Kevin y Ben pelean, intercambiando golpes como si de inhalaciones se trataran, atacando con patadas y puñetazos como si sus cuerpos no conocieran otros verbos.

El puño de Kevin impacta en el pecho de Ben, quien retrocediendo sorprendido, junta sus manos mientras grita ante los rayos del sol:

—¡Orbe!

El disparo anaranjado vuela con la fuerza de un astro, pero antes de que este lo haga retroceder en sus acciones, Ben se ilumina con un verdor esmeralda y consigue esquivar la esfera a centímetros de que esta impacte con su cuerpo. Aprovechando el bonus de velocidad de su estado corre hacia Kevin, a quien golpea hasta hacerlo caer al suelo.

Ya en el piso, la respiración de Kevin se muestra tan cansada que parece insalubre.

—¿Estás bien? Te vez más exhausto de lo normal. Últimamente te estás enfermando mucho.

Asintiendo, Kevin intenta convencer a su amigo de que está bien, más que todo porque no sabe que está mal consigo mismo; sólo es consciente de que algo está mal. La sensación que lo atormenta es como la de haber olvidado algo, sumado a un malestar sólo comparado con haber iniciado una jornada de ejercicio sin antes haber desayunado.

—Mira que te voy a terminar tumbando.

Kevin apenas es capaz de ver el verdor que irradia su amigo. Acto seguido este le hace una llave, y arrojándolo al suelo, lo deja desorientado al otro lado de la habitación.

—Estás más lento hoy que de costumbre —le dice Ben con una sonrisa, mostrando su resplandor esmeralda a todo fulgor.

Aquella expresión, ese egocentrismo autosuficiente. Visto desde ese ángulo, su amigo le parece el ser más bello jamás presenciado, una especie de monumento a la virilidad y el orgullo.

En ese instante Kevin recuerda lo que había olvidado.

—¿Qué te pasa? Me estás mirando exaltado y con cara de tonto… ya quita esa expresión, por favor, o creeré que te he atrofiado el craneo.

Temblando, Kevin pasa las manos por su pelo, y recurriendo a sus reservas de éter intenta ver si tiene la fuerza suficiente para hacerse olvidar nuevamente. Pero no las tiene, y excusándose con su amigo, le anuncia que se tiene que ir. En otro momento ya encontrará las fuerzas. Por ahora, luchar en su presencia, sería tan difícil como ocultar lo que siente hacia él.

—No te dejaré ir. Llevas semanas haciendo lo mismo, y me tienes preocupado.

Semanas. Kevin no es capaz de recordarlas, pero aquello le hace saber que no es la primera vez que le ha pasado lo mismo.

—No es nada…

—Dilo.

—Te amo.

Su amigo desaparece; se ha ido corriendo. Aún así, el dolor que deja con su ausencia es mayor al de cualquier paliza. Con un malestar así, él sólo desea olvidar.

El adversario podrá caer, pero los problemas siempre los acabaremos recordando.

Fin

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Mi participación para el concurso de @Templo. Algo tarde, pero espero que a tiempo. Ojalá este cuento sea de su agrado, y os deseo buena suerte a todos los que estén participando.

¡Hasta la próxima!

