Para aquellos que no lo saben, no deben ser muchos, Roberto Bolaño fue uno de los escritores latinoamericanos imprescindibles de las últimas décadas. Su prematura muerte a los 50 años, en el 2003, truncó lo que habría sido una carrera aún más consolidada; cosa que es fácil asegurar, debido a que hacía poco había comenzado a obtener el reconocimiento que merecía.

Una novelita lumpen fue la última novela que publicó Roberto Bolaño mientras vivía; de manera póstuma han aparecido, y siguen apareciendo, novelas y relatos que había escrito en años anteriores. Claudio López, director de la editorial Mondadori, tenía la intención de crear una colección de libros relacionados con ciudades o ambientados en las mismas y por eso le pidió a Bolaño que escribiera una. Todo parece indicar que Bolaño sólo adaptó una historia que ya tenía elaborada, aumentando la extensión y utilizando la capital italiana como escenario, ya que en su póstumo libro de relatos El secreto del mal hay un relato titulado Músculos que guarda importantes semejanzas con la novela (los hermanos huérfanos, el accidente de los padres, el gimnasio, los amigos del hermano) y algunas diferencias menores (los nombres, no aparece el ciego, la hermana es la menor). Publicada por Mondadori en 2003, fue también editada por Anagrama en 2009 y recientemente por Alfaguara.

Aunque la frase inicial es contundente: “Ahora soy una madre y también una mujer casada, pero no hace mucho fui una delincuente” la historia de Bianca no es la de una delincuente. No comete delito alguno. Ella reitera “…pero yo no soy puta, fui una delincuente, pero no una puta” como si pudiera aceptar fácilmente ser delincuente y no su otra condición. Sin embargo, no roba nada y no mata a nadie, pero sí se acuesta con varios hombres. ¿Es la vergüenza la que le impide reconocerlo? ¿el orgullo? ¿o simplemente no lo ve?

Bianca y su hermano quedan huérfanos después de que sus padres mueren en un accidente de tránsito y deben comenzar a trabajar, ella en una peluquería y él en un gimnasio, para salir adelante. Su condición de adolescentes se evidencia en el despertar al interés sexual, comienzan a ver películas pornográficas, y en frases como “me respondió con una voz enronquecida que hasta ese momento nunca le había escuchado”. Ven concursos de preguntas en TV, van al trabajo y a la casa y dejan de ir a la escuela.

Bianca tiene un presentimiento triste respecto a su hermano y sus dos nuevos amigos mayores que comienzan a frecuentar su casa. Estos amigos, luego los conducirán, principalmente a ella, a entablar relaciones con un ex físico culturista ciego al que quieren robar, pero dicho robo no se lleva a cabo.

A lo largo de la novela el futuro aparece reiteradamente como algo indeseable, no se piensa en él. Bianca confiesa que a veces pensaba en el futuro “pero la mayoría de las veces prefería no pensar en nada” y que desea morir antes de los cuarenta años. Y sin embargo, el futuro es inevitable porque llega, la vida la arrastra, día a día, y le hace vislumbrar sus posibilidades. Esta conflictiva relación con el concepto de futuro es clave en la novela y de allí que haya sido elegido como título para la adaptación cinematográfica de la chilena Alicia Scherson, quien en 2013 llevó a la gran pantalla Il futuro, la cual constituye la primera adaptación al cine de obra alguna del escritor chileno.

Bianca es una adolescente que no está; no recuerda los nombres de las personas, las experiencias concretas que cuenta, los datos. No queda claro si es desidia, apatía, o simplemente enajenación, pero vive a la deriva, sin esperanzas ni grandes expectativas:

“...aprendo algo que probablemente no me sirva de nada, pero que intuyo no está de más saber”

“Ahora sé que la cercanía no existe. Siempre alguien tiene los ojos cerrados. Uno ve cuando el otro no ve. El otro ve cuando uno no ve […] Sólo existía el espejismo de la cercanía”

La magia de Bolaño en esta y otras de sus novelas es que nos invita a hacer conjeturas. Hay más en lo que no dice que en lo que dice. Asoma, pero no muestra, no explica, no aclara. Es el lector quien concluye, arma, justifica las acciones de los personajes. De alguna manera, quien lee, ayuda a completar la trama y se ve obligado a ello, por la forma tan magistral en que el autor logra, sin decir nada claramente, generar una sensación física en quien lee. La persona a veces no entiende exactamente qué pasa, pero la piel se le eriza y la intuición le indica que hay algo que no está bien.

El tránsito de estos hermanos a través de su propio averno interior al que han llegado, empujados por la muerte de sus padres y arrastrados por los dos amigos del hermano, ofrece una visión cruda y violenta de esos seres que parecen ser olvidados por la vida, tirados como harapos. Una gran obra que de novelita sólo tiene el nombre y la extensión (150 páginas), pero que concentra lo mejor del estilo de su autor.