Viajar a Chile desde Buenos Aires (o desde Montevideo) implica cruzar la Cordillera de los Andes.

La cordillera se extiende hasta el horizonte, parece no tener fin. Y yo la observo, desde el asiento junto a la ventanilla del avión que me lleva, como un espectáculo que gratifica a mi mirada.

Pero a mi mente vienen dos historias en las que esa cadena montañosa antes que un espectáculo visual representó una muralla que debía ser vencida.

Una es el Cruce de los Andes en 1817 realizado por el general San Martín y su ejército para combatir a los realistas de Chile en el marco de la campaña libertadora. Una proeza a la que hacen referencia todos los libros de historia argentinos.

Pero con más fuerza se me representa el llamado Milagro de los Andes del año 1972.

Un cálculo de navegación equivocado provocó que un avión se estrellara contra esa muralla de roca y nieve. Ese avión llevaba a un grupo de jóvenes jugadores uruguayos de Rugby, que habían salido desde Montevideo con destino a Santiago de Chile. Al accidente sobrevivieron 27 de las 45 personas que había a bordo. Pero tras unos días de infructuosa búsqueda las autoridades los dieron por muertos.

Los sobrevivientes debieron soportar un frío extremo, el hambre a la que debieron hacer frente comiendo la carne de los que habían muerto en el accidente y también una avalancha de nieve que mató a ocho más de ellos. Otros tres morirían en días siguientes.

Los 16 restantes estarían un total de 72 días sobreviviendo en la cordillera. Promediando diciembre el clima comenzó a ser algo más cálido, o favorable, y entonces dos de ellos se decidieron a iniciar una travesía por la cordillera que les demandaría 10 días hasta lograr por fin llegar a la casa de un arriero.

Es una historia que conozco muy bien, la escuché relatada cantidad de veces por distintas personas, por los sobrevivientes, por amigos y conocidos de algunos de ellos y de los que murieron. Hay también al menos dos libros que han escrito los sobrevivientes y una película norteamericana, "Viven", inspirada en ellos.

El accidente se produjo un día como ayer, un 13 de octubre. Hoy los sobrevivientes afrontaban su segundo día, en ese segundo día morían cuatro más debido a la gravedad de las lesiones sufridas tras el accidente. Y morían junto a los que sobrevivían, agolpados para protegerse del frío extremo en lo que había quedado del camuflaje. Entonces todavía estaban a la espera de ser rescatados, confiados en que los hallarían. No sabían que deberían pasar otros 70 días y que su suerte dependería exclusivamente de ellos.

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Las fotos son propias, tomadas con un celular Samsung.