#QuisieraSer: una reflexión final

in #spanish5 years ago

¿A quién reconoces en la imagen?

Al momento de iniciar la serie #QuisieraSer, tenía un par de nombres en la cabeza y tras la primera publicación pensé en muchos más. Hasta hoy sólo he hablado de tres de ellos; los posts son los siguientes:

¿Qué tienen en común un personaje fílmico (y literario), un superhéroe y un escritor venezolano? A primera vista pareciera que nada; sin embargo, tanto ellos tres como todos los demás convergen en un único punto: en mí. Al pronunciar la frase "quisiera ser..." no intento realizar una evasión de mi realidad, ni una crítica a mi personalidad. Es decir, no me considero una persona inconforme con quien soy y como lo he contado en las publicaciones de la serie, se trataba más bien de una autorreflexión proyectada a través de personajes, elementos, o características que me gustaría tener o cosas que me gustaría hacer o haber hecho. ¿A qué se resume todo esto? A una palabra: admiración (en el caso de las personas o personajes); o ilusión, en el caso de los elementos y virtudes.

¿Quién, de niño, no ha querido ser astronauta, doctor, superhéroe; o más recientemente, un cantante famoso o una actriz de cine? ¿A cuántos de nosotros no nos gustaría ser más compasivos, pacientes, creativos, o parecernos más a tal o cual persona que admiramos? En algunos pocos casos, esa admiración puede dirigirse a una única persona, pero lo normal es que tengamos múltiples ídolos o modelos a seguir. Una niña que admira a Audrey Hepburn porque desea ser actriz; un novel escritor que ha leído toda la obra de Vargas Llosa; un adolescente que intenta jugar como Messi dentro de la cancha; todos ellos tienen un Norte específico, un modelo principal a seguir, a imitar, una fuente de admiración e inspiración. Pero tarde o temprano esa figura, ese ídolo, tendrá compañía, ¿por qué? Porque los seres humanos somos complejos, amplios, polifacéticos y estamos en constante evolución.

Una persona no se limita a su profesión u oficio; siempre es mucho más. Puede desearse bailar como Isadora Duncan, dirigir películas como Ingmar Bergman, o conducir una motocicleta como Valentino Rossi; pero, cuando no se está sobre las tablas o sobre ruedas, ¿cómo afrontar lo que hay más allá? Por eso, lo normal es que admiremos a muchas personas y personajes. Nuestros primeros modelos a seguir son nuestros padres, madres y profesores; son las primeras personas que nos ayudan a formar y forjar nuestro carácter y por tanto, nuestra mirada se eleva a ellos porque vamos descubriendo el mundo a través de las cosas que nos enseñan. Luego, a través de la televisión, los libros, el cine, la interacción con nuestros contemporáneos, vamos descubriendo lo que nos gusta y lo que nos gustaría; y con ello, vamos agregando nombres a la lista de nuestro pequeño hall of fame personal.

Y esta adición se ve incrementada aún más por los modelos ajenos, específicamente los de las personas que admiramos; algo así como los ídolos de nuestros ídolos. Un ejemplo, de mi pasión literaria: Me gustan las novelas y los cuentos de Roberto Bolaño, quien recomienda leer a Poe y por supuesto admiraba a Cortázar al igual que Mario Vargas Llosa. Y Julio Cortázar no sólo idolatraba a Poe (y lo tradujo), sino también a Borges y a Quiroga, este último también fanático del maestro del terror. Pero Gabriel García Márquez (y Vargas Llosa) admiraban a Hemingway (más el Gabo) y a Faulkner, quien confesó haber deseado escribir Moby Dick de Melville, una obra que pasó desapercibida en su momento y que está dedicada a un amigo e ídolo literario de su autor, Nathaniel Hawthorne. Borges y García Márquez admiraban la obra de Kafka; Llosa ha hablado con pasión siempre de Los Miserables de Víctor Hugo y su novela favorita es Madame Bovary de Flaubert... y me he limitado a unos pocos nombres, pero sirve para ilustrar cómo se puede ir ampliando nuestro círculo de ídolos.

Ahora bien, vayamos un paso más allá. Para mí, Cortázar fue un genio. Él, como tantos otros (yo incluido) aspiró a ser Leonardo Da Vinci, quizás el mayor genio de la historia; pero Da Vinci no era escritor como Cortázar; a García Márquez le gustaban las películas de Akira Kurosawa; Tolstói intercambió correspondencia con, e influyó a, Gandhi... y si nos adentramos en los libros, las películas, las biografías de todos ellos, descubrimos personas y personajes igualmente válidos. Atticus Finch es un excelente ejemplo de paternidad, aunque sólo sea un personaje de ficción; la erudición de Robert Langdon, la agudeza mental de Sherlock Holmes, el valor de Ulises, el romanticismo de Noah Calhoun, de Edward Bloom, de Florentino Ariza, la inocente sabiduría del Principito, la oralidad de Sherezade... podemos aprender de todos ellos, podemos desear ser más como todos ellos (y tantos más). Por eso decidí no continuar la serie con más personas o personajes, porque no la terminaría, ¿tienen idea de cuántas personas o personajes quisiera tomar como referencia para hablar y reflexionar sobre ellos o alguna de sus características?

Pero, ¿a dónde nos lleva todo esto? ¿cómo es posible conciliar tantos modelos a seguir, tantos caminos que tomar? Pues, es simple (aunque no sencillo), porque el camino es uno solo: el propio. Hermann Hesse dijo: “La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero". Siendo así, todos estos ídolos, todas esas características que quisiéramos tener o las cosas que quisiéramos hacer, no hablan tanto de ellos como de nosotros mismos. En esa admiración encontramos una vía hacia la auto reflexión, el auto conocimiento y pudiera decirse que, al desear imitar a nuestros role models, nos estamos convirtiendo en eso que, en el fondo, somos, pues nuestro deseo de evolución va impreso en quienes deseamos imitar, seguir o emular. En otras palabras, aunque nos proyectemos en nuestros ídolos, en el fondo, cada uno #QuisieraSer la mejor versión de sí mismo.

Coin Marketplace

STEEM 0.21
TRX 0.20
JST 0.034
BTC 90827.60
ETH 3116.50
USDT 1.00
SBD 2.97