Necesito más alcohol y apagar por un rato su voz en mi cabeza. Me flagela el recuerdo de verlo apurarme el alcohol por la boca, la mayor parte me la tragaba, el resto se salía de la comisura de mis labios. Recuerdo el pulgar y el índice taladrándome las mejillas para que… - ¡APRENDE A BEBER COMO LOS HOMBRES, CARAJO! O ¡¿ERES UN MARICÓN DE MIERDA?! - ¡Ya no más, por favor! -. Golpe de aire ácido en mi frente, pequeños proyectiles de saliva sobre mi cara.

Y era después la contusión, en seco, sonido agudo en los tímpanos, flash, oscuridad. Después luz difusa y el granito liso y sucio, era la dignidad infante al ras del suelo. ¿Mi mamá? esa es otra historia, no me atrevo a juzgarla, creo que tiene miedo y se ha acostumbrado a vivir con él. Ella recibe también su pésima porción.

Y aquí estoy yo, un pobre dependiente, un revoltijo de nervios con alternativas de loco; con el resto de la botella penetrando en mis muñecas, a ver si logro romper estas cadenas y que los murmullos mueran para siempre.

_{(«El alcoholismo es común en las familias y los hijos de alcohólicos tienen una probabilidad cuatro veces mayor que otros niños de convertirse en alcohólicos. La mayoría de los hijos de alcohólicos han experimentado cierta forma de abandono o abuso.»)Fuente}