SIN FINAL FELIZ

in #spanish7 years ago

Hola, amigos de steemit. Hoy les traigo un cuento que ha sido publicado en algunas revistas, pero para publicarlo por acá, he tenido que reducirlo un poquito. Espero que la versión recortada sea tan interesante como la primera.


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SIN FINAL FELIZ

Aquí el silencio llega a cuentagotas. La noche es larga en el barrio. El barrio respira en la noche como animal rabioso y babeante. Los disparos rompen la paz. La oscuridad abraza a jóvenes que corren como animales asustados; detrás vienen otros disparos. Luego un instante de silencio, siempre hay un breve silencio, y después el llanto. Mujeres que corren en batas sucias y viejas, transparentes, olorosas a guiso, a urea, a sangre seca.


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La señora Altagracia tuvo 11 hijos. De esos le quedan tan solo cuatro. Los demás los ha perdido en la noche. La noche traga hijos, la noche consume madres, la noche es mala. Parió tres hijas hembras y tres le quedan. El problema son los varones. El problema sigue siendo los varones. Aún le queda uno, el menor, el más pequeño, el que tuvo cuando tenía cincuenta y ya tenía seco los pechos y cansados los brazos. Ahora debe tener fuerza para correr en la oscuridad, para no quedarse dormida ni un segundo porque ella sabe que si cierra los ojos, la noche borrará a su hijo. El único que le queda, el que tuvo tarde, el que no chupó de su corazón.

Cagá tiene catorce años. Cuando en primer grado la directora de la escuela del barrio llamó a la señora Altagracia para informarle que Carlos Ernesto Alcalá estaba suspendido porque le había metido el lápiz en el oído a un compañero y se lo había perforado, ese día la señora Altagracia envejeció mil años. Ese día maldijo su sangre, su vientre, su mala suerte de tener machos que la preñaran y se fueran. Desde ese día no ha dejado de renegar de sus hijos, pero tampoco ha dejado de defenderlos, llorarlos, enterrarlos y de correr en las noches detrás de las detonaciones oscuras.


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Un día, cuando Cagá tenía 10 años, se escapó de su casa. Su madre es una mujer que sale religiosamente a las 5 de la mañana y regresa pasada las 8 de la noche. Puedo estar asomado por la ventana viendo que aún no sale el sol y saber, sin reloj, con la sola presencia de la señora Altagracia, que son las 5; y tener la certeza que son más de las 8 cuando veo su figura encorvada y famélica regresar por las calles oscuras. Ese día, uno de tantos que ha vivido la señora Altagracia, Cagá se fugó de su casa y nadie se dio cuenta. Solo ella, cuando regresó, cuando los contó, manía de madre que va perdiendo a sus hijos, se percató de la ausencia, del extravío: “Y era lento el chofer, como lentas eran sus hijas que no podían darse cuenta de su hermano, carajo. Que todo en esta mierda de casa lo tengo que hacer yo, que ojalá venga un rayo y me mate. Qué pecado estoy pagando, Dios mío, por qué no me llevas y me terminas de quitar este sufrimiento”. Dijo gritando, aunque más que gritando, lo dijo llorando, llorando con rabia.


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Salió como loca ese día detrás de su niño pequeño, ya de 10, sabiendo que la noche le reía y le deformaba el rostro. Salió con la ropa y el hambre de todo el día porque supo que era una carrera de velocidad. Debía ganarle a la noche. Ella no podía permitir que la oscuridad traga hijos se saliera con la suya. Esa noche no lo encontró ni la siguiente; la tercera noche apareció. En su rostro demacrado y verde de madre se asomó algo parecido a una sonrisa de triunfo. La noche se había quedado con las manos vacías. Cagá tenía hambre y le dijo: ma’, tengo hambre. Como si fuera una orden, la madre le dio la comida que ella no había podido comer en todos esos días de angustia. Cuando Cagá regresó, Altagracia lo sabía, ya él no tenía 10 años, en sus ojos llenos de maldad tenía 20. Ahora era la noche la que sonreía.


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Si a mí me preguntan quién es feliz por aquí, debo decir que nadie. Si alguna vez viene el gobierno haciendo una encuesta porque está interesado por nuestra felicidad, yo voy a decir que nadie es feliz en el barrio. En las líneas que pongan para la respuesta, voy a poner eso; o si me dan para poner una x, voy a ponerla donde diga NO. ¿Cómo va a ser feliz la señora Altagracia?

Se acaban de escuchar unos disparos como por la otra calle. Ahí acaban de pasar las hijas de la señora Altagracia. Me imagino que deben ir a buscar a su hermano y a su mamá. Ellas son tres. Yo creo que ellas no trabajan, creo que su mamá es quien las mantiene, a ellas y a sus hijos, porque cada una tiene chamitos. Ellas agarraron calle y buscaron hombre desde jovencitas: uno, dos, tres. Después que empiezan, no paran. Un hombre, dos hombres, cuatro, seis. Pero todos se van, ninguno se queda. Se van y dejan hijos. Luego todas vuelven a la casa de la señora Altagracia. Siempre regresan, cargadas, preñadas, sin una bolsita de comida, ni un tetero hecho, ni un pañal. Pero a la señora Altagracia no le importa eso. Dice que las hembras solo le han salido putas, buscadoras de machos, que ellas no le dan lidia, así dice, pero que el problema son los varones. Esos sí. Y es cuando ella se pone triste y empieza a contar cómo mataron a cada uno. Yo creo que si la señora Altagracia hubiese tenido solo hembras, sería feliz; pero tuvo varones y esos le han chupado la felicidad, la han secado desde la raíz. Por eso digo que no debe ser feliz.


