Show us your talent contest | El legado perdido de Rasverden written by @vikvitnik

Y es que la destreza de este joven aventurero llegaba hasta cierto punto. Aún se trataba de un mortal sin más que tener como un protección la divinidad de un poder representativo de una religión. Eso sin dudas, era la protección necesaria para ganar cualquier batalla impuesta en su camino hacia lo más alto de una colosal estructura.

Su arma, una espada robusta bendecida por un clérigo de gran reputación fue nombrada como "Espada celestial de Siegfried" tras una dura batalla dada por una rebelión contra su reinado espiritual. La misma necesitaba ser purificada debido al uso que en el pasado se le había dado. Se necesitaba eliminar la maldad en ella; la sangre de inocentes desprendía un mar de lamentos.

El camino en cuestión era de mucha peligrosidad, no solo por los riesgos que la naturaleza acarreaba sino también por los distintos seres abundantes en él. Sentimientos de ser observado. El escuchar ruidos y gruñidos. Y sobre todo el verse obligado a dar batalla a muerte siendo que uno de los dos debía morir, se convertía en motivos suficientes para seguir rezando por un respiro más. Para ayuda de su percepción, cada vez que el clima se alteraba, que las ráfagas de viento rasgaban su cuerpo y las nubes reflejaban una nubosidad grisácea se convertía en una señal de que quién acechaba estaba a punto de atacar.

Cuando estaba atravesando uno de los caminos con una pendiente bastante pronunciada dos criaturas repentinamente se abalanzan con sus garras filosas hacia su pecho en búsqueda de dañar su corazón. Si bien tuvo sus heridas logró evadir parcialmente ese ataque. Una lucha desenfrenada se daba en las alturas y las bestias con las que se enfrentaba estaban dotadas de una fuerza descomunal. Tras vestir una armadura con placas de algún tipo de metal mallado las criaturas buscaban otro punto vital en el cuál infligir un daño atroz. Sus ojos, planeaban dejarlo ciego, incapaz de orientarse y con la posibilidad de caer al vació donde la muerte estaba asegurada. Sus párpados derramaban sangre, el daño infligido estaba a punto de culminar en lo peor. Sin embargo en uno de los ataques que este caballero emitió dio de lleno en una de las alas de estos seres del inframundo. Sin una ala solo se necesitaba de un empujón para terminar con su miserable existencia. Debía centrar sus fuerzas en el otro vil ser y hacer que uno caiga con el peso del otro. Y sucedió entonces que con un espadazo en el área del cuello hizo trastabillarlo y con una patada logró hacer caer a ambos al vacío de ese acantilado.

Ahora solo debía terminar de cruzar el lugar y dejar de preocuparse por las alturas. El ingreso a la majestuosa fortaleza se hacía evidente excepto por el sello de una gran puerta. Un sello maléfico que desprendía una aura rojiza. Adham había estado en un sitio rodeado por clérigos donde aprendió muchas técnicas con las cuales lidiar en situaciones del mal. Había aprendido a deshacer un hechizo sobre las puertas por lo que lo puso en práctica. Al recitar unas oraciones la puerta había dejado atrás esa aura y entonces al empujarla había podido ingresar. El lugar en una época remota había sido sitio de clérigos, aprendices y un rey en una de las plantas más altas que se disponían. Por el mal, la totalidad había sido a consumida a cenizas y el reino apoderado por la perdición.

Allí dentro aún había peligros al acecho. Por raro que parezca el tiempo no había hecho estragos, todo estaba como si la gente siguiera manteniendo el lugar. Los amplios salones gozaban de lujos y de grandeza. Pero también podría pensarse en que un escenario colosal era protegida por una gran bestialidad.

Adham buscaba solo una cosa. Obtener un libro de hechizos y conjuros que había quedado guardado en un baúl ubicado en la cúpula del edificio. Un encargo mandado por el clérigo mayor que se pudo salvar por no estar en el lugar y tiempo en que una de las peores atrocidades habían golpeado a su legado.

Fuente

Durante los distintos pisos donde continuaron las batallas estas eran diminutas comparándose al más grande desafío. Derrotar al protector del piso XII. Una de las ventajas con la que gozaba era la de conocer ampliamente el sector al que se dirigía puesto que había sido alumno del lugar. Entonces trató de evitarlo solo buscando su gran y preciado libro de hechizos y conjuros. Y no, no pudo ingresar a la cúpula. La puerta tenía una protección que si era tocada las auras del mal invadirían su cuerpo y podrían absorver la vitalidad de una persona hasta convertirla en cenizas. Recitar la oración necesaria para eliminarla tomaría un tiempo que no disponía porque debía salvaguardar su vida de los ataques del coloso.

Había que deteriorar la salud de ese gigante ser que brotaba fuego de su piel y que en cualquier momento u oportunidad calcinaría al joven y obviamente le daría una muerte abrumadora. Si hubiera un punto débil podría decirse que ninguno. Pero alguien astuto y observador encontraría algo a su favor. Y se trataba de una gran fuente de agua bendita donde los clérigos conseguían agua tras llenar sus copas y proceder a sus actividades religiosas. Debía intentar que uno de los ataques del coloso impacte sobre esa fuente de tal manera que resulte dañado gravemente. Los primeros ataques que evadió no fueron más que evasiones automáticas por salvarse pero cuando pudo lo fue dirigiendo hacia allí. Hasta que sucedió, el joven rodó hacia un costado y el golpe que el coloso dio lo hizo caer con todo el peso de su cuerpo en la gran fuente de vitalidad. El bien contra el mal parecía ganar y con ese tiempo que obtuvo pudo deshacer el hechizo alojado en la puerta.

Dentro de la cúpula todo estaba como hacía 5 años. Era la recepción donde el clérigo mayor tenía gran parte de los documentos de hechicería celestial dotada de gran poder. Por suerte podían ser utilizados por quienes conocían su uso. Entonces tomó uno de los libros y fue hacia el coloso a recitar una oración. El gigante a punto de reaccionar comenzó a moverse cada vez más lentamente hasta que su piel comenzó a apagarse. Sus llamas que lo envolvían se debilitaron hasta quedar apagadas dejando lucir un cuerpo totalmente negro como el carbón. Para asegurar el fin de su existencia lanzó su espada hacia el pecho de este temible ser y una gran grieta hizo que se rompa en mil pedazos.

El bien había recuperado su lugar y por fin el reino volvería a ser como lo fue alguna vez. Pero su misión no terminaría ahí. Debería con un portal viajar a un plano distinto al mortal en búsqueda de salvar el destino de las almas en pena que fueron capturadas por la maldad del inframundo. Volvería a tener acción en un campo de batalla donde tendría que dirigir a las almas de su gente desde el infierno hacia el cielo, solo así cumpliría con la lealtad de su legado.

Nunca más se sabría de él salvo el conmemorar sus grandes hazañas rindiendo homenaje en su último punto de partida donde luego de 300 años hay ubicada una estatua de una escena de lucha entre Adham, su espada y un ser de la maldad. La población y los libros contarían este suceso con gloria y para siempre.

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