Esta película es una mezcla interesante de muchos factores. Se trata de la adaptación cinematográfica de una novela escrita por Kevin Kwan en 2013 pero cuya producción estuvo a cargo de la Warner Bros. Es decir, los actores son asiáticos y también el director, pero la productora es norteamericana; una decisión acertada no sólo por la promoción y la difusión de la película sino porque coincide con lo que Kwan quiso al escribir el libro, que era "presentar una Asia contemporánea a una audiencia norteamericana".
Por otro lado se trata de una comedia romántica, clásica en su esencia, una historia de amor entre una pareja joven que debe afrontar situaciones que intentan separarlos, con un toque de cuento de hadas. En la trama, la protagonista es Rachel, una joven norteamericana de madre China que da clases de economía en la universidad; ella es invitada por su novio Nick a viajar a Singapur a la boda del mejor amigo de Nick y por supuesto, aprovechar para conocer a su familia . Rachel ha vivido toda su vida en los Estados Unidos, así que eso de conocer Asia y la familia de Nick a la vez, la ponen nerviosa. Para sorpresa de Rachel, su novio perfecto le ha ocultado un detalle respecto a sí mismo: su familia es multimillonaria. Esto hace de Nick un soltero cotizado y de Rachel una intrusa en la alta sociedad del país.

Y allí comienza este cuento de princesa Disney, donde no hay una madrastra malvada, pero sí una suegra que la desaprueba; Rachel tiene a su madre, pero es huérfana de padre (o casi); el hada madrina, más que en la fortuna de Nick, se presenta en Peik Lin, con sus consejos y su ayuda oportuna para introducirla a un mundo de opulencia que desconoce; Nick, por supuesto, es el príncipe soñado, no sólo por lo acaudalado, sino también por su carácter fresco, modesto y el amor que le profesa a Rachel; tenemos la redención tardía de una de las villanas más relevantes; la elevación del estatus de Rachel a novia de un príncipe y por tanto, princesa; pero, claro, una princesa de origen modesto, muy noble, amorosa, inocente, con un corazón de oro; un sacrificio de amor; una boda, que aunque no es de los protagonistas, es central en la película; y por supuesto, tenemos un final feliz.

Así que en el núcleo de la historia no hay nada que no hayamos visto. Lo nuevo es la forma en que se presenta el mismo obsequio. La cinta muestra una cultura asiática contemporánea, en la que ciertamente pueden verse autos lujosos, hoteles exuberantes, locaciones de las más opulentas que puedan existir, pero también la tradición, el respeto por la familia, por la herencia, por las costumbres que han regido su pueblo durante siglos, generando un equilibrio difícil de mantener por parecer valores antagónicos. Si a esto sumamos una muy buena química entre la pareja protagonista que resulta adorable y una banda sonora occidentalizada donde reconocemos melodías de Madonna y The Beatles pero con voces e idiomas asiáticos, tenemos una película redonda que no sorprende, pero tampoco defrauda. Promete ser una comedia romántica y muestra justo eso: comedia y romance.

Entonces: tenemos una versión moderna, asiática, opulenta del super conocido cuento de una princesa, buenas actuaciones, química entre los protagonistas, una cultura milenaria, algo occidentalizada, una banda sonora aceptable, lugares lujosos, situaciones divertidas y frases y momentos románticos. Todo esto da un 6/10 para una película entretenida, así como para verla en pareja o con familiares y amigos y recordar como una experiencia chévere (modismo venezolano que les recomiendo buscar a quienes no lo conozcan) pero definitivamente no se justificaría la adaptación de las otras dos novelas (sí, se trata de una trilogía de libros). ¿Quieren ver algo fresco y pasar un rato agradable? he aquí una buena opción.