Era diciembre y toda la ciudad permanecía despierta las 24 horas del día. Las luces, la risa, la música y el aire fresco invadían las calles que nunca habían sido silenciosas. Dentro de un estacionamiento, un carro encendido y detrás del volante, un hombre miraba sonriente su celular, mientras sus dedos se deslizaban apresurados a través de la pantalla táctil.

La mujer que caminaba rumbo al auto lo observaba fijamente en la distancia. Sintió que las bolsas le pesaban más de la cuenta. Al llegar al auto, trató de abrir la puerta del copiloto, pero la puerta tenía metidos los seguros. Prueba evidente que el hombre detrás del volante no la había visto venir. Se metió, puso las bolsas en el asiento de atrás, abrochó el cinturón de seguridad y abrió la botellita de agua que permanecía al lado del chofer. El hombre soltó al descuido:

_ Debo volver al trabajo.

El carro arrancó apresurado. Súbitamente un silencio perpetuo y pesado invadió el viaje de regreso a casa y como en un acto de magia, para la mujer, todas las luces de la ciudad se apagaron.

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La raíz de todo…

Fuente

La niña asustada escuchaba los gritos a través de la puerta. Escuchó cómo caía algo al suelo, luego algo se estrellaba a la pared. Su llanto infantil era apagado por los gritos ensordecedores de la habitación matrimonial. De manera imprevista, la puerta se abrió y el hombre salió furioso y veloz hacia la calle. La niña corrió hacia el interior de la habitación, mientras el sonido del carro se alejaba.

El cuerpo femenino tirado en el suelo temblaba del llanto. La niña agitada se apresuró y se sentó a su lado; le secó los ojos, le recogió el cabello, se metió entre sus brazos. Pasaron las horas y la niña sintió como el corazón acelerado de la madre, volvía a su ritmo normal, y le dieron ganas de nuevo de dormir dentro de su vientre.

A la mañana siguiente, la niña despierta y sale de su habitación rumbo al comedor de la casa. Sentados alrededor de la mesa, están sus padres desayunando. La niña mira la escena sin extrañarse, acostumbrada. Hay silencio y miedo, rabia y miedo, pero nadie dice nada. Cuando termina de desayunar, sale rápidamente de la casa. Mientras camina al colegio piensa, que no le dijo a su madre que cada día más ante ella se desdibuja.

HASTA UNA PRÓXIMA LECTURA, AMIGOS...