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Si me siento aquí en la ventana, nadie me ve. La oscuridad cobija la noche allá afuera y aquí adentro. Hay un presentimiento detrás del ruido de la sirena que aúlla entre las sombras, un presagio histórico que espanta hasta los perros, un temor viejo y conocido. Ojalá esta noche no pase nada grave. Aunque ahí está Cagá, que desde ayer anda perdido y a él la muerte le pone trampas y le hace zancadillas todos los días. Por eso la señora Altagracia salió corriendo con la primera detonación de la noche, por eso aquel color anémico y desencajado en el rostro, por eso las manos en un rezo.


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Voy a estarme quieto aquí esperando. Seguramente la luz vendrá y la noche dejará de ser este largo sobresalto. Si los del gobierno vienen alguna vez a preguntarnos con una planillita de si somos felices aquí en el barrio, ojalá existan muchas líneas para rellenar. La respuesta será larga, muy larga; larga como la espera de una noche sin luz. Eso sí, será predecible, tan predecible como las noches de una madre que conoce cuándo la muerte tiene hambre de hijos.

NOS SEGUIMOS LEYENDO POR AQUÍ.


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Excelente tu post te felicito, Saludos

Muchas gracias por tus palabras y por pasar por aquí, @leivisveliz. Siempre es gratificante encontrar nuevas y buenas lectoras. Saludos

Genial relato. Lleno de verismo. Eso en un momento donde es más importante la verdad ya no importa es un plus. Magistral crónica negra/ficción. El detalle de un gobierno preguntando en un cuestionario si uno es feliz o jactándose de que somos el país más feliz del mundo es la guinda del pastel, y me recuerda al Ministerio del Amor de 1984.

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Tus comentarios siempre tan acertados, @sansoncarrasco, y muy valorados por mí. Te abrazo

Hola amiga incondicional, llevaba días sin deleitarme de tus post, GRACIAS; pero como dicen por ahí, "lo bueno se hace esperar"
Esta frase me recordó a mi madre "Que todo en esta mierda de casa lo tengo que hacer yo"

Te envío un fuerte y caluroso abrazo desde mi cocina

Sí. Las madres vienen como con el mismo CD debajo del brazo. Eso, o todos los hijos son iguales. jajaja. Siempre agradecida por tu visita y tus palabras. Cariños

@nancybriti, tu relato, cargado de expresividad y hecho de buena escritura, nos enrostra nuevamente la tragedia cotidiana en que hemos devenido, y que sufren particularmente nuestras madres venezolanas.
Lo votaré en cuanto recupere mi capacidad de voto.

Se agradecen tus palabras, @josemalaven. Los que vivimos en este país sabemos que es este nuestro relato de cada día.

No lo he leído completo pero está buenísimo. Se nota. Saludos.

Gracias por tu comentario, @siomarasalmeron. Espero que puedas terminarlo de leer. Saludos

Sí, sí. Ya lo leí. Es maravilloso. No sabía que escribías tan chévere, @nancybriti. Sabía que eras profesora pero no que eras escritora. Muy complacida. Nos leemos.

Tristemente hermoso este relato . Es inevitable sentir los sobresaltos de la Señora Altagracia cuando cae la noche. Es un pálpito que galopa el lector que, aún sabiendo el futuro que ha de esperarle a Cagá, se une en plegaria a ella para que esta noche no sea el final. Tienes el don de la palabra. Muchos éxitos.

Gracias, mi querida @solperez. Es un futuro desolador la de estos personajes y la de nosotros como venezolanos. Nos seguimos leyendo por aquí.

Hermoso texto, @nancybriti, cada día lo haces mejor. Se nota tu dedicación y compromiso en esta red. Eso te traerá buenas recompensas.

¡¡Qué Dios te oiga, @acostacazorla y @cervantes me lea!! jajajaja. Gracias por tus buenos deseos. Abrazos

Excelente relato, @nancybriti. Triste historia la de la señora Altagracia y triste también la historia del narrador quien, preso de la noche oscura y del miedo, observa toda la tragedia del barrio desde su ventana.

Como buena observadora siempre, @aurodivys, te percataste de ese detalle. Me hace sentir bien que lo hayas hecho. Quise hablar del terror de las calles, pero también del pavor que sentimos los que hemos hecho de nuestros hogares unas cárceles. Gracias por tu lectura.

Buena narrativa, me gustó mucho, aunque prefiero el Final Feliz de la Historia... Saludos.

Agradecida enormemente que hayas pasado por mi blog y hayas leído este post, @josevasquez. Yo también prefiero las historias con finales felices, pero lástima que algunas veces los finales sean otros. Un saludo fraterno.

La noche y sus temores, que ya no son fantasmas ni aparecidos sino balas. La historia es desgarradora, cruda, pero tu verbo cuidadoso y sutil la embellece.

Tus palabras siempre me animan y me conmueven, @eudisdiaz. Todos los días salimos a la calle con nuestros bolsillos llenos de temores. Allí, cerquita del corazón, se acumulan casi todos. Un abrazo

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