Mirando hacia el horizonte, firmes, erguidos, esperan, no desmayan, permanecen quietos, apenas movidos por el temprano viento, se oscurece aún más la noche, y en el lejano horizonte, un borde de luz trémula anuncia la llegada del Dios Sol, Sabaseba despierta y se desborda en un hilo de oro, que rompe la oscuridad de la noche para dar paso a la luz del día, mientras, ellos siguen firmes, despiertos.

Sabaseba toma rápidamente las nubes, las enciende y con su fuego les da calor, calienta el aire, va ganando terreno, calienta todo lo que va tocando, llenándolo de vida, ellos miran, se levantan poco a poco y admiran su esplendor, apenas movidos por la suave y lenta brisa del nuevo día, por las caricias del sutil viento.

Llegó la hora, el Dios Sol casi los toca, se emocionan y levantan sus caras, sus rostros cafés coronados con oro agradeciendo a Sabaseba su infinito amor, al ser tocados, al ser abrazados, al ser amados, ellos giran con tal emoción que hacen que el día se torne más brillante, más radiante.

Sus pétalos amarillos ofrecen una sonrisa al Sol, sus caras llenas de semillas nobles llevan vida a otros campos, llevan color al alma y amor al corazón. Aunque sus tallos sean delgados, aunque los pueda tumbar el viento fuerte, nunca bajarán la cara, nunca esconderán sus pétalos, nunca declinarán su sonrisa, siempre buscan mirar de frente, en el cielo al Dios sol.

Es una flor especial, fuerte, brioza, ardiente, apasionada, fiel, silente, amorosa, cariñosa, envolvente, mágica, altiva, presente, son los Girasoles, hermosos guardianes de Sabaseba, sus testigos y seguidores permanentes, quienes durante el día y mientras el sol recorre el cielo, ellos lo seguirán, viéndole de frente.

Girasoles que se idolatran, Girasoles que enamoran, Girasoles que se bañan con el sol de la mañana, Girasoles que arden con el sol de la tarde. Girasoles amarillos, girasoles de oro, Girasoles bellos, Girasoles hermosos, su belleza igual que su leyenda me seguirán por donde vaya, por el resto de mi vida.

Durante el día rindes tributo al sol que te alimenta y te acompaña, lo miras de frente, cara a cara, como esperando del sol un beso, que nunca llega, que no se plasma.

Tú elección es muy sensata, al elegir entre una variada gama, entre las más bellas, hermosas y perfumadas, al Girasol corona dorada.

Entre tus manos, uno solo, tal vez dos o tres, en tus ojos, decenas de ellos se ven, en tu alma, cientos de los más bellos, en tu corazón miles de Girasoles viven, te conviertes en uno más de ellos, enamorando a los mortales, que no pueden más que admirarte y caer ante el calor de tu piel, ante el café hermoso de tus ojos, ante la sonrisa tierna y envolvente que muestras siempre, dando vida a tu alrededor, contagiando de tu alegría, ofreciendo paz a los que te miran, no te dejes tocar, mucho menos podar, y aunque pudieras marchitar, quien te admire te querrá, libre, bella y esbelta, para que siempre puedas brillar y al Dios Sol mirar… … como otro Girasol.