Historia de un naufragio

in #spanish4 years ago

Historia de un naufragio


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El agua de la lluvia golpea fuertemente sobre la cubierta, el destello de los rayos iluminan el interior de la pequeña embarcación. El agua mece la nave con brusquedad haciéndola crujir. Todo está destruido.

En la pequeña cocina todos los platos se han caído al piso haciéndose añicos, los cojines azul cielo del minúsculo recibidor están empapados de agua salada, mientras las maderas del piso se pierden de vista por el agua que las sobrepasa. Dentro, en el camarote un cuerpo flota.

Sus largas piernas se dejan ver por debajo de la cortina que cubre la puerta del camarote. Lleva un traje de baño fucsia que deja al descubierto todo su cuerpo lleno de moretones y rasguños. Su cabeza reposa en el pequeño buró frente a la cama, con el cabello rubio húmedo esparcido en forma de abanico por encima de su cabeza, y un hilillo de sangre corriendo desde la raíz del cabello hasta su mentón.

Está viva. Con el cuerpo adolorido pero viva. Después de muchas horas por fin sus ojos se abren de golpe. El dolor de su cabeza evita que se mueva con rapidez, al principio le cuesta, al intentar ponerse en pie se marea, así que con calma se sienta y respira pausadamente, tratando de recordar todo lo que pasó.

Y no es que se le haga difícil, ella querría olvidarlo todo realmente, pero no puede. Los responsables deben pagar.

Camina lentamente entre el agua que inunda la nave, no le queda mucho tiempo antes que el barco empiece a hundirse. No tiene sentido tratar de vestirse, la ropa solo la haría más pesada. Busca dentro de los almacenes y encuentra varias botellas con agua. Con calma las coloca todas dentro de una cava, saca toda la comida posible, latas de atún, bolsas de frituras, frutos secos, latas con arándanos, melocotones y fresas en almibar... Galletas, carne seca incluso grandes bolsas selladas al vacío con pan. Si, había bastante comida.

Llenó un bolso y la cava y subió a cubierta. La lluvia había disminuido. A su alrededor había calma, demasiada calma. Una que helaba los huesos, daba miedo de por sí, simplemente porque estaba tan presente que sabías nada iba a ocurrir.

Miró a su alrededor y el mástil estaba partido, los botes salvavidas no estaban. Giró en círculos y no había nada. Solo silencio y agua salada.

Sin embargo no lloró, no podía gastar energías. Bajó a cubierta y buscó en el tramo superior del armario su maleta, dentro descansaba un radio argonáutico, nuevo, seco. Inmediatamente intentó hacer contacto, pero nada sucedía. Todo era estática.

Sin duda quien le había dejado ahí se había encargado de todo, le había cortado todas las salidas. O eso creía él.

Éste era su barco, esta era su embarcación, su padre se la había obsequiado hace cinco años por su cumpleaños número dieciocho. Juntos habían ideado siempre provisiones, y alternativas a cualquier emergencia que se presentara. Aunque le doliera, debía salir de ahí y abandonar su preciado Mer de feu para salvar su vida.

Una vez más salió a cubierta y se dirigió a la proa, justo en frente donde se unían los amarres de las velas, estaba un pequeño escondite, algo que solo ella, su padre y el fabricante conocían. Un compartimiento secreto donde tenía gran cantidad de provisiones, incluidas un barco inflable de emergencia. Tomó todo mientras el pequeño barco se inflaba con su pequeña bomba automática; buscó ropa para cubrir su cuerpo y protegerse del sol, tomó su brújula, mapas, radio, comida, agua y pistolas de bengala y cuando todo estuvo listo partió. Dejando a su querido regalo a la deriva hundiéndose poco a poco...

Sin dudas sus clases de navegación eran lo mejor que había tenido, y agradecía a su padre por siempre haberla orientado. Tomó rumbo al norte, hacia donde debería en una semana llegar a una isla habitada.

Sentía miedo, aunque su padre siempre la preparó para lo peor, en este momento estaba aterrada. Había quedado sola, y quienes prometieron a su padre cuidarla la habían abandonado. Aunque él nunca se confió de ellos, por lo visto, su padre no confiaba en nadie, y eso se lo transmitió a su hija. Antes de morir le advirtió, todos querrían su lugar, uno a uno tratarían de quitarla del camino, poco a pocos todos querrían hacerle daño para hacerse con su fortuna. Así que debía estar atenta, siempre pensar lo peor de todos.

Y eso hizo.

Habían pasado seis meses de la muerte de su padre cuando su tío la invitó a un viaje, le pidió su compañía para navegar. Sin duda ella sospechaba de todo, así que pidió ella acompañarlo desde su propio barco. Pero eso no detuvo a su tío. Decidió parar a tomar un descanso, quería disfrutar del mar, bañarse en mar abierto... Ella no conocía la certeza del plan, pero sabía algo malo planeaba. Así que mientras su tío y su tripulación nadaba, ella decidió descansar en la popa de su barco tomando el sol, confiando en su tripulación, se quedó dormida.

