Hay Monstruos Bajo mi Cama

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Y todos los niños los han sentido, escuchado u olido.

Las sombras amorfas que se extienden como un mantel por los bordes de la cama, escalan por las paredes y descansan en el techo, se ocultan en los armarios solo si el ángulo te permite verlos. Les encanta asustarte.

Intimidarte.

Demostrarte con burla que nadie nunca te cree, que solo tu los ves, que tu mente retorcida les dio forma, color y nombre y emergieron de tus peores pesadillas; te susurran en su idioma que todas las noches que deseaste que tus sueños se hicieras realidad, también los dejaste escapar en tu ignorancia de no recordar que tus pesadillas también son sueños.

Y entonces te quedas despierto, te torturas buscándole los ojos, rezando bajo las sábanas de películas Disney que tu mamá te trajo de su último viaje mientras tratas de identificar sus dientes ( y así saber qué tan cerca se encuentran de tu rostro).

Te dices a ti mismo, una y otra vez, que no pueden hacerte nada, que la habitación de tu madre esta al lado de la tuya; que tus gritos la alertarán e irán a tu rescate antes de que logren poner sus fétidas y peligrosas garras sobre tu garganta. Pero en el fondo de tu corazón sientes duda. No le tienes miedo a la oscuridad por la soledad en que te emerges cada noche, le tienes miedo a los cuadros y dibujos colgados en las paredes que tan inocentemente se ven durante el día, sin embargo, solo es hasta que cae el crepúsculo que tu mente logra recordar y evocar de donde a veces suelen surgir también tus demonios.

Tratas de mirarlo todo a la misma vez; el armario, los dibujos, el suelo. No funciona, así que lloras y te levantas corriendo hacia la habitación conjunta.

Y sigue sin funcionar, tu madre aún no te cree.

Pero la muy maldita te sigue llevando a terapia y hace sus propios experimentos tratando de quitarte la luz de la mesita, obligándote a afrontar a tu imaginación y a tus vecinos de abajo de la cama. Como consecuencia, ella apaga la luz y se agacha, te dice "¿Ves?, aquí no hay nada". Y repite la acción hasta que te sientes inseguro de tus recuerdos, hasta que sientes que con mucho sueño eres capaz de dormirte sin que ellos lleguen a tocar tus dedos. Y lo intentas, una y otra vez, a veces sin lograr el éxito.

Te levantas en la madrugada, a la misma hora, siempre las 3:00 de la madrugada, sin un motivo que lo justifique. En el fondo lo sabes, a ellos no les gusta ser ignorados. Se divierten y juegan entre las sombras y luces opacas que entran a tu cuarto desde la ventana, pero nada se compara con hacerte mojar la cama.

Y divides tu tiempo entre insomnio, miedo y recelo. No rindes en la escuela, no juegas en el tiempo afuera, mucho menos te interesa hablar, compartir y reír; tú solo quieres dormir.

...

Pero un día sucede que ya no sientes los dedos que sujetan tus pies, ni el nombre que susurran en tus oídos, o las caricias en el pelo y el aire frió en el cuello. Duermes en paz y sientes que flotas, ni cuenta te das cuando la sábana te estorba.

La lámpara de la mesita ya no enciende con el tiempo, tú ni cuenta te das de eso. Pero todos en casa lo notan; ya no le das vuelta a los cuadros de noche, ni enciendes el televisor al dormir, no dejas ya la puerta abierta e incluso traes buenas notas de la escuela.

Eres otro, ya creciste, o eso dicen todos.

Pero cariño, tú y yo sabemos la respuesta; no creciste, no maduraste, no te diste cuenta que los demonios provienen de tu cabeza o que el color de sus ojos son el reflejo del color de tu alma. Nunca han dejado de darte miedo. Sin embargo, has aprendido a convivir con ellos.

Buscar la ropa bajo la cama no te produce miedo, levantarte a cerrar el armario tampoco.

Te sientes mejor en tu propio espacio, incluso algo avergonzado y nostálgico, empezaste a dibujar a tus visitantes nocturnos en un cuaderno. Posteriormente tu madre da con eso, todos reconocen que ya has pasado demasiado, que has sido bastante problemático, por lo cual, con cierto fastidio, decide ignorar el hallazgo.

Aunque una noche se despierta: sudada, asustada, eran las 3:00 AM. Su pesadilla iba con algo referido a la muerte, pero una vez despierta no logra acordarse de los detalles. Así que se levanta por agua, pasa por tu habitación a observarte, como muchas veces hizo durante tu infancia, y no estás ahí.

La luz del baño esta apagada, tu habitación extrañamente iluminada.

Corre a su habitación con la fe ciega de que ahí te encuentras. Las sombras le dan de lleno en la cara, no logra ver nada, el suelo se vuelve más frió de lo que recordaba, tantea hasta llegar a su cama.

Y ahí lo ve.

Las mismas sombras amorfas que se extienden como un mantel por los bordes de la cama, escalan por las paredes y descansan en el techo, el zumbido de lo que parecen abejas llegan a sus oídos. Por un segundo todo la lleva a su infancia, y por primera vez acepta que llegó a creer en los monstruos bajo la cama, solo que ahora si se arma de valor y, sin encender la luz, se agacha.

El corazón golpeándole fuertemente contra las costillas.

Olvidando que su hijo no se encuentra en su cuarto.

Y grita.

Acaba de recordar su pesadilla:

Encontrarte muerto como los monstruos bajo la cama.

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Supongo que no puedo decir exactamente que perdí todo el tiempo que estuvimos en el país sin energía eléctrica. La batería de mi teléfono colaboró lo suficiente el primer día para terminar este post. No fue fácil, nunca lo es.

Pero cada vez que pienso en deprimirme, imagino que hay otros en situaciones peores que la mía.

Besos, espero hayan tenido un buen día.

Infinitas gracias por leerme, hasta luego.