Mas alla del camino - Capitulo III

Tras el avance de un par de horas sobre la línea de destino, notamos un cambio inesperado difícil de ignorar, se trataba de que la vegetación había sufrido una alteración radical en su aspecto, la tierra se había puesto muy seca, el monte pálido y casi no había árboles, daba la sensación de que no habitaba ninguna forma de vida. No se veían insectos, ni aves o reptiles, estaba todo muy desolado, lo único que se escuchaba era el sonido del viento, permaneció así un buen rato hasta que nos fuimos adentrando en otra nueva faceta.

Esta vez parecía ser algo más boscoso, los árboles comenzaron a abundar, podría decir que superaban fácilmente unos treinta (30) metros de altura, el estrepitoso conjunto de ramas nos cubría oportunamente de los incesantes rayos solares, el verde volvió a colorear la típica pigmentación de las plantas, lo que me hizo pensar lo impredecible y versátil que puede llegar a ser la naturaleza, que si por ella fuera, seguramente nos hablara diciendo que “desde tiempos inmemoriales”, “antes del inicio de la historia”, “lleva una longevidad de años”, “atravesando terribles desafíos” y aun así “la vida prevalece en su interior”.

Luego más adelante alcanzamos la entrada del lugar que originó las indeseables horas de terror, se trataba de las mencionadas “ruinas españolas”, el “guía” se detiene y dice las siguientes palabras “que les parece si entramos a visitarlas”, la respuesta de casi todos fue instantánea, el “no” rotundo fue lo que predomino, nadie estuvo de acuerdo, no pareció ser una buena idea después de lo que habíamos pasado, la decisión de la mayoría fue respetada, pero a decir verdad me hubiese gustado ir, era algo que teníamos en común. Entonces continuamos y la madre tierra volvió hacer de las suyas para seguir sorprendiéndonos, se trataba de una “piedra” peculiarmente gigante, su punto de ubicación parecía ser una completa broma, es como si la hubiesen puesto ahí para que de alguna forma fuese apreciada, pero debido a su tamaño no creo que sería algo posible, además daba la impresión de que la misma caería sobre ti en forma muy brusca si te atrevías a pasar, y si no lo querías hacer, estabas obligado a tomar el camino de vuelta y la verdad no creo que nadie considerara esa opción por un segundo, nuestra meta estaba adelante, teníamos que pasar y lo hicimos.

A unos pasos del progreso, encontramos varios panales de abejas que jamás imagine lograr ver, su tamaño anormal no se podía comparar con los que se avistan normalmente en la ciudad, por un momento pense que la naturaleza nos estaba poniendo trabas, obstáculos o quizá nos advertía de algo que se encontraba más adelante. De pronto, el sonar del agua acaricio nuestros oídos, podía escuchar a lo lejos su refrescante sonido, fue como recibir la única buena noticia, todos se animaron y celebramos diciendo “ya estamos cerca del rio”, seguimos y logramos ver el sagrado elixir de la vida, recuerdo que había que aplicar saltos de piedra en piedra para llegar de nuevo a tierra firme, eso ahí era otro nivel.

El camino se había vuelto un poco más difícil, ya no era cosa solo de subir y avanzar, ahora había que afinar los sentidos, en varias partes, había que sostenerse de árboles y ramas para evitar ser víctima de alguna caída, se incorporaron pequeñas bajadas, el río hacía que la tierra estuviese resbalosa, más adelante nos encontramos con otro cruce, el cual su vista me causo bastante temor, la inmensa cantidad de agua que corría me hizo pensar que si por alguna razón caía, seguramente me llevaría, así que tuvimos que andar con mucho cuidado.

Entre cruces, saltos, subidas y bajadas, dimos con algo que logró lo que nada que hubiésemos visto antes de una u otra forma había intentado, “tuvimos que detenernos”, resulta que nada más y nada menos estaba atravesada una imponente “culebra”, lo que automáticamente me hizo recordar la advertencia que nos dijo el señor de la “caballeriza”, no nos quedó de otra que intentar moverla con el toque de unas ramas y esperar a que se fuera entre las matas.

Seguido de unos minutos el “guía” nos avisa que en menos de veinte (20) minutos estaremos alcanzando el punto de llegada, el cual deducía sería el segundo mirador, en ese momento pensé que sería una buena oportunidad para interactuar con la naturaleza por mi cuenta, adelanté mi paso y les dije “voy a estar adelante”. Ahí observé una vasta cantidad de árboles medianamente delgados, tipo bambú, que me sirvieron de mucho apoyo en los casos de los descensos, podría decir que llevaba como cinco (5) minutos de ventaja respecto al grupo. Mi objetivo era encontrar un momento de conexión personal con la madre tierra, sentir su energía y su ininterrumpido estado de paz, me hacen pensar que otorga dones a aquellos quienes verdaderamente la encuentran.