La llamada. Relato de terror. Parte primera.

in #spanish7 years ago (edited)

Con motivo de la celebración de Halloween, Día de los Finaos lo llamamos en mi tierra, en la que se asan fundamentalmente castañas y otros frutos secos, voy a subir mi relato La Llamada que tengo publicado en los portales de venta de libros electrónicos, pero que quiero compartir con ustedes. He dividido el relato en cuatro partes y subiré la primera parte hoy, la segunda el día 27, la tercera el día 29 y la cuarta parte y última el día 31. Espero que lo disfruten.

  

Cuando llegó a la estación, todavía no había amanecido. Sus luces eran las únicas en veinte kilómetros a la redonda. Todo a su alrededor era un profundo y sobrecogedor manto negro. El taxista lo había dejado en un rústico y diminuto apeadero y después se había marchado con muchas prisas. Eran las cinco y media de la mañana. Su tren pasaría a eso de las seis.

Recorrió la solitaria estación en busca de alguien, pero allí no había ni un alma. Decidió tomarse un café en unas de las máquinas expendedoras que estaban en el interior. De reojo, y mientras daba el primer sorbo, miró el gran reloj digital que marcaba puntualmente el paso del tiempo, la temperatura ambiente, la humedad y presión atmosférica. A su lado, un reloj viejo, testigo mudo de un pasado mejor, que marcaba, en su esfera mugrienta, las cinco y cincuenta y seis.

Estuvo observando y reflexionando, durante unos instantes, sobre la escena que se presentaba ante sus ojos; el viejo y nuevo reloj, que bien podría reflejar el inexorable paso del tiempo y de cómo, lo nuevo, fagocita, sin muchos miramientos, a lo viejo.

Cuando estaba perdido en esa reflexión, el segundero del viejo reloj comenzó a funcionar. Se levantó para poder verlo con más claridad. Al acercarse, el reloj digital marcó las cinco y cincuenta y seis, y justo en ese instante, escuchó, el primer timbre de un teléfono que resonó en toda la estación. De la impresión, se le cayó el vaso del café al suelo. A continuación, sonaron los siguientes timbrazos, que eran ensordecedores e insoportables, que lo obligaron a taparse los oídos. Salió de la estación huyendo del sonido, que lo perseguía como un perro rabioso. Cuando estuvo fuera, vio en la casa de enfrente una pequeña luz roja, que se abría paso en la oscuridad. Saltó el pequeño muro de la estación, cruzó la carretera y se acercó hasta donde estaba aquel parpadeante destello rojo y de donde provenía el estridente sonido. Pudo ver con claridad, que era un teléfono, porque por alguna razón, que no llegó a entender en esos momentos, el aparato se fue iluminando a medida que se iba acercando. Algo dentro de sí, le decía que no contestara, pero tenía que hacerlo, ya que, de otra manera, sus tímpanos acabarían reventados. Levantó el auricular y no escuchó nada, solo un interminable silencio, hasta que oyó, por primera vez, aquella siniestra voz.

—¡Mi casa se quema, vengan a ayudarnos! ¡Por Dios, mis hijos están dentro! ¡No puedo abrir esta maldita puerta!

De un impulso, colgó y salió corriendo a trompicones. Justo en ese momento llegó el tren que lo llevaría a su destino. Paró en el andén el tiempo suficiente, para poder subirse en él y alejarse para siempre de aquella estación. O eso creía.

Durante el trayecto, no pudo dejar de pensar en aquella voz desgarradora que pedía auxilio y que le martilleaba la cabeza una y otra vez. Intentó conciliar el sueño, pero, por mucho que lo intentó, no pudo. Pero el cansancio, logró desarbolar su actividad cerebral, reduciéndola a mínimos, solo entonces, pudo dormir.

Ese día transcurrió con normalidad, fue a su trabajo, entregó el informe que le habían solicitado y continuó con las tareas rutinarias del día. Al atardecer, llamó a su amiga Lucía y le dijo que se pasara por su casa, porque hacía mucho tiempo que no tenían una conversación como las de antes.

Lucía era una vieja amiga de la universidad, con la que, de cuando en cuando, se veían para asesinar a los guardianes de su soledad, con una buena cena y, casi siempre, con un buen polvo lleno de pasión. Y esa noche, no iba a ser diferente.

Lucy, como él la llamaba, llegó puntualmente, cenaron, bebieron y terminaron en la cama, arrancándose las telarañas del celibato hasta que quedaron profundamente dormidos. El sonido del teléfono lo despertó. Él pensó en quién podía llamar a estas horas, fijando su mirada en el dibujo rojo de los dígitos de su reloj, que estaba encima de la cómoda frente de su cama.

En un primer momento, no le dio importancia a la hora que marcaba el reloj, las 6:55, solo se limitó a contestar:

—¿Dígame?

—¡No van a venir! ¡Mi casa se quema! ¡No puedo entrar! ¡Mis hijos están dentro, por favor, ayúdenme!

