La Niña Traviesa

Isabella, hija de un padre borracho que intentó abusar de ella con apenas dos añitos de edad y usaba su cuerpo como cenicero de sus colillas malolientes. Motivo por el que los servicios sociales, se la llevaron al orfanato. Heridas difíciles de olvidar, por las cicatrices que le iban a acompañar, el resto de su vida
Tenía 5 años y había estado en varias casas de acogida, pero siempre la devolvían al orfanato de la “Hermana Clarisa”. Sus motivos siempre eran los mismos, indisciplinada y antisocial. Un expediente marcado por un niña que acabará siendo marginada.

Isabella se sentía segura en el orfanato, en su rinconcito. Al que nadie dejaba que se acercará porque era capaz de morder, si intentabas tocar algo suyo.
Las monjas sabiendo de ese problema la llevaron al psiquiatra, pero sus viajes fueron en vano pues no atendía a sus consejos y sus rabietas se multiplicaban. Cansadas por su comportamiento, la dejaron en su rinconcito, con su muñeca de trapo y cuento viejo que le dejó su madre antes de fallecer.
Algunos días, miraba triste por la ventana como salía el sol cada mañana, anhelaba algún sentimiento desconocido para ella. Mientras una lágrima caía por su mejilla sonrosada, que se limpiaba rápidamente con la manga de su jersey verde desgastado, mientras apretaba sus dientes por la rabia que había en su interior.

Un nuevo niño de cuatro añitos llegó al orfanato, lo sentaron en su cama. Y le dijeron que no se moviera de allí. No paraba de llorar y nadie lo consolaba.
Isabella lo miraba con sus enormes ojos azules, desde los barrotes metálicos de su cama. Los ruidos estaban prohibidos porque era la hora de la siesta para los niños.
Poco a poco, se acercó al niño y con curiosidad le acercó sus manos para limpiarle las lágrimas, pero no le dió tiempo. Entró una monja y la separó inmediatamente gritándole y riñendole. Isabella confundida por aquellos gritos, se puso a patalear e intentar morder a la monja.Por lo que acabó encerrada dentro de un armario oscuro, donde gritó y gritó, hasta quedar dormida. El niño viendo como se llevaron a la niña, dejó de gritar y quedó abrazado a su almohada, durmiendo entre sollozos.

Llegó la hora de la merienda y sacaron a Isabelle del armario, le dieron un pedacito de pan con plátano, era su merienda preferida. Así que eso le hizo olvidar su castigo.
Cuando el niño se despertó, vió esos enormes ojos azules pegados a su rostro, se asustó y dió un grito, ella le tapó la boca con una mano y con la otra puso su dedito en su boca haciendo schhhh. El niño calló y asintió con su cabeza, de que no gritaría.
Cogió un pedacito de su pan con plátano y lo compartió con el niño.
Le preguntó, su nombre y el niño que apenas hablaba le dijo lobelto (Roberto).
Isabella, le sonrió y fue a por su cuento, para enseñarselo a Roberto. Apenas sabía leer, pero le enseñaba los dibujos y contaba su propia historia. Pronto se hicieron amigos.

Una de las monjas más ancianas de pensamientos retrógrados, observó la amistad que había entre los niños e intentó separarlos. No quería que la influencia de aquella mente perversa, perjudicara aquel niño. Y lo cambio a otra habitación, donde los niños más mayores, se aprovechaban de su inocencia. Se burlaban de él, por no saber pronunciar la “r”. Traumatizado quedó marginado en aquella habitación compartida.
Sólo deseaba la hora del patio, donde podía estar con Isabella, a través de un reja.
Pero sus mentes fantasiosas, conseguían traspasar aquellas oxidadas rejas.

Pasaron unos meses y llegó una familia que quería adoptar a Roberto, alejándole de Isabella. Quedando muy triste, se encerró en su rincón. No quería comer, ni hablar parecía que su ilusión se había desvanecido de nuevo. Su mundo volvió a ser oscuro y lleno de rabia, no entendía porque los mayores no la dejaban salir de aquel sufrimiento.
Abrazó a su osito al que por primera vez, le puso el nombre de Roberto. Para no olvidar que tuvo un amigo al que cuidaba con ternura.

<<Continuará>>

La Niña Traviesa II
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