Reforestación en la selva.

Llegamos a nuestro destino con noche cerrada y oscura.
No obstante, antes de llegar tuvimos que atravesar el río Hospital que por su caudal, pudimos hacerlo a pié (con las botas de agua que nos habían advertido que lleváramos), y con los bártulos en la cabeza y espalda. En las cabañas no había luz eléctrica, ni lavabos, ni duchas, sólo los camastros donde dormimos profundamente aquella noche. Las linternas y las velas eran nuestros aliados.
A la mañana siguiente pudimos contemplar como era el lugar donde estábamos...

Lo primero un buen baño en el río que aunque estaba fresca el agua, apetecía un montón, después de un día y medio de viaje ininterrumpido... Sin embargo, fue un baño no exento de peligro, ya que justamente habíamos salido del agua apareció una víbora de picadura mortal. Nos acojonamos de pensar que hacía unos minutos disfrutábamos del baño, pero no había que olvidar que estábamos en plena selva y ese es su hábitat. Los intrusos éramos nosotros...

Conocimos a Pablo, el chico responsable del lugar, y nos unimos a él y a un grupo de estudiantes para reforestar la zona con árboles que durante años han sido tallados por los traficantes de madera para enriquecerse con ella...

Nada más llegar a la selva y ya empezamos a vivir la desesperante problemática que afecta a esta selva amazónica: su lenta pero, por ahora, imparable destrucción. Hay tanta belleza que se puede perder para siempre...
Continuamos con la reforestación...

Después, a media tarde, preparamos unos huevos con chorizo (que habíamos traído nosotros de casa) y acompañado con plátanos "maduros" que le llaman los nativos... Que bueno sabe todo cuando tienes hambre...

La aventura del conocimiento no había hecho más que empezar...

"El Viajero"