Trilogía: Un amor sobre el cielo y la tierra parte II (+18)

No paso mucho tiempo desde aquel día que la conocí, pase de ser un hombre de negocios a uno lleno de ansias por terminar el trabajo temprano y poder encontrarme con ella en sus días libres. Aun me encontraba en la isla, visite muchos lugares turísticos, pues parte de mi agenda de negocios en la isla era hacer un estudio exhaustivo de los sitios claves para asegurar que mi inversión se duplicara a través del turismo. La verdad es que no fue gran trabajo, la isla de por si es rica en diversidad; sentí que me había ganado ya la lotería sin tener un boleto de loto en mano, y más que eso, me gane el privilegio de conocer a alguien que me hiciera sentir ansioso.

Mensaje de texto

— ¿Nos vemos esta noche?

—Claro, esta noche paso por ti a las 9:00— le respondo tomando mi celular por debajo de la mesa, pues me encontraba en plena reunión, pero eso no impidió que robara mi atención cuando recibo una imagen de ella, se podía ver su ropa interior intima bajar por su pierna izquierda, aludiendo que no la usaría esta noche, me dio un tanto de risa y sonrojo, tanto que los chicos pudieron notarlo y bromearon un poco.

Esa tarde se hizo un tanto eterna para mí, y lo que más deseaba es que se acabara la jornada para verla a ella, jamás pensé que llegaría a pasar por tales situaciones, un hombre ansioso por ver una mujer era una experiencia nueva para mi vida, no me incomodaba, no me atemorizaba, más bien me atestaba de adrenalina, algo que en mucho tiempo no sentía; pero aun así siendo un hombre rico, no podía dejar a un lado todo aquello que ameritaba parte de mi atención, tanto que hasta que no lograra despejar mis dudas o inquietudes sobre algún negocio o partes importantes de un contrato aun siendo pequeños detalles, no me despegaba de mi deber, tal vez me vendría mejor ser como aquellos que cumplen un horario rutinario de 8 horas, al menos ellos sabrían la hora de entrar y él cuando salir; esas libertades mis malas costumbres de escudriñar y ser quisquilloso se la devoraban. Para mi suerte justo esa tarde no fue así.

Era ya de noche cuando me encontraba en mi hotel, un lugar lleno de lujos, en el lobby se podía divisar esculturas bañadas de oro y si subías la mirada quedabas anonadado con el brillar de candelabros lujosos llenos de pedrería que brillaban con el resplandecer de la luz. Tome el elevador y apunte mi dedo índice al piso 8 donde estaban las habitaciones VIP, camine por el pasillo sosteniendo mi celular y mirando nuevamente aquella foto que encendió mi hombría esa tarde, no podía creerlo, entre risas picaras pase la llave digital por la cerradura de seguridad de la puerta, me dirigí a la habitación principal; lo primero que se podía divisar era una cama grande, de sabanas blancas y varias almohadas en la cabecera, me quite la corbata y la coloque en el sillón masajeador, al igual que me despoje de mi chaqueta y camisa las cuales puse sobre la cama, para que las chicas del servicio la tomaran y llevaran a la lavandería del hotel. Tome una ducha un tanto larga, llena de espumas en la tina y el pensar lo que me esperaba junto a ella, una noche lo más segura llena de pasión.

—Esta es la noche— mencione mientras salía de la tina y tomaba una toalla. Mi reloj de muñequera sonó, en eso supe que eran las 8:00 de la noche, por lo que me apresure a tomar uno de mis mejores trajes y vestirme, cepille mis dientes, tome un poco de gel para el cabello y por ultimo y no menos importante impregne mi cuerpo de una fragancia que un cliente me había traído de Dubái, exquisita, mi preferida y qué bueno que la traje para este viaje. Era ya las 8:20 así que baje hasta el lobby para tomar ya camino.

—Buenas noches señor Jefferson, parece que esta será otra noche importante, amerita lo mejor— menciona el conserje haciéndole una seña a uno de los jóvenes que se encargan a aparcar los coches. Yo simplemente me sonroje un poco y le afirmo con una mueca, me le acerco para darle unas instrucciones, esta noche sin duda iba a ser especial, así que la habitación tenía que estar acorde a la ocasión.

—Confió en usted que todo estará acorde como le he pedido.

—No se preocupe señor Jefferson— dice el conserje mientras toma el teléfono para lo más seguro indicar a las camareras sobre mi petición, yo sin embargo, camine hasta la entrada donde me esperaba mi auto.

De camino note que estaba un tanto nervioso, cosa que no era común en mi, sentía que esta sería la noche en que nada debía salir mal, era la noche decisiva, la quería a ella, para toda la vida. Me detuve en un semáforo con algo de tráfico, pero no me preocupe, el trayecto era corto hasta donde ella se encontraba, más bien aproveche de revisar en la guantera del auto, para asegurarme que estuviera allí, un colgante para ella que compre hace un par de días; incline el cuerpo un poco hacia el puesto del copiloto, y al subir la mirada con el objeto observo una mujer tras el vidrio un tanto empañado cruzar el paso peatonal, la verdad es que me pareció familiar su vestimenta, era alguien que había visto antes, o tal vez se trataba de una persona distinta con mismo vestir. No le preste tanta atención a ello, así que solo volví a meter el regalo donde estaba y acelere.