Se incorporó como si hubiese oído la voz del diablo. Colgó con tanta fuerza que tiró el teléfono al suelo y despertó a Lucía. Su mirada se quedó petrificada en el reloj, observando cada uno de los dígitos rojos que iluminaban la habitación, mientras un sudor frío le recorría la espalda y su corazón había perdido totalmente el control.

—¿Qué pasa? ¿Quién te llamó? -Le preguntó asustada su amante.

—Ahora no te lo puedo contar, Lucía. Es mejor que te vayas. Ya te contaré.

—Pareces que has visto al mismo demonio.

—No sé si es el demonio...

—Pero ¿Quién es?

—Lucía, por favor vete.

—A ver ¿Para qué están los amigos? Para ayudarnos ¿no? ¿O solo me quieres para echar un polvo y ya está?

—No es eso Lucy. Es que esto no tiene sentido, tía, ningún sentido.

—Pues empieza a contar, a ver si yo se lo veo.

—Como te conté, regresé ayer de mi corto viaje de esa ciudad de la que ya ni me acuerdo del nombre, cuya estación está en el culo del mundo. Podía haber ido en guagua, pero la empresa, en su política de reducir costes, me dijo que nada de nada, que, en tren, que resultaba más barato. La ida fue sin problemas, con unos cuantos transbordos de rigor. Pero la vuelta fue más compleja, porque tenía que estar en la estación antes de las seis de la mañana y tuve que coger un taxi para llegar hasta allí. Pues eso hice, y a las cinco y media de la mañana, estaba yo en la estación más tétrica que he estado en mi vida. No había ni un alma por todos aquellos lares, nadie, ni siquiera los trabajadores de la empresa del ferrocarril. Como no había nadie y tenía que hacer tiempo, me tomé un café. Me senté a esperar mientras observaba los relojes de la estación. Eran dos relojes, uno digital, grande y otro pequeño, sucio y viejo, que no funcionaba. Pero justo cuando lo estaba mirando, el segundero del viejo reloj, comenzó a moverse inexplicablemente. Yo me levanté para comprobarlo desde más cerca y cuando estaba a dos palmos, sonó el timbre de un teléfono. Un sonido tan fuerte, que tuve que salir corriendo para que no me rompiera los tímpanos. Cuando estuve fuera, comprobé que el sonido provenía de una casa que estaba frente a la estación y que estaba destrozada pero que tenía un pequeño hueco del que salía una luz roja. Salí corriendo hacia ese lugar y, cuando llegué, descolgué el teléfono porque mi cabeza iba a reventar de un momento a otro y cuando lo hice, escuché estas palabras:

¡Mi casa se quema, vengan a ayudarnos! ¡Por Dios, mis hijos están dentro! ¡No puedo abrir esta maldita puerta!

Colgué tan rápido como pude y salí huyendo de allí, justo en el momento en que llegaba el tren que me llevaba de vuelta a casa. Y hoy me ha vuelto a llamar, esa misma voz desgarradora pidiendo auxilio.

—¿No será una alucinación?

—No Lucía, no es una alucinación. La he oído perfectamente, pero no sé lo que quiere de mí. Yo no puedo hacer nada.

—Mira, tengo un amigo que le encantan estos temas. Es parasicólogo y seguro que estará encantado de escucharte. Pero vive fuera, a ver si puedo hacer que venga a hacerte una visita.

—No sé, no me gusta hurgar en estos temas, me dan mucho miedo.

—Tendrás que hacerlo, porque mucho me temo que esta voz ha venido para quedarse.


 Fuente de la imagen:  propia

Sort:  

Interesante historia, llena de suspenso y terror que dejan al lector con ganas de seguir leyendo. Espero la continuación.

Gracias, @joseph1956, decidí dividirlo porque el relato tiene 5.105 palabras y sé que los relatos muy largos (Post-pilares + de 2.000 palabras) no se terminan de leer, en cambio los semi largos (900-2.000 palabras) tienen más posibilidades de ser leídos. Espero que la serie te guste. Saludos.

me ha encantado tu novela y me ha encantado descubrir esta plataforma para leer contenido como el que tu haces. Gracias
Te doy un upvote y un follow :)
Te animo a visitar mi blog que lo he empezado hoy a ver que te parece.
Un saludo
Oscar ;)

Ánimo y suerte, @elbauldeolc, y piensa que @Steemit es una plataforma que premia al contenido y para los creadores es la plataforma perfecta porque se valora lo que creamos.

Te sigo también

Buenísimo¡¡ @moises-moran ya voy corriendo a leer la II.. me atrapo esta , seguiremos informando dtb

Muchas gracias @mariu.espinoza, y muchas gracias por leerme.

Moisés, yo sabía que tenías pasión por escribir. Me di cuenta por la manera que redactaste el comentario en mi último post.

Te felicito, tuviste una buena idea de publicarlo por partes.

Es un relato ideal para está época de misterios de Halloween.

Saludos, seguiré leyendo las otras partes de tu historia.

Muchas gracias, @th2017, pero siempre me ha gustado contar historias y steemit es una plataforma ideal para hacerlo. Nos seguimos leyendo.

Buenísimo¡¡ @moises-moran ya voy corriendo a leer la II.. me atrapo esta , seguiremos informando dtb

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