Una vez, hace muchas lunas y muchos soles, mientras mi abuela mascaba una pasta oscura y arreglaba un pescado, la escuché decir a la mujer que tenía al lado, de buen vestir y modales finos:

_No es que yo sepa, es que las cosas son claras. La verdad es clara y usted viene aquí, pero no es solo para amarrar a su hombre que se le está yendo como se van las golondrinas, dijo mi abuela raspando la piel de un pez colorado y grueso. Usted viene porque quiere hacerle un trabajo a la otra, a la que sin pretenderlo le quita el amor de su marido, la que lo tiene comiendo tierra como un niño en su mano.

La mujer guardó silencio mientras mi abuela limpiaba el cuchillo sucio de sangre con un trapo que estaba cerca de la cocina. Con el cuchillo limpio, fue al jardín y agarró una de las tantas gallinas negras que había en casa y la cortó por el pescuezo. Un chorro de sangre salió disparado por toda la tierra del jardín que se tinto de rojo y de negro.

_Deme acá lo que le pedí, dijo mi abuela con la gallina degollada aún en su mano izquierda. La mujer sacó de su cartera la fotografía de una joven y un mechón de pelo amarillo.

Cuando mi abuela vio la fotografía, rio un poco:

_Carne fresca es lo que le gusta a su marido, dijo y acto seguido llenó la fotografía con la sangre coagulada de la gallina.

Mis ojos infantiles iban del rostro de mi abuela, a la fotografía y luego al rostro de la desconocida que hubiese jurado, reía por dentro.

Luego mi abuela agarró nuevamente el cuchillo e hizo una gran zanja en la gallina ya muerta. Allí metió la fotografía doblada y el mechón de cabello amarillo. Buscó en uno de los bolsillos del delantal y encontró aguja e hilo. En ese instante, delante de los ojos de la mujer y de los míos, mi abuela coció el pellejo del animal como si fuese una tela. Sus manos ensangrentadas y hábiles, encima de las plumas mojadas, remendó en un instante.

_Este animal va pal cementerio y allí, mientras se pudra el animal, la de la fotografía también se irá muriendo. Así que vaya tranquila, que todo lo que usted desea, lo tendrá, le dijo mi abuela a la mujer que en ningún momento la miró a la cara.

_Pero yo no pienso pagarle ahora porque prefiero ver los resultados, escuché por primera vez la voz de aquella mujer que se me antojó muy blanca, muy delgada, muy oscura.

_Bien que haces, mujer, de los brujos no hay que fiarse. Vuelva cuando quiera, dijo la abuela y le dio la espalda. La mujer salió rápido por la puerta y el aire pesado que había en el ambiente desapareció.

Con mucha sorpresa vi como mi abuela abría nuevamente la piel de la gallina y sacaba de su interior el mechón de cabello y la fotografía, y los tiraba a la basura. Quería preguntarle tantas cosas a mi abuela, que todas las palabras se me atoraron en la garganta sin poder salir ni un murmullo. En el fondo tenía ganas de llorar, tenía miedo, también sentía mucha curiosidad. Mi abuela fue y limpió nuevamente el cuchillo lleno de sangre con el paño guindado ahora en su hombro y empezó nuevamente a limpiar los pescados que quedaban en una ponchera de plástico azul:

_Escucha esto y presta mucha atención: en este mundo hay personas buenas y personas malas. Esa mujer que se acaba de ir es de las malas y solo puede atraer maldad. La muchacha a quien ella quiso hacerle un daño, está cruzá. Y cuando las personas les hacen daño a las personas que están cruzadas, el daño se les devuelve. ¿Y tú sabes cómo pueden recuperarse del daño? haciendo que un perro les lama los pies y se lleve todo lo malo. A ve María Purísima, dijo mi abuela y se persignó, ya esa mujer comenzó a morirse.

---

HASTA UN NUEVO POST, AMIGOS