de la vida) - Escribir, organizar, delegar, cumplir, borrar, volver a escribir, suspirar, editar y reeditar. Tomas hacía su trabajo y la sensación con la que había despertado no desapareció; también le animaba que esa noche asistiría a ese musical que había visto en el periódico. De pronto, un relámpago cruzó por su mente, unió estos dos eventos, sospechó; luego recordó que no cree en azares, y con la misma velocidad la idea se fue, pero dejó el rastro. - No, no estamos buscando a nadie.-; -Nosotros la llamaremos-; -Deje aquí sus datos-; -Ponga su currículum acá, cualquier requerimiento yo la llamo-, pero Pekkala no se desanimaba, algo la mantenía esperanzada, podría seguir en lo del baile mientras busca algo más estable. Su corazón le confirmaba que algo estaba próximo, recordó que ella siempre había creído en el orden dentro del caos y que hay destinos que se cruzan.

12:45 p.m. (Fortuito) - Una bicicleta montada por un pensamiento distraído atravesaba las aceras de Kings Place, 90 York Way, un hombre haciendo una pausa de trabajo cumplía con su bitácora del día: ir a almorzar en Jones´s, en esa misma avenida. O’ Sullivan salía a la calle y un súbito golpe de aire le trajo un maravilloso perfume trasnochado, uno de copas y música, añejado de horas atrás. Él perdió balance, ella no, ambos voltearon, sus miradas coordinaron una danza en un instante, la misma sensación de esta mañana. Se escucha a la femenil voz decir, mientras sigue avanzando: - ¡Por favor, perdone! -. Él, perplejo, sin saber cómo reaccionar, porque casi lo atropellan, solo levanta la mano en señal de - Descuida, no pasa nada- y la sigue con la mirada hasta que se pierden las dos ruedas que llevaban ese aroma de noche pasada. Poco después, Tomas apuraba un plato de Steak and kidney pie en Jone´s.