Eduardo Sánchez Rugeles es uno de los escritores venezolanos más reconocidos y galardonados internacionalmente en las últimas décadas. Sus novelas Liubliana y Blue Label / Etiqueta azul cuentan ya con una especie de aura que las ha inscrito en el Olimpo de las letras venezolanas, e incluso la versión fílmica de la segunda ya se ha terminado de rodar. Pero el último trabajo publicado del autor (hasta ahora) no es una novela y aunque dice ser una biografía novelada y entiendo en donde entra el elemento ficcional de la realidad que cuenta, no lo veo así. Para mí es más un trabajo periodístico, de investigación, más cercano a In cold blood de Capote, que a una biografía como tal.

26 Vida de Luis Alberto, cuenta la historia real de un joven venezolano, fallecido en un accidente de tránsito en el marco de las manifestaciones en contra del gobierno nacional en el año 2017 ("ocurrió al margen del conflicto, pero estuvo condicionado por la guerra"). Luis Alberto Machado fue alumno de Sánchez Rugeles y por eso la madre, en medio de la pena y con el ferviente deseo de escribir un libro sobre su hijo, lo contactó y le pidió ayuda en lo que se convirtió en una especie de escritura a cuatro manos. Reticente al principio, el autor de Transilvania unplugged confiesa que estaba en un momento creativo bajo, un período de estancamiento económico y profesional y que debió afrontar el proyecto con más dudas que certezas:

"La piedra angular de mi dilema fue (y, en parte, aún es) la sutil diferencia entre persona y personaje. Existe un componente ético en la naturaleza del individuo encarnado, real, que no suelo tener presente en mi trato con la ficción, donde la dignidad de los sujetos no deja de ser un artificio. La aproximación a la vida de Luis Machado me obligó a relacionarme de otra manera con la imaginación literaria, a adoptar un modelo más periodístico."

Por otro lado, a diferencia de sus novelas, en esta oportunidad la trama ya estaba escrita. Pero no se trataba sólo de contar, sino también de hacer un retrato fiel digno y que además no hiriera a los allegados de Luis Machado porque, en cierto sentido, el libro es también para ellos (acaso más para ellos) que deben enfrentarse a su ausencia. A pesar de todas estas limitaciones creativas, Sánchez Rugeles fue capaz de estampar su sello característico en un trabajo que se centra en una persona, pero que habla de un país y de toda una generación: la crítica a la debacle venezolana, una reflexión generacional sobre un grupo de jóvenes nacidos en este abismo de revolución y que fueron recibidos y vilipendiados con la premisa totalitaria de que “el mundo no era para ellos”; el clasismo presente en la sociedad venezolana, reflejado a través de los alumnos de los diferentes colegios de Caracas; guerra, revolución, barbarie, a cada día que pasa se van convirtiendo en algo más y más permanente e inamovible; y ese rasgo venezolano, la “facilidad que tenemos para juzgar y ser juzgados”; todo ello se va desprendiendo de las palabras de Sánchez Rugeles. Una de las frases que más me impresionó fue “…el libre ejercicio del amor en la Venezuela de Nicolás Maduro tiene que ser una práctica difícil y exigente” y por eso le dediqué un post en esta plataforma que pueden leer en este enlace.

Aunque parezca algo contradictorio, el libro que cuenta una historia ajena, es a la vez el más personal del autor. No quiero decir que sus otros libros no sean personales, sino que en Jezabel, Julián, Los desterrados y sus otras novelas, la filosofía, las inquietudes y las ideas de Sánchez Rugeles se disfrazan un poco al ser enunciadas por sus personajes. Después de todo, Eduardo no es Eugenia Blanc, ni Gabriel Guerrero, así que cierta otredad en los juicios y las acciones de éstos, por más que hayan nacido de su pluma. Pero a medida que vamos descubriendo la vida de Luis Machado, en este último libro también vamos descubriendo ciertas confidencias del autor referente a diversos temas, ya no a través de la boca de un personaje, sino de su propia voz.

Sobre la fe:

“En lo personal, pertenezco a ese grupo de individuos que tiene una relación conflictiva con la fe. Espiritualmente, soy virgen […] yo nunca he tenido un trato amable con Dios. No lo conozco. No hemos hablado. No lo he sentido.”

Sobre su experiencia de la paternidad:

“No creo ser mal padre, pero no sé tratar con niños. Mi ternura es honesta, pero acartonada. La torpeza es genuina, cosa que, curiosamente, el niño parece disfrutar. Mi falta de pericia le simpatiza.”

Sobre el desamor:

“Hay un asunto que me genera una profunda curiosidad literaria: el desamor; comprender las razones por la que dos personas agotan su empatía y convierten su fogosidad en indiferencia o en odio es un tema tan desolador como apasionante.”

Todo ello lo dice Eduardo Sánchez Rugeles, hablando por sí mismo. Y también, como era de esperarse, describe la realidad venezolana, el contexto histórico de los acontecimientos narrados, con honestidad y dureza, como cuando dice que "Los venezolanos, desde hace tiempo, estamos acostumbrados a la muerte; morirse es normal, ya sea de forma violenta o accidental". No menos dura es la aseveración de que “La tragedia de Venezuela es de una magnitud tan vasta que incluso el ejercicio de imaginar su salvación y su belleza, se ha convertido en una utopía”. Parece pesimista, derrotista, pero frente a esa actitud, el libro resalta la vitalidad de Luis Machado, siempre animado, optimista, siempre fresh. Un libro corto, en una edición sencilla (sin el apoyo de ningún sello editorial), con prólogo de Lorenzo Mendoza y palabras finales de Mayra Valdez, la mamá de Luis, que resulta triste y a la vez esperanzador, recomendable para quienes les gustan este tipo de biografías noveladas y de lectura obligatoria para los seguidores de Eduardo Sánchez Rugeles.