Historias de la puta cárcel. Capítulo seis
“Historias de la puta cárcel” pretende ser un relato de ficción con diferentes historias breves e interconectadas entre sí, que reflejan la vida de variopintos personajes en un Centro Penitenciario de España y las circunstancias delictivas que les ha llevado a su ingreso en prisión.
Gran parte de los personajes, lugares, situaciones y casos son reales, aunque maquillados con algunos elementos inventados y añadidos para dar mayor consistencia y uniformidad a los diferentes relatos, así como para mantener de la mejor manera posible la privacidad de las personas implicadas.
Capítulo seis
Federico nació y creció en el barrio de La Coma, una de las zonas más peligrosas y marginales de Valencia. Con una altísima tasa de paro y considerado uno de los mayores supermercados de la droga de la ciudad, La Coma ofrecía un caldo de cultivo perfecto para forjar nuevos delincuentes.
Ya desde pequeño Federico, al que todo el mundo llamaba el “Freddy”, fue un personaje muy conocido en todo el barrio y despuntaba maneras. Integrado en la banda de “Los Colos”, se dedicaba a pequeños hurtos y robos de coches; su carrera delictiva fue creciendo paralelamente a su edad y ya con 16 años estuvo ingresado en un Centro de Menores por participar en una paliza a un miembro de una banda rival; de ahí en adelante su vida fue un continuo entrar y salir de prisión.
Sin embargo a su favor estaba el hecho de que nunca tuvo delitos de sangre ni de tipología sexual; lo suyo eran los robos en viviendas, alunizajes y sobre todo atracos en bancos a mano armada, en alguna ocasión con rehenes incluidos. Con el tiempo se convirtió en uno de los atracadores más buscados del país y a la vez más peligrosos; no dudaba en liarse a tiros con la policía con tal de conseguir escapar y la suerte hizo que nunca hiriese y matase a ninguno.
Sus detenciones eran bastante sonadas y sus estancias entre barrotes muy conflictivas. Se recorrió una buena parte de los Centros Penitenciarios de España y protagonizó numerosos altercados; su carácter rebelde le llevó a protagonizar varios motines y secuestros de funcionarios.
Pero con 55 años a sus espaldas y la dureza de la vida llevada, Freddy se encontraba cansado y hastiado de su existencia. Por aquel entonces se encontraba ingresado en un Centro de máxima seguridad de Madrid, cuando comenzó a cartearse con una mujer de la capital, también con una vida muy azarosa a sus espaldas. María era una madre soltera y sin apenas recursos, que se vio obligada a aceptar empleos penosos y muy mal pagados con tal de sacar adelante a su hijo; incluso durante temporadas se vio obligada a practicar la prostitución en alguna de las zonas más deprimidas de la ciudad.
Durante una breve estancia en libertad, tras cumplir una de las penas y a la espera de juicio de otras causas pendientes, la relación entre Freddy y María se afianzó y comenzó a tener un sentido para ambos. Maria le hizo prometer a Freddy que abandonaría su trayectoria delictiva y tendría un comportamiento adecuado mientras se encontrase ingresado, con el fin de poder llevar a cabo un proyecto familiar en común una vez que se encontrase en libertad.
María consiguió una oferta de trabajo en la isla y no dudó en aceptarla; era su oportunidad, aunque ello implicase alejarse de Freddy. Sin embargo María tuvo una idea; escribiría a la Directora General de Prisiones contando su caso, su historia de amor, solicitando el traslado de Freddy con el fin de poder estar lo más juntos posible; eso propiciaría poder tener comunicaciones por locutorio todas las semanas y tener la posibilidad de solicitar 2 comunicaciones “vis a vis” mensuales.
A pesar de la reticencia y oposición de los miembros del Equipo Técnico del Centro, que consideraban no observar ningún tipo de evolución positiva en su conducta, alguien en algún despacho, después de muchas misivas recibidas, y valorando el coraje y determinación de María, le concedió a Freddy el traslado.
Su llegada a la isla no fue muy bien vista; el Director tomó la decisión de que Freddy fuese asignado al módulo de refugiados con el fin de poder tenerle más controlado. Su fama de interno altamente conflictivo le precedía y todo el mundo coincidía en que tarde o temprano tendría algún problema disciplinario importante.
Freddy y Matías hicieron buenas migas desde el principio. En un módulo en que la media de edad era de 25 años, los dos “abuelos” estaban condenados a entenderse. Carente de recursos económicos, Freddy recibía la ayuda de Matías que le invitaba a tabaco y café en el economato del módulo. También Don Paco y algún que otro funcionario establecieron una relación amistosa con Freddy, algo inimaginable unos pocos años atrás.
Aunque continuaba con un carácter algo arrogante y reivindicativo, se notaba un cambio substancial en Freddy; tenía una fuerte determinación a dar un giro radical a su vida ilusionado por su relación sentimental con María.
Pasados unos meses el módulo se fue quedando casi vacío, así que por parte de la Dirección del Centro se tomó la decisión de trasladar a los pocos internos que quedaban a otros módulos donde harían vida normal con el resto de internos. Dada la tipología delictiva de Matías, Freddy y Manuel y teniendo en cuenta su buen comportamiento y ausencia de incidentes, los tres pasaron a un módulo relativamente tranquilo con internos primarios, en su mayoría a la espera de juicio.
Continuará.
En los siguientes enlaces puedes leer los capítulos anteriores:
No sabía que a los Federicos les llamaban Freddy, casi me pierdo por un momento, el amor siempre sera un motor para hacer cambiar a las personas. me voy al siguiente capítulo. :)
No se si a los Federicos realmente se les llama Freddy; me lo he inventado ya que no estoy utilizando nombres reales; sin embargo se que la traducción de Federico al inglés es Frederick. Lo que no estoy seguro es si Freddy es el diminutivo de Frederick o bien es el diminutivo de Alfred. Quizás se utilice indistintamente para ambos.