Minutos más tarde me encontraba ya en el hotel de ella, detuve el carro en la entrada e inmediatamente me baje para abrirle la puerta; ella estaba completamente hermosa, tenia puesto un vestido corto color champan, no pude dejar de admirar su piel y disfrutar de su fragancia al darle un beso en la mejilla antes de que subiera al auto.

— ¿A dónde vamos? — pregunta ella.

—Es una sorpresa— le respondo mientras manejo a nuestro lugar de destino, un restaurant nuevo que conocí en una de esas excursiones de trabajo y que sabía que le gustaría. Así fue, ella disfruto al igual que yo de la comida, platos mediterráneos exquisitos, que resaltaban entre la vista y sus sabores. La noche para ambos era joven, no paraba de mirarla fijamente mientras ella me hablaba de sus viajes como azafata, algunas veces tocábamos temas un poco calientes, momentos en los cuales ella pasaba su pie por mi pierna para que se la acariciara. Ambos reíamos, no podría creer lo bien que la estábamos pasando, y eso no era todo el final.

Fuimos a mi hotel, mientras ella curioseaba toda la habitación, yo tome una botella y serví algo de vino para deleitar mientras seguíamos conversando de nuestras vidas, me encantaba más escucharla que yo hablar de puros negocios. Ella de pronto se me acerco, me acaricio la mejilla con sus dedos, yo le seguí el juego a su vez posando mi mano en su rostro, no pude contenerlo, la bese como si hubiese sido la primera vez, nuestros labios se entrelazaron y danzaron al compas con perfecta sincronía; ambos nos miramos y sonreímos.

—Tengo algo para ti— le menciono mientras me dirijo hacia mi saco donde estaba el regalo; me senté nuevamente a su lado y se lo entregue. Al abrirlo ella quedo maravillada, se había quedado sin palabra alguna.

—Ven, yo te ayudo a colocártelo — le digo tomando el colgante y postrándome tras su espalda, ella quedo inmutada, y yo, no perdí oportunidad de besar su cuello, era como si su piel me llamase; ella hizo unos movimientos aludiendo que le gustaba lo que hacía, bese cada rincón y mordí su oreja provocándole un gemido. Baje el cierre de su vestido y bese su espalda entera, al rato ella voltio y me despojo de mi corbata y camisa. La tome entre mis brazos y nos dirigimos a la cama.

— ¡Espera!— dice ella levantándose mientras se quita toda su ropa y dirigiéndose a la tina, yo sonrió y me quito los pantalones, sabía lo que quería, así que solo le seguí. Esa noche pude tenerla entre mis brazos, mis caricias, besos; pude provocar en ella los mejores gemidos que mis oídos pudieron oír de una mujer, disfrute tanto de su piel como del resto de su cuerpo, y mas su mirada penetrante. La sensación era diferente a la que sentía con otras mujeres, simplemente estaba encantado con ella.

Entre gemidos, posiciones, y nuestros cuerpos sudorosos, ambos llegamos a sentir el éxtasis profundo, terminando por quedar dormidos en la cama. De pronto escucho a un perro ladrar en la calle constantemente lo cual me hizo levantar de la cama para asomarme a la ventana, efectivamente a lo lejos se podía divisar un perro al cual me quede mirando, a su vez me alerto al ver que un carro está por salir y el canino sigue en medio de la calle como si nada.

— ¡Cuidado!— intento gritar para alertar al conductor, pero desde el piso al que me encontraba era casi imposible que me oyera, de pronto quedo abismado y un tanto aterrado al ver que el perro, simplemente, se desvaneció tan pronto el auto pasó por encima de él sin hacerle daño alguno.

—Jefferson, ¿estás bien? — pregunta una voz femenina; era ella que la había despertado lo más seguro con el grito.

—Allí, mira ese perro— le menciono señalándole hacia la calle.

—No hay ningún perro— me responde extrañada.

—Ven vuelve a la cama— menciona levantándose y tomándome por la espalda entre sus brazos. Había perdido totalmente el sueño, por lo que solo me quede velando su sueño; hasta dormida, me encantaba, aunque a su vez, no dejaba de pensar en lo que había pasado, tal vez solo mire mal.

—Sí, solo ha de ser eso— pensé para luego quedarme dormido.

_{La redacción de este artículo es completamente de mi autoría, muchas gracias por tomar de su tiempo en leer parte de mi trabajo, me despido no antes sin enviarles un abrazo fraternal a todos y un saludo a todos mis lectores de parte de @RoadStories} 

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