Aurora, desea como toda persona, en sueños infantiles, tener una varita mágica y regresarlo a la vida, volver a vivir esos hermosos días donde despertaba a su lado, cuando antes de ir a trabajar se despedida con un abrazo de ternura y un beso sellando el pacto eterno del volveré.

Ella entregada a él, se quedó en ese pacto, "espérame que volveré", esperado a su amado como si es que se hubiera ido al trabajo, lo espera sentada en el balcón, las horas pasan y su esposo nunca llegó.

De pronto algo le interrumpe su rutina diaria, el teléfono suena a distancia y como si fuera un conector, imágenes llegan en su mente, de aquel fatídico accidente, cuando sonó el teléfono, le hizo recordar, el triste momento que levantó el auricular, para enterarse de la noticia, el cuerpo de su esposo estaba sin vida, esperando ser reconocido en el hospital.

Aurora grita de dolor, cae de rodillas suplicando la muerte, ella se aísla de la gente, no quiere contacto humano, busca un poco de licor en el armario, tiene un gran vacío en su interior, vencida por el agotamiento mental, se ha quedado dormida en el suelo, deseando que la abrace un ángel y le dé consuelo, en lo poco que ha dormido, la ha despertado el suelo frío, se da cuenta que casi nada pudo dormir y que no descansara ni tendrá paz hasta dejarlo ir.

¿Cuántas lágrimas más derramará?, Aurora se ha quedado seca, sin luz y su amado, no regresará del más allá. Esta dormido en el sueño de la muerte donde los vivos no podemos entrar.