Stephen King es un escritor ampliamente reconocido y sobre todo, prolífico. Sumando sus novelas, libros de relatos, los de no ficción, sus guiones y colaboraciones, se obtiene más de un centenar. Si a eso añadimos los más de 350 millones de libros que ha vendido, la conclusión es simple: todo el mundo ha oído de Stephen King.
También son numerosas las adaptaciones que se han llevado al cine de sus obras. Algunas de las más famosas son Carrie, It, The shinning y The green mile. Sin embargo, entre todas ellas, las mencionadas y otras no muy buenas, mi favorita es The Shawshank Redemption, la película basada en su relato (más bien novela corta) Rita Hayworth and the Shawshank Redemption. Sorprende que a pesar de tratarse de un escritor de terror, en esta historia no hay nada sobrenatural, no hay posesiones, monstruos, aliens, vampiros, ni nada que se le parezca a la mayoría de sus trabajos. ¡Y sorprende aún más que la historia sea tan buena! Quizás debió escribir más cosas como esta.
En la década de los cuarenta, o cincuenta, Andrew Dufresne (Tim Robbins) es un hombre que va a dar a la cárcel de Shawshank, acusado del asesinato de su mujer, para cumplir cadena perpetua. Allí conoce y posteriormente se hace amigo de Red (Morgan Freeman), el sujeto que consigue cosas dentro de la prisión, el contrabandista digamos. Sin embargo, no es el típico drama carcelario de los abusos policiales y las rencillas entre prisioneros (aunque claro que hay algo de eso), esta historia tiene muchos otros elementos que la hacen destacar, tanto en el papel como en la gran pantalla.

El primero de ellos es el análisis sobre la libertad. Evidente pensar que cualquier historia sobre un recluso trate este tema, pero esta película lo trabaja desde varios ángulos. La libertad de la que son privados los prisioneros por la pena impuesta; la libertad individual de cada uno dentro de la prisión, cómo sueñan, evocan recuerdos, o se fuman un cigarrillo para atenuar por un momento su suerte; y luego la libertad condenatoria de los que son aprobados para salir de la prisión y reinsertarse en sociedad después de haber estado allí durante cuatro o cinco décadas; para éstos últimos la libertad es un martirio, su vida ha quedado entre las paredes de la prisión dónde eran alguien. En el mundo, un mundo ahora desconocido, no son nada.
Otro elemento es la amistad entre Red y Andy y como evoluciona la posición de éste dentro de la prisión, ganando el respeto de sus compañeros primero y luego de sus carcelarios, de cuya confianza de hace digno, aunque no por eso es tratado con menor indulgencia. Finalmente, lo más importante que trata esta historia es la dignidad. Hemingway decía "un hombre puede ser vencido, pero nunca derrotado", o algo similar. Y de eso se trata. Andy Dufresne se encuentra preso, condenado a cadena perpetua, es abusado, golpeado, usado, insultado y sin embargo en todo momento mantiene su espíritu firme, su temple intacto, su dignidad salvada. Dos escenas increíbles son, primero, cuando logra interceder para que varios de sus compañeros puedan disfrutar de unas cervezas mientras realizan trabajos de reparaciones en uno de los tejados; y segundo, cuando utiliza el sistema de altavoces de la cárcel para reproducir una ópera que es escuchada por todos los reos. En ambos casos se trata de lo mismo, de que allí en la cima de ese edificio, trabajando, tomando cerveza, o en el patio escuchando esa música, esos hombres pudieron sentirse libres. Pudieron recordar que son hombres (me refiero obviamente al hombre como humanidad y no como género masculino).

Y esta preservación de la dignidad conduce inevitablemente a un camino: la esperanza. En el relato (también en la película) la historia es contada por Red y la última frase con que culmina es precisamente "tengo esperanza". Sumen a esto, el drama de la cárcel, un último giro en la trama que mantendré en silencio por consideración a aquellos que aún no hayan visto esta película, un guiño a los años dorados de Hollywood a través de algunas de sus estrellas estelares, unas actuaciones perfectas de Robbins y Freeman, una excelente fotografía... todo ello redondea una película que , para mí, alcanza la perfección y logra cautivar y adueñarse de un lugar en la memoria de quienes la ven. No arrasó en taquilla porque el director Frank Darabont no tenía renombre al estrenarse la película en 1994 (pero sí, es el mismo director de The Green Mile y el creador, productor y guionista de The Walking Dead) y no arrasó en los Oscar porque tuvo la mala fortuna de competir contra la suprema Forrest Gump pero, para mí, es una película de 10/10 que todo aquel que aprecie las buenas historias y el buen cine, debería ver.