Las Puertas de la Ley

in #spanish6 years ago

Ante las puertas de la ley existía un guardián, custodio de las normas constituidas por el hombre. Normas cuyo objetivo eran las de regular conductas, establecer lineamientos, enmarcar legalmente lo consuetudinario; determinando lo que se debe y definiendo los límites de lo prohibido. Todo estaba transcrito en articulados e interminables códigos, distribuidos en extensas pilas de libracos que se apilaban en una enorme y anticuada habitación, cuyo acceso estaba restringido a unos pocos hombres de la ley.
El custodio de los invaluables códices cuidaba celosamente en ingreso a estas puertas. Era llamativo que a un hombre de avanzada edad, medio ciego, medio sordo, le fuera confiado esa considerable responsabilidad. En el pasado cumplía satisfactoriamente con su trabajo, pues su lucidez avispada y su sentido del deber intachable lo transformaban en el guardián dorado de la ley. Pasó el tiempo, pasaron los años y el deterioro de sus reflejos marchitaron su buen juicio, afianzando la equivocada idea de considerarse a sí mismo imprescindible en su función. Resultaba sospechoso pero cada vez más evidente que una mano oscura intervenía para que el anciano conservara el puesto. En reiteradas ocasiones era burlado por personas que se hacían pasar por altos funcionarios del poder legislativo o jueces renombrados, quienes accedieron sin problemas, pudiendo hacer y deshacer a gusto las leyes de acuerdo a su conveniencia.
El guardián era muy estructurado y reacio a los cambios en la legislación. La ley para él era algo estático, una suerte de mandamiento pétreo, incuestionable e inflexible. Perdía de vista los cambios de costumbres del hombre con el correr del tiempo y la necesidad de adaptación que debe tener la ley para continuar siendo una herramienta útil en la convivencia humana.
Afortunadamente, aún habían especialistas que comprendían el espíritu de la ley. Uno de ellos era un joven funcionario, muy conocido en el ambiente por ser el propulsor de leyes progresistas y por liderar proyectos de actualización de viejos y obsoletos códigos.
Un buen día volvieron a encontrarse frente a las puertas. El funcionario llevaba bajo el brazo una carpeta con su último proyecto aprobado.
— ¡Buen día señor! Tengo recién salido del horno de la legalidad la derogación de la ley 15567 del código procesal. En su remplazo se dictaminó una nueva normativa — decía orgulloso el joven funcionario.
—Otra vez quiere usted cambiar el mundo. Siempre empecinado en modificar lo que funciona a la perfección. Las cosas están de maravilla, ¿no lo puede ver? — Respondía en tono burlón — ¡Ya bastante radical fue abolir la esclavitud!— se le escapó una carcajada.
— ¡No, no! Este es un proyecto nuevo. Es preciso derogar la ley que le comenté. Seguramente va a estar de acuerdo, ¿no es así? ¿Sabe de lo que le hablo?
— ¿Usted cree que soy un ignorante? — Gritó ofendido el guardia — Claro que sé de qué se trata. No por nada estoy hace 50 años al servicio de la justicia. Verá que ese asunto es un poco delicado.
Evidentemente estaba despistado. Los años habían atrofiado su memoria y a cada instante una ley se le ahogaba en su cerebro. Antes fanfarroneaba y recitaba de memoria códigos enteros, pero ahora le daba vergüenza asumir el desconocimiento de las leyes.
— No, ¿cómo voy a sugerir eso? Es usted un ávido conocedor del tema. Igual créame que nuestras discusiones se van a acabar. Ésta modificación acelerará muchísimo los trámites y hasta diría que no me va a tener que ver la cara nunca más.
—Bueno, si ese es el caso, ¿qué más quiero yo que dejar de lidiar con revolucionarios como usted y con sus ideas disparatadas? ¡Lo acepto! Solamente para que no piense que soy un hombre conflictivo.
El guardia tomó sus llaves y le abrió las puertas de la Ley. A los pocos minutos salió el funcionario con un gesto airoso, tan inmerso en su felicidad que dejó las puertas abiertas tras de sí.
— ¡Señor, ha dejado la puerta abierta! — advirtió el guardia
—Disculpe, no me había percatado — respondió distraídamente en funcionario
— ¡Vaya! Yo ahora voy y la cierro.
El custodio no imaginaba que sería la última vez que cerraría aquellas puertas. Una hora después llegaba a sus manos una notificación de despido y agradecimiento por los servicios prestados. La ley derogada describía minuciosamente las funciones del guardián de la puerta de la Ley. En su lugar se disponía una nueva normativa en donde a partir de la fecha un nuevo sistema de seguridad regiría controlando el acceso a la puerta, la cual sería posible con una tarjeta magnética y custodiada con cámaras de seguridad.27951462_10156062046302302_1179994637_o.jpg

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