Cuando despertó la tripulación de su tío rompía con hachas su timón, y su tío en el interior del barco rompía su radio argonáutico... intentó forcejear con él y detenerlo, pero era extremadamente grande. La golpeo varias veces y justo antes de perder el conocimiento, vio en la puerta del pequeño camarote al que ella consideraba el más leal de sus trabajadores, Ricardo.

Su padre tenía razón, no debía confiar en nadie.

Así que por lo que descubrió después de despertarse, habían liberado sus embarcaciones de emergencia, y quizás habían roto la quilla del barco o solo había sido una coincidencia que la tormenta posterior lo haya destruido, haciendo que el agua se filtrara al interior.

Aunque estaba agotada, sintiéndose sola y llena de rencor e ira, quería regresar, quería regresar porque debía vivir y hacer que las personas que intentaron destruirla pagaran. Debía ser fuerte, debía luchar.

Sabía que era mala idea salir de esa manera con su tío, pero si no lo hacía, en cualquier caso siempre intentaría algo en su contra. Sabía que todos a su alrededor eran un peligro. Pero su leal trabajador, Ricardo, era su última gota de esperanza en las personas, siempre había estado para ella. Le había cuidado, le había llevado al colegio, a sus clases de natación, incluso iba a sus recitales en el colegio... la vio crecer. Pero por lo visto, no para todos tenía el mismo significado que para ella.

Así pasó los primeros tres días, rememorando cada suceso de ese viaje fatídico, añorando su niñez, y recordando todos y cada uno de los lugares donde estuvo con Ricardo. Tenía comida suficiente si la rendía y eso hacía, solo comía y tomaba lo justo y necesario. Cuando de pronto vio algo... Una boya, en medio de la nada.

Sonrió, eso solo significaba que estaba más cerca de tierra de lo que creía. Tomó los remos y con esfuerzo remo, tratando de acelerar su camino, pero de pronto, todo a su alrededor se llenó de niebla. El sol, que minutos antes brillaba con gran esplendor en el cielo, se escondió detrás de inmensas nubes. Un escalofríos le corrió por el cuerpo, pero aún así siguió remando, cuando chocó con unas piedras. Miró a su alrededor, forzando lo máximo posible su vista, y ahí estaba. La orilla de una playa, con palmeras de cocos cubierta por la niebla.

Debía estar feliz, por llegar a tierra, pero no era así. Algo le inquietaba... Sin hacer ruido buscó una linterna y alumbró a su alrededor. Tomó la embarcación y poco a poco la llevó hasta la arena.

El mar batía y golpeaba las rocas, pero aparte de ese ruido todo estaba en silencio. Las plantas no se movían, todo estaba en calma, nada le gustaba de ese lugar. Debía descansar y buscar un lugar donde resguardarse; pero había tomado una decisión, partiría de ahí lo más pronto posible.

Como pudo arrastró el barco inflable por la orilla, llegó al extremo de la bahía, vislumbró unas cuevas detrás de unas palmeras y sin dudarlo empujó dentro su barco. Ya el agua de las olas se encargaría de tapar su rastro. Su corazón latía muy fuerte después de todo el esfuerzo, sus brazos y piernas le dolían pero al menos estaba con vida. No conocía el por qué había sentido la impetuosa necesidad de esconderse, pero debía seguir su instinto e indagar primero.

Luego de tomar agua y comer unos cuantos arándanos. Alumbró dentro de la cueva, era pequeña, no muy alta, no podía caminar erguida dentro de ella, pero era un buen refugio. Caminó tocando las paredes de piedra cuando chocó contra un cuerpo, que se estremeció y suplicó por su vida. Era su trabajador Ricardo.

Cuando la vio, en sus ojos hubo luz, y lágrimas, su cabello estaba alborotado y lleno de arena de playa y sangre, al igual que sus labios que se encontraban agrietados. Su ropa estaba destruida y tenía muchos morados en todo su cuerpo.

-Lo siento - Suplicó. Su voz era tan solo un susurro pero aún así ella le entendió. - No quería hacerlo, pero él... él me amenazó. Tiene a mi pequeña nieta encerrada en su casa, y dijo... dijo que si no hacía lo que él decía ella moriría. No sabía qué hacer. - lloró, sus manos se aferraban a la pierna de la joven quien lo miró, y sintió bondad en su corazón.

Hacía unas horas había aborrecido a éste hombre porque nunca le creyó capaz de una traición así pero, después de escuchar sus motivos simplemente sentía pena y comprensión. Le brindó comida, y agua y el hombre solo lloró sin lágrimas durante un buen rato.

