Juega bonito, Sid

in #spanish7 years ago (edited)

La señal fue dada. Soldados, niños, mujeres, hombres y un vaquero; casi todos se ubicaron rápidamente en zonas estratégicas y luego... como muertos. Al verlos, Buzz Lightyear, el guerrero espacial, atado a un cohete explosivo y esperando a que su victimario encontrara el detonador, respiró aliviado, seguramente pensando que los recién llegados lo salvarían.

El vaquero se acercó, temiendo ser visto. Silencio y tranquilízate, todo está bajo control: era la promesa de un plan.

—...¿Qué estás haciendo? —Era el tono más alto que la garganta de Buzz podía reproducir, sin ser oído por el asesino. Parecía que si pudiera prescindir de su casco y respirar el aire de la Tierra, no dudaría en jalarse los cabellos.

El rechinar de una puerta le anunció a Buzz el regreso del malvado. Era la hora. Era su hora. A seguir actuando: columna erguida, pecho inflado, sonrisa extravagante y... Como muerto, también.

Sid Phillips era el terror del barrio. Había encontrado los fósforos sin ayuda de su mamá y estaba decidido; ese era el fin del guerrero espacial. Sin embargo, algo captó su atención y se detuvo en seco, era algo que hace segundos no estaba y que podía ser una nueva víctima. ¿Cómo habría llegado hasta ahí?

El vaquero ni se inmutó, no se intimidó de la rudeza con que era sostenido y no huyó despavorido al ver su aspecto, propio de un matón. Sid pensó que al final, no importaba como había llegado; probaría una nueva técnica y más tarde lo asaría. Las rejillas de la parrillera crujieron estruendosas en recibimiento del vaquero. Una risa malvada y el arma en el bolsillo: el plan se desmoronaba.

Desesperado por terminar la misión anterior, volvió a fijar su atención en el astronauta. Utilizando su radio portátil, bien parecida a una caja de fósforos, pidió permiso para despegar el cohete. El permiso fue concedido por una voz parecida a la suya propia.

—Confirmado, AT, menos diez segundos; y contando...

Diez, nueve, ocho. La ansiedad de explotar al guerrero espacial. Siete, seis, cinco. Una sonrisa maliciosa causada por un placer poco común. Cuatro, tres, dos, uno. Ojos felinos que anhelan ver las cenizas caer.

—Manos arriba, gusano.

Sid volteó su cabeza lentamente, con una expresión confundida y un fósforo que fue desechado casi por inercia. Su balbuceo fue interrumpido por otra afirmación: en este pueblo ya no cabemos los dos. La voz parecía provenir del vaquero. Nuevamente, lo tomó rabioso y en sus ojos no había vida. Los músculos de su rostro no se movían, pero una voz continuaba anunciando que el abrevadero estaba envenenado.

Sid intentó convencerse, la situación no podría ser real.

—...Estoy hablando contigo, Sid Phillips. —Boquiabierto, el matón le mostraba sus frenillos al mundo y los dientes que faltaban; sus cejas intentaban llegar al cielo y en aquellos ojos verdes ya no había maldad— No nos gusta que nos vuelen, Sid, ni nos aplasten, ni nos destruyan.

—¿A quiénes? —las palabras salieron atropelladas, apenas inteligibles.

—A nosotros, tus juguetes.

El camión monstruo surgió de las profundidades de una caja de arena. Pelirroja, tuerta y con caminar de zombie, una muñeca encabezaba la marcha. Un soldado sin cabeza y otro que la tenía atravesada por un clavo. El croar de una rana, y la cabeza de un bebé, sin cuerpo pero con las patas de una araña metálica. Los gritos de un niño asustado y una caja que lo sujeta por el pie y grita le redrum, murder o asesino. Todos juguetes maltratados, abusados y violados, persiguiendo a su dueño que los creía sin vida.

Sid no tenía escapatoria. El círculo se cerraba cada vez más y su mayor tortura era ver a todas sus creaciones espantosas, acosándolo y persiguiéndolo. Aun sosteniendo al vaquero, no dejaba de temblar, atormentado. Desde algún lugar desconocido, la voz seguía hablando, asegurando que los juguetes podían verlo todo.

La cabeza del vaquero dio un giro de 360° y cuando llegó a su punto de origen, sus grandes ojos cobraron vida.

—Juega bonito, Sid.

Alexmar Uzcátegui, diciembre de 2017.

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