LAS ATADURAS DE JUL, PARTE 2 | FICCIÓN #ROMANCE

He tenido un buen aprendizaje en fingir demencia por parte de mi mejor amiga, Isabel. Élla es estudiante de teatro cuando no estamos en la universidad, y ha aplicado todo ese drama actoral en nuestra vida.

Y en resumen de la escena que tuve hace unos momentos; luego nos quedamos en el auto y solo nos reiamos mientras escuchabamos música a todo dar. Ahorita ya estamos en nuestro piso y estoy llamando a Isabel porque la incertidumbre de mis estúpidos sentimientos no me deja dormir y necesito que alguien con sus 5 dedos de frente me diga que soy un paranoico. Élla no contesta, obviamente son las 3 a.m.

Me volteo y fijo mi mirada perdidamente la pantalla del televisor que dejamos encendido antes de irnos para que la gente pensara que habría alguien en casa. Escucho el sonido de la puerta del baño abrirse y rápidamente me abro paso a mi habitación y afortunadamente la puerta está abierta así que no hago ruido meterme en mi cama. El efecto comienza a cesar, o eso creo. Pienso en las cosas que han pasado últimamente y sobre todo en lo cercano que me he vuelto con David.

Empezamos a compartir el mismo piso por casualidad hace 2 años, somos de ciudades completamente distintas y al conocernos coincidimos en que los dos estudiaríamos cine en la universidad. Los dos nos complementamos, la verdad es que hacemos un buen equipo. Él da la idea y yo la materializo. Él escribe y yo dirijo. Él hace el dibujo y yo lo pinto. Además de eso, fue la primera persona con la que me he sincerado en cuanto a mis visitas al médico. Él no me juzga, incluso me ha acompañado en varias ocasiones.

Ese último recuerdo me pone totalmente sentimental, mi mano derecha abraza a mi muñeca izquierda y comienzo a llorar. Las lágrimas bajan por mi almohada y me ata un nudo alrededor de mi garganta. No quiero seguir siendo el chico que necesita ayuda y que mis amigos tengan un trato especial conmigo ¿desde hace cuanto me he vuelto tan vulnerable? Todos dicen que para eso están los amigos, pero… siempre es mi misma historia.

En ese momento siento a alguien sentarse en mi cama. No volteo porque se que quiere que me sienta acompañado. No estoy solo, mientras él este allí, no lo estare.