-Ricardo cálmate, debes decirme como llegaste aquí - Los ojos del hombre se encontraron con los de ella, y se llenaron de miedo y horror. Se acercó lo más que pudo y en la oscuridad le habló en susurros.

-Luego de abandonarla, llegamos a esta isla, la cual no sale en el mapa, pero... varamos aquí. Las piedras rompieron la embarcación y tuvimos que descender. El lugar en un principio nos pareció que estaba vacío así que hicimos fogatas y buscamos donde instalar un campamento. Pero esa primera noche llegaron unas bestias, humanos asesinos, degollaron a más de la mitad de la tripulación en un segundo. Yo me arrastré por la arena mientras a mi alrededor todos iban muriendo. Lo sé, soy despreciable, pero ¿que más podía hacer? - lágrimas corrieron por sus mejillas y sus manos temblaban recordando lo ocurrido.- Quizás tuve suerte, o solo me habrán dejado para después, pero resbalé encima en el borde de la playa, caí por un barranco, y caí en las piedras de allá afuera... así que arrastrándome llegué hasta esta cueva y no se cuánto tiempo ya llevo aquí niña, pero, no he querido salir.

-Debemos salir de aquí Ricardo - El miedo y el horror se apoderó del pecho de la joven.

-Sin embarcación ¿cómo saldremos? todos los barcos que estaban afuera estaban rotos, destruidos por las piedras.

La joven sonrió. Sin querer arriesgarse a encender la linterna, tomó la mano del hombre y la guió hasta su embarcación inflable.

-Está intacta. Solo debemos buscar la manera de llegar a la playa sin que nos vean, y eso es justo al frente. Podemos conseguirlo. - Aún así, aunque tenía un plan y una esperanza de escape, tenía miedo, quería salir de ahí pronto. Así que decidieron descansar, dormir para partir en lo que dejaran de iluminar los escasos rayos del sol.

Un ruido la despertó, algo golpeando las rocas en el exterior. Sin hacer ruido miró entre las ramas de las palmeras y lo vió, un humano normal, con todas sus extremidades, con una piel pálida casi grisácea, vestido únicamente por diversos pedazos de tela enrollada en su cintura. El cabello era oscuro, le llegaba casi a las caderas y en la mano lleva un palo, golpeando las piedras mientras brincaba sobre ella. De pronto se detuvo y giró su mirada justo hasta donde estaba ella.

Sintió como si él la viera directamente a los ojos. Su corazón empezó a latir muy deprisa, tenía miedo, ahora el ser se acercaba a su escondite, la descubriría, debía hacer algo rápido.

Pero sus manos temblaban, no sabía qué hacer. El extraño ser caminaba muy despacio, alzaba la cabeza casi como si quisiera oler en el aire. Sin pensarlo dos veces, se acercó a la embarcación y del kit de supervivencia tomó un largo cuchillo, con doble filo.

Nunca había matado, nunca había hecho daño a nadie, pero debía hacerlo si quería vivir. Cuando se acercó nuevamente a la entrada el hombre estaba cada vez más cerca, sus pies descalzos casi no dejaban huella en la arena mojada, y sus brazos desnudos estaban quemados con diversas marcas, que parecían jeroglíficos.

Con el corazón latiendo a mil por hora, la chica esperó con el cuchillo lista para atacar, sentía que su corazón podía oírse en toda la isla, que pronto llegaría una manada de criaturas como esa solo por escuchar su corazón, pero sabía que su mente solo estaba exagerando, solo ella podía oírlo.

El hombre lo descubrió; empujó la palmera con lo que en un principio ella pensó era un palo, resultó ser un largo hueso humano. La joven sostuvo la respiración, y en cuanto el chico asomó la cabeza por la entrada, le clavó el cuchillo por debajo de la mandíbula hasta llegar al cráneo. No hubo ruido, solo un golpe sordo y el borboteo de la sangre corriendo por encima de la mano de la chica.

El hueso cayó al piso con un ruido seco, y cuando ella retiró el cuchillo también lo hizo el extraño.

El ruido despertó a Ricardo, quien al ver el cuerpo del muerto sintió más miedo aún, estuvieron muy cerca de morir una vez más. Sin pensarlo más ocultaron el cuerpo al fondo de la cueva y cargaron el barco hasta la orilla llevándolo cargado sobre las piedras para evitar que se rompieran, lo soltaron en el mar y empezaron a remar, fuertemente, sacando energías de donde no las había.

A lo lejos, escucharon un grito, una especie de llamado. Pero no vieron atrás, tampoco lo hicieron cuando más y más gritos se unieron a ese, ni cuando muchas antorchas llegaron a la orilla. Estaban lejos en el mar, seguirían remando sin descanso alejándose cuanto más pudieran sin descansar, aún después de tener horas remando, no quisieron mirar hacia atrás, aún cuando dejaron a lo lejos la neblina, no miraron atrás... ya no volverían a mirar atrás.


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