La llamada. Relato de terror. Parte tercera

in #spanish7 years ago (edited)


Si no has leído la primera parte:

 La llamada. Relato de terror. Parte primera

La llamada. Relato de terror. Parte segunda.

III

Se dirigieron caminando hacia la salida del pueblo y preguntando, llegaron hasta la casa donde le habían dicho que vivía el sargento, que estaba en el porche, leyendo un libro mientras el Sol de la mañana le daba en la cara. Subieron las pequeñas escaleras de madera, justo en el momento en que el sargento levantó su mirada del libro que estaba leyendo.

El exbombero era un hombre enjuto, moreno, sonriente y muy hablador.

—Buenos días. Preguntamos por el sargento Velásquez.

—Lo tiene delante de usted. ¿En que les puedo servir?

—Estamos investigando un caso de un incendio que ocurrió en este pueblo hace más de treinta años.

—Incendios han ocurrido muchos. Desde que yo ingresé en el cuerpo, con apenas veinte años, hemos apagado muchos fuegos.

—Nosotros estamos investigando uno en el que murieron varios niños y suponemos que también su madre.

El semblante del viejo bombero, se entristeció por momentos y comentó:

—Lo recuerdo perfectamente. Fue toda una tragedia familiar. Exactamente murieron cinco niños. El mayor no llegó a cumplir los ocho años. Su madre murió intentando salvarlos, pero nada pudo hacer. Es sin duda, la parte más oscura de nuestro parque de bomberos.

—¿La parte más oscura del parque de bomberos? —preguntó Eloy con interés.

—Sí, la parte más oscura –dijo el bombero con tristeza.

—¿Qué sucedió?

—Todo ocurrió al poco de ingresar en el cuerpo de bomberos como voluntario. Recuerdo que era una noche de invierno y todos estábamos durmiendo, menos Emeterio, que estaba de guardia. Pero el tal Emeterio, tenía una novieta que lo traía por la calle de la amargura y esa noche decidió ir a verla. Entonces, llamó a su hermano gemelo, Godofredo, que también era bombero voluntario, para que le hiciera la guardia, pero este estaba tan cansado, que descolgó el teléfono y nunca oyó las llamadas de socorro. Nos despertó la bocina del coche de un vecino que venía como un loco alertando del incendio en una casa del pueblo. Salimos en el único camión de bomberos que teníamos hasta el momento, preguntándonos por qué Emeterio, no había oído las llamadas de socorro. Cuando llegamos, todos estaban muertos. Se armó un revuelo en todo el pueblo, incluso hubo un conato de linchar al bombero que había abandonado su responsabilidad, pero no pasó a mayores. Luego, unos meses después, se nos quemó el parque de bomberos y en el incendio murió Emeterio. Sí, sé que piensan ustedes, que en casa de herrero cuchara de palo. Pero aquel incendio parecía que lo alimentaba el demonio, apagamos un foco y se abrían otros tres, y encima era una antigua casona de madera que ardió como la yesca en una hoguera de San Juan.

—¿Y después de eso ocurrió algo más? —preguntó Eloy.

—Se cuentan historias, de esas para no dormir. Que si suena el viejo teléfono de la estación justo a la hora que ocurrió la tragedia, que si la madre ronda como alma en pena buscando a los responsables... Pero que quiere que le diga, yo nunca he hecho caso de esas tonterías y nunca he presenciado nada de nada. ¿Y cómo conocieron una historia que ocurrió hace tantos años?

—A través de una de esas historias para no dormir. Aquí, mi amigo, —dijo señalando a Gonzalo— estuvo hace unos días por la estación, sonó el viejo teléfono y oyó una voz desgarradora pidiendo ayuda.

—¿No me diga?, eso es extraordinario.

—Ahora estamos intentando establecer lo que realmente ocurrió para poder ayudar a ese espíritu y que por fin descanse en paz. Si no se ha marchado, es por alguna razón que se nos escapa. Hay algo que la sigue atormentando, que ella no puede resolver y por eso sigue en el mundo de los vivos.

—Después de hablar con el sargento, Eloy tenía claro lo que había que hacer y mirando a Gonzalo y a su amiga Lucía, les dijo:

—Ahora ya sabemos que ocurrió, tenemos casi todos los datos, pero hay algunos detalles que se nos escapan y la única forma de conocerlos es a través de un médium.

—¿Un médium? —preguntó Gonzalo.

—Sí, necesitamos tener un contacto directo con ese espíritu y conocer que es lo que le atormenta. Lleva muchos años dando vueltas, pidiendo a gritos ayuda y nadie ha sabido o ha querido dársela. Yo conozco a uno de los médiums más importantes de Europa. Se llama Esteban, es paisano nuestro. El problema es que ahora está en Chile, asistiendo a un congreso, pero estará por aquí el miércoles o jueves. Lo llamaré y le contaré la historia. Estará encantado de realizar una sesión aquí. Este caso tiene todos los ingredientes que a él le fascinan.

—¿Y dónde quieres hacer la sesión? —preguntó Lucía.

—Pues, en la estación, dónde si no.

—¿En la estación? Pero...

—No te preocupes por nada Gonzalo, pediré los permisos necesarios en el ayuntamiento y donde haga falta. Ahora nos volvemos a casa. Tú sigue conviviendo, como puedas, con tu fantasma, a ver si la semana que viene resolvemos el asunto.

—Eso espero, porque no voy a vivir toda la vida con este asunto.

—Tranquilo, todo se resolverá.

En el transcurso de la semana siguiente, Eloy consiguió contactar, mediante correo electrónico, con Esteban, que le comentó que estaría encantado en participar en esa sesión y desde que llegara de Chile, lo llamaría por teléfono.

Esteban era un médium que tenía la extraordinaria capacidad, de sacar a través de él al espíritu con el que contactaba, una tarea que lo dejaba agotado y exhausto.

Después de no pocas explicaciones, tiras y aflojas con en el ayuntamiento y con la compañía de trenes, Eloy logró el permiso correspondiente, para celebrar la sesión en la estación. Contaba con la suerte y la ventaja, que la estación de ferrocarriles cerraba a partir de las diez de la noche y no volvía a abrir las puertas, hasta las cinco y media de la mañana. Esa circunstancia, le permitía tener mucha cancha para celebrar, con tranquilidad, la sesión de espiritismo.

Eloy preparó todo para el sábado siguiente, contactó con todos los que iban a asistir y quedó con ellos en casa de Gonzalo, para salir a las diez de la mañana en su furgoneta, hacia el pueblo con tiempo suficiente.


Fuente de la imagen: propia

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Sigo la historia,muy bien condimentada con detalles propios de este tipo de relatos.

Gracias, @joseph1956, mañana subo el último capítulo. Espero que te guste el final. Saludos.

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