Todavía no inicio y ya estoy muerta de risas, como cosa rara. Resulta ser que soy la tercera de cuatro hermanos, somos dos hembras y dos varones. Uno de mis hermanos tiene el cabello color cenizas, eso desde hace muchos años nos hizo creer que los Piojos son racistas, solo buscan cabellos oscuros.

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Mi hermano mayor tiene el cabello muy negro como el azabache, era la víctima número uno de estos bichos apestosos pero mi madre, siempre con su gran paciencia, no se molestaba en sentarse bajo la pepa de sol para sacarle piojos a mi hermana. Ella decía que si el sol pegaba directo en la cocorita o sea, en cuero cabelludo, los piojos se alborotaban, salían del escondite y así era más fácil cazarlos.

En lo que no pensaba mi bella madre era en mi hermano quien también se encendía en candela debajo de esa pepa de sol ¡Límpiate muchacho! Le gritaban a mi hermano luego de salir suadadiiiito de la buena revisada que le hacía mi madre.

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Era el turno de mi hermana. Esa era la piojosa mayor, echaba un estornudo y al atraer el aire, se traía con él aquel piojero, ¡¡caraaaamba!! Pobrecita madre mía, esa muchacha de verdad vivía cundida de piojos y liendres. Pero mi mamá, otra vez armada de paciencia, aplicaba la misma técnica. Aunque esta vez le añadió otro ingrediente. Luego de volver loco a los piojos bajo la pepa de sol, se ponía un trapo blanco en sus rodillas y con un cepillo de cerdas duras, raspaba el cráneo de mi hermana y luego lo sacudía en el trapo blanco para verlos mejor.

¡¡Petroooo!! Así llamaba mi mamá a mi papá, ¡ven a ver esto! Gritaba horrorizada mi madre. Cuando mi papá se acercaba aquello era una nube negra, ¡que piojeroooo! Aprovechaba entonces mi madre de exigirle a mi papá que le comprara remedio a mi hermana, pero nunca faltaba alguien quien supiera más del asunto que la querida comadre.

¡No comadreee! ¡No gaste plata en remedio que eso parece una vaina echa! ¿Una vaina echá? Preguntaba mi madre. --- si, si, si comay esos piojos son echaos porque en mi vida había vistos tantos animales de esos juntos. Yo tengo el remedio pa´eso, decía la comadre.

De pronto, aparecía doña María con un tabaco en la geta, aspirando y soltando humo en la cabeza de mi hermana, ¡pobre criatura dios santo! Salía borracha con aquel humeerooo. --- ¿comadre y usted está segura que eso cura los piojos? --- ¡Si no los cura, los espanta! Quédese tranquila comadre, que esta receta es buena. ¿Pregunten si fue el santo remedio?

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¿Adivinen quien viene? Ajam, la misma que viste y calza. El turno de la más negrita, de la chiva que parió tres, de la más sortaria de todas, esa mismita, YO. ¡Ay mi madre! Con tantos antecedentes y experiencias vividas les juro que lo menos que hubiese querido era, que me cayeran piojos.

Pero bueno… tampoco es que era la reina Isabel que nació en cuna de oro, nací en un barrio y allí como todo, es el lugar donde habitan estos extraterrestres llamados piojos. Es decir, nada ni nadie me salvaba de la cepilladera de cabeza. Les cuento que si para mi hermana usaban cepillo de cerdas duras, conmigo usaban rastrillo porque el tomusero que tenía no dejaba entrar un peine ni tampoco dejaba salir los piojos. Algo así como un atrapasueños.

Creo por ser la última y por haber recibido una dosis extra de sol, mi querida mamita me achicharró un poquito más la piel y por eso soy la más oscurita. Eso aunado al nuevo ingrediente agregado a la lista, fíjense bien la fórmula.

Pepa de sol + una lata de kerosén +trapo blanco + rastrillo saca piojos + 3 tabacos = cuero cabelludo reseco, lleno de caspa, pero sin piojos

¡¡Hasta que por fin madre consiguió la receta!! ¡Enhorabuena!

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