¿Cuándo fue la última vez que sentiste miedo o temor de empezar algo y te quedaste sentado en la orilla?

Gerardo es un alumno muy aplicado en la universidad y además talentoso para los deportes. Sin embargo, tenía algo que le causaba una profunda inseguridad: su rostro estaba lleno de cicatrices y erupciones, producto del acné adolescente de hace algunos años. A pesar de ello, quería a toda costa participar en un concurso de basketball a nivel interfacultades. Pero, al mismo tiempo, tenía también un profundo miedo de que lo avergonzaran por su aspecto físico, ya que las lesiones en su rostro eran muy notorias y le otorgaban una apariencia descuidada. No obstante, conversando esta situación con su mamá, ella lo convenció de no dejarse vencer por ese temor y, finalmente, participó en el campeonato.

Durante el mismo, algunas burlas y ofensas fueron inevitables, pero Gerardo hizo caso omiso de ellas y, con una presentación magnífica, le dio la victoria a su equipo. Esto sirvió para que se diera cuenta de que el problema principal no eran las cicatrices por el acné en sí, sino su falta de confianza en él mismo, lo cual generaba que el acné se convirtiera en un tropiezo para cada interacción social de Gerardo. Pero la situación cambió tras ese partido, pues a causa de dicho juego, mucha gente lo felicitó y empezó una amistad con él.

Moraleja de esta historia:

La falta de seguridad y confianza en nosotros mismos nos limita para hacer muchas cosas. Por ello, para recuperar esa confianza, es preciso comenzar con amarse y aceptarse uno mismo, y también recordar siempre que se es bello a pesar de cualquier limitación, discapacidad o defecto, pues la verdadera belleza está en el interior y en la forma como impactamos positivamente las vidas de los demás.

Finalmente, debemos tener presentes también que los errores e infortunios son saludables y necesarios, puesto que nos hacen más fuertes y nos permiten crecer de forma integral. Recuerda siempre que, si te lo propones, el cielo es el límite.