Hay 33 especies de delfines oceánicos en el mundo (digo oceánicos porque también hay delfines de río). El que más conocemos es el llamado delfín mular o de nariz de cuello de botella. El ciclo vital de un delfín macho es de treinta años. El de la hembra es de cuarenta años. El delfín es el único animal, aparte del ser humano, que tiene relaciones sexuales por placer.

Cada delfín emite un sonido que lo hace único y que lo diferencia de los otros miembros de su especie. Así se pueden reconocer entre ellos, aún después de mucho tiempo. También se comunican mediante posturas corporales y utilizan las aletas para trasmitir mensajes y muestras de tranquilidad.

La velocidad de un delfín puede alcanzar los 65 kilómetros por hora. Necesitan salir cada cinco minutos a respirar. Son curiosos y muy juguetones. Siempre se están divirtiendo. Por eso les encanta interactuar con humanos. Resulta difícil creer que estos carismáticos animales sean unos de los depredadores más eficaces del planeta. Gracias al sonido que emiten (de manera semejante al murcíelago que hace rebotar su chillido en los objetos) pueden encontrar a sus presas en cualquier parte del mar, aunque estas se encuentren ocultas varios centímetros bajo la arena.

Para dormir, el delfín tiene que estar alerta. Si se durmiera no flotaría y se podría ahogar. ¿Cómo lo logra? Pues para el delfín es muy fácil. Primero duerme un hemisferio de su cerebro mientras el otro permanece en vigilia. Después de un rato despierta el hemisferio que ha estado dormido y el que estaba despierto pasa a dormir. Muy simple ¿no?

Lamentablemente, todos los años miles de delfines parecen arrojarse a la muerte de manera deliberada, quedando varados en los litorales del mundo. Según una teoría, mientras se resguardan de la tormenta se acercan demasiado a la orilla del mar y la pendiente de la playa hace que se confundan sus señales de colocación. La grasa que los mantiene calientes en el mar provoca que sus cuerpos se sobrecalienten con rapidez sobre la playa. Su piel se agrieta, se seca y finalmente mueren.

Su enorme sensibilidad es aprovechada en todo el mundo para tratar a personas con capacidades diferentes. La interacción con ellos ha dado resultados sorprendentes y que no se hubieran podido lograr de otra manera. Se dice que los delfines son capaces de estimular la liberación de endorfinas tranquilizantes en el cerebro humano. El contacto con los delfines nos hace más felices y gracias a esto nuestra seguridad y autoestima tiende a incrementarse.

Esta fue una experiencia inolvidable. Gracias muchachos por leer este post. Nos vemos en el próximo.