Mitología Griega Vol. 3 - ¡La Titanomaquia!
¡Saludos, guerreros de Ares y cazadoras de Artemisa!
El día de hoy es una bendición. Apolo ha permitido al sol brillar otro día, y con más energía de lo normal. Buen día es para las futuras cosechas. Muy pronto haremos festines que duraran días.
Pero este día no trabajaremos en las cosechas. Vengan conmigo, busquemos una sombra bajo un frondoso árbol y sentémonos en los verdes pastos.
¡Llamen a sus amigos!
Con Urano derrocado a manos de Cronos y sus hermanos, el hijo tomó el lugar de su padre en el poder. ¡La Edad Dorada dio inicio! Los hijos de Gea fueron liberados finalmente del Tártaro, a excepción de los Cíclopes y los Hecatonquiros. Logrado esto, los Titanes tuvieron hijos, pero fue la unión de Cronos y Rea la que trajo consigo a los descendientes que se convertirían en los futuros dioses y habitantes del Monte Olimpo: Hera, Deméter, Hestia, Hades, Poseidón y el menor de todos, Zeus.
Al titán se le fue profetizado que tendría el mismo destino que su padre, ser derrocado por sus hijos, y para evitar que esto pasara… ¿quieren saber qué hizo el Señor del Tiempo?
¡Se los comió!
Conforme iban naciendo, el titán de retorcida mente devoraba a sus hijos, de esta forma evitaría ser destronado, y así acabaría con el ciclo del hijo que derrota al padre. Con el paso del tiempo, y por causa de su miedo, Cronos terminó volviéndose un rey tan terrible como su padre.
Como toda madre, Rea no soportaba ver a sus hijos sufriendo un destino tan terrible. Pidió ayuda a sus padres, Gea y Urano, para burlar al rey de los Titanes. Escondida en la isla de Creta, la madre dio a luz al menor de los seis. Rea debía lidiar con su esposo, él sabía que había nacido uno de sus hijos. La reina envolvió una piedra en mantas y pañales y se la entregó al Señor del Tiempo, ¡este se la tragó confiado y sin ninguna sospecha!
El bebé se mantuvo oculto en la isla de Creta, este fue criado por la cabra Amaltea, quien lo alimentó con su dulce leche, y los Curetes, divinidades que cantaban, bailaban y hacían bullicio para que Cronos no escuchara el llanto de su hijo. A su vez, Gea cuidó del niño, cuyo nombre de nacimiento, fue Zeus.
¡Sé lo que algunos de ustedes deben estar pensando! ¿No fue la misma Gea quién se aprovechó del odio de su hijo para derrocar a Urano quien también ayudó a criar y proteger a Zeus hasta la madurez, sabiendo lo que podría hacerle a aquel que devoró a sus hermanos? Es correcto, así son algunos dioses, hermanos y hermanas.
Entre la familia de los Titanes, había quienes estaban inconformes con el reinado de Cronos, por lo que algunos estaban encantados de poder ayudar. Una de las oceánidas, hijas de Océano y Tetis, Metis; estaba enamorada de Zeus, y una vez que el joven dios creció en edad y fuerza, esta le entregó a Cronos una poción. Al ingerirla, el rey de los Titanes vomitó todo aquello que tenía en su estómago… ¡incluyendo a los hermanos de Zeus! ¡La guerra fue declarada!
¡La Titanomaquia empezó!
Por un lado, estuvieron los Titanes, dioses de la Edad Dorada, en el Monte Otris. Por el otro, se encontraban los dioses olímpicos, ubicados en el Monte Olimpo. Se enfrentaron en combate en una guerra que ¡duró diez largos años!
Cronos encabezaba a los Titanes, acompañado por Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, su hijo Atlas, y Menecio. Zeus lideraba a los seis olímpicos, y la titánide Hecate se unió a ellos.
¡La Tierra tembló! ¡El Ponto se agitó! ¡Las Montañas se sacudieron! ¡El Cielo por poco cae! La batalla no parecía tener fin, ningún bando daba señales de rendición. Las deidades pensaron que el universo sería destruido antes de que esta épica guerra acabara.
Entonces, Zeus jugó una mano inteligente. El olímpico fue hasta las profundidades del Tártaro y liberó a sus tíos, los Cíclopes y los Hecatonquiros. Ofreció a los violentos seres comida, néctar y ambrosía, todo cultivado en el Monte Olimpo. Guiados por una sed de venganza, aceptaron ayudar en su lucha contra los Titanes.
Fue así como los Cíclopes: Brontes, Estéropes y Arges, forjaron para Hades, un casco que le otorgaba invisibilidad, a Poseidón, un tridente que le permitiría concentrar su poder sobre los mares, y a Zeus, se le fue dado el rayo, el trueno y el relámpago. Con este gran poder el rey de los dioses liberaría su cólera sobre los Titanes.
La batalla definitiva dio inicio. Los Titanes armaron sus filas. Se dice que Hades se escabulló entre el enemigo y robó el arma de Cronos, su hoz de dientes afilados, Poseidón lo mantuvo distraído para que de esta forma, Zeus dejara caer un centenar de rayos sobre el Señor del Tiempo. Desde el Olimpo el rey de los dioses avanzó, liberando desde sus manos el poder que le fue otorgado, ya no contenía su furia. Gea crujió, el Ponto se agitó y el Cielo ardió en llamas. Un último rayo, aquel con el mayor peso, cayó sobre el titán ¡con un destelló tan potente que encegueció a Ios Titanes!
Entonces los Hecatonquiros aparecieron, sus gigantescas pisadas hacían temblar el suelo desde la tierra hasta el Tártaro. Sostuvieron una piedra en cada una de sus manos, y las hicieron llover sobre los Titanes, trescientos proyectiles que hicieron sucumbir a las enceguecidas fuerzas del Monte Otris.
De esta forma, hermanos y hermanas, la Guerra de los Titanes concluyó ¡Los dioses del Olimpo salieron victoriosos!
Así fue entonces, los tres famosos hermanos se dividieron los dominios, Zeus fue proclamado rey del Olimpo y amo de los cielos, Poseidón tomó los mares y Hades obtuvo el inframundo. Aquellos que se mantuvieron neutrales en la guerra, como Océano, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis no fueron castigados por Zeus. En última instancia Epimeteo, Menecio y Prometeo ayudaron a los olímpicos, por lo que también fueron perdonados.
Para aquellos que pelearon contra el Monte Olimpo, Zeus no tuvo piedad. Los Titanes fueron encerrados en el Tártaro, teniendo a los Hecatonquiros como guardias de las puertas. Atlas tuvo un castigo diferente, la gran guerra sucumbió a Urano y provocó que este se debilitara, el titán debía ahora cargar eternamente sobre sus hombros al Cielo.
Ahora los dioses del Olimpo reinaban sobre todas las cosas.
Hermanos y hermanas, sin duda que hoy me he extendido, estos días llenos de historias han sido gloriosos. De ahora en adelante vendrá la era de los dioses y el hombre como se conoce. Infinitas serán las historias que podré contarles ahora, y nadie podría estar más encantando que este joven espartano… ¡Estamos apenas comenzando
¡Nos veremos la próxima vez que los pegasos alcen vuelo!
Esta es la última parte de lo que terminó siendo una historia de tres partes, ¡y como me he divertido redactandola! Más historias vendrán. Pueden leer las dos primeras partes en los siguientes enlaces:
Mitología Griega Vol. 1 - El Cielo y la Tierra
Mitología Griega Vol. 2 - La Edad Dorada
Fuentes
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