El sábado pasado, mientras me dedicaba a vagamundear –digo bien- por esas misteriosas soledades de la Vieja Castilla, unas solitarias amapolas, asentadas en la pelada colina que le hacía de regazo a un castillo con más cuentos miserables en su haber que historias caballerescas, me recordaron parte de las estrofas de una maravillosa canción de Alberto Cortez –ya he dicho en más de una ocasión, que su música me acompañó y me continúa acompañando en numerosas de mis soledades viajeras- que, entre otras muchas frases significativas, sin duda influenciadas por esas nieves de antaño en las que se refugiaba el poeta François Villon cuando la nostalgia le arañaba el alma con zarpa de fiera –que seguramente, sea el mismo lugar donde Borges situaba los laberintos de la memoria- decía aquello de: cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras.

El sol apenas era una mota de polvo en el horizonte y cerca del lugar, somnolienta y de lento despertar, la ciudad parecía hacer oídos sordos al canto del gallo, si bien el humo indiscreto de algunas chimeneas anunciaba que algún cristiano viejo cumplía con su tradicional devoción hacia la taza de café con leche, comenzando el día como Dios manda.

Acostumbrado a atar corto a mi complementario, aunque ciertamente sin perder nunca de vista a su compañera, la circunstancia –Ego sum, Machado versus Ortega y Gasset- la sombra proyectada por la corola de aquellas amapolas que habían cambiado voluntariamente el norte peripatético, frívolo y aburrido del rebaño, por un solar tranquilo y ajeno a cualquier conjura de necios, me trajeron también a la memoria, con el matasellos metafórico de uno de los laberintos borgianos aludidos anteriormente, algunos de los asertos de aquél bendito ‘brujo de los Alpes’, que de nombre cristiano Carl Gustav y de apellido contestatario Jung, veía en la sombra esa parte oscura de la personalidad, cuya proyección sobre los demás depende del grado de evolución en el que nos encontremos y el autocontrol que tengamos de nuestros
instintos más básicos, vulgares y miserables.

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