Inventemos La Alegría

Existe un disfrute, un regocijo interior, un sentimiento de que todo es lindo y que somos felices, que lo experimenté por primera vez en la infancia, relacionado específicamente con la navidad.

Cuando esta llegaba anunciaba sorpresas, comidas diferentes, actividades distintas, adultos pintando la casa, las tías inventando cómo hacer un árbol de navidad, familiares que estaban lejos, regresaban a pasar esos días con la abuela. Todo esto era la antesala para la emoción mayor que constituía la llegada del niño Jesús y la expectativa por los juguetes y regalos.

Todo ese maremágnum se recogía en una emoción característica, que me llenaba de propósitos de hacer grandes cosas y portarme bien para recibir los obsequios. Creo que todos andábamos con la misma motivación eran varios días con esa sensación en el cuerpo y mente.

Crecí y traté de que los míos en mi hogar sintieran esa energía bonita que nos inyectaba a todos de entusiasmo. La navidad tenía olor, brisa, frescor, color, y alegría.

Cada año compraba discos navideños, por lo que cada vez teníamos más canciones que escuchar en el reproductor, o equipo de sonido. Villancicos, aguinaldos, gaitas y parrandas, como música de fondo para acompañar los trabajos de limpieza y ornamentación, mientras los más grandes pintaban puertas, paredes y rejas.

Iban apareciendo en el comercio las nueces, almendras, avellanas, panettonnes y todo lo usual que se suele comer en esas fechas. Además de los adornos alusivos a estas fechas. Era la navidad y nosotros éramos afortunados por tener esa época de reconciliación, encuentros, festejos y regalos.

No parece haber nada extraordinario en lo que estoy rememorando mientras escribo este post. Inclusive conocí mucha gente que no les gustaba nada de lo que tuviera que ver con esto. Eran los Grinch que ridiculizaban, criticaban y hasta aborrecían las hallacas. Pues les llegó su momento.

Tengo siete nietos, uno del 2007, tres del 2012, una del 2015, otro en el 2016, y el pequeñín de apenas cuatro meses. Quisiera que ellos tuvieran dentro de sí también el recuerdo de una fecha que siembra una inusitada alegría en el pecho. Para ellos se me ocurrió que jugáramos todos en casa el tradicional “amigo secreto”. Ya llevamos cuatro domingos improvisando una celebración, una caja llena de mensajes, galletas, chupetas y algún caramelito.