Imago de Pavel: de cuando desconocido me invitó a tomar un café.

Usualmente pienso en lo etéreo, como un alma cándida, de esas que te acobijan, que te hacen sentir ese Saudade, pues es así como le llamo a la sensación que embriaga en el pecho la mañana después de pasar la noche entera llorando, o después de pasar por un viejo lugar donde recuerdas haber sido muy feliz o por el contrario muy miserable, eso que se siente luego de tener intimidad verdadera, intimidad con quien amas, si es que comprendes que la intimidad no es solamente sexo y comprendes plenamente de que en algún momento simplemente se irá porque no te pertenece, lo que sentimos y nos hace suspirar, tan profundo que más bien se vuelve una bocanada de aire, un alma que se limita a cuidar de los demás siendo incapaz de cuidar de si misma, una persona incauta de sentimientos, siempre llevando la cautela en la razón, en definitiva, no un hedonista, ni mucho menos un nihilista, creo que tampoco un racionalista, más bien un sensacionalista, eso que dicen por allí, que es un extremista de los sentidos, ¿Sentidos? ¿Sentimientos? ¿Sentir? ¿Ser? Así de complejo y fácil es; escribiendo esto recuerdo una frase que se ha convertido en algo más que eso una filosofía de vida:

“Si las puertas de la percepción se abrieran todo se mostraría a nosotros, tal cual es infinito” –William Blake

Entonces pienso en lo etéreo, en la percepción que se acopla perfectamente a los sentidos y en cómo estos se convierten en el único medio para volar.

¿Qué buscan a la que vuela? Já, hasta yo, realmente dudo sepamos cuál es, las almas etéreas, están tan alto que sus alas son diminutas a los ojos humanos, van tan rápido y coloridas como las de un colibrí, al menos hasta que están cargadas de su esencia “Salva almas” allí no, allí se tornan de un matiz sepia, se vuelven pesadas, como de águilas.

Esto me recuerda una explicación grata, real, que responde a la metáfora de mi texto:

“Que otros de jacten de las líneas que han escrito, yo prefiero jactarme de las que se me han dado a leer” –Jorge Luis Borges

No digo esto exactamente porque un alma etérea deba haber leído muchos libros o publicado otro tanto de escritos, sino más bien porque en mi búsqueda de conocer a que característica responde mi alma, en algún momento intente considerarme falsamente un alma etérea, teniendo en cuenta que la persona menos indicada para describirse a uno mismo, es uno, fallé.

Siempre recuerdo a la Maga de Cortázar o a Maria Luisa de Girondo y pienso lo perdida que uno puede terminar en el intento de esa búsqueda y es que “¿Qué mundos tengo en el alma que desde hace tiempo vengo buscando medios para volar?” bueno Storni no pudo haberse/me hecho una mejor pregunta, ¿Qué mundos? Esa es la pregunta…

Tengo una convicción muy firme de que la percepción corresponde a los sentidos que son ellos los que te vuelven infinito, que te elevan y esclarecen el camino de tú vuelo; Las que vuelan no son de carácter lascivo allí esta nuestro error, las que vuelan están de pasada, emigran siempre acorde a la necesidad que tengan otras almas y la suya, son pasajeras, no de las que tienen sexo con todos y terminan yéndose, sino de las que no temen perderte, porque están configuradas para ser necesitadas, estás son más SENSACIONALISTAS, de esas que descubres porque en vez de querer se les sale un TE AMO y confunden pensar con SOÑAR.

Ese tipo de almas son las que terminan por pasar por tu vida, tu jamás pasas por la suya, allí está… Sentada a lo lejos, un alma etérea intenta fumar un cigarrillo roto, tapando su herida con el índice, para que no escape el humo. Allí está, la reconozco, está volando.

Imago de Pavel.

Hoy solo decido aceptarte un café,
Nada más que eso,
No existirán más de unos cuantos sorbos,
Para calentar mi boca,
Que terminan por disgregarse en mi garganta,
Hasta calentar mi pecho y en un suspiro
Condensarse con el vapor que esboza lento,
El humo de uno que otro cigarrillo.

Hoy solo decido aceptarte un café,
Quizás un par de negras que salgan
De tu boca por antonomasia,
Y terminen por hacer despertar mi alma,
Hoy, solo decido aceptarte derramar
Tinta sobre el papel,
Tinta caliente,
Que dibuje como soplete relieves,
Visibles hasta para quien no puede ver.

Solo quiero el café de después,
Con el respectivo cigarrillo; de después,
Verte andar libre en la plenitud,
De aquella barra,
Luego una cerveza o tres,
Un par de cigarrillos intermedios,
Que me recuerden a Coetzee en su revolución,
O a Saramago en su ceguera,

Hoy entre querer y no tener,
Comprender.

Comprenderme a mi,
A como es que aprendí a nadar
Y aún recuerdo como en tú pensamiento,
Poderme ahogar.

“De la longevidad del recuerdo que no se condensa en el humo del tiempo.”

Fuente

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¡Hola!

Muchas gracias por leernos. Si te genera intriga en Metamorfosis descubrirás quién es en Pavel y en Confesiones puedes conocer un poco más sobre su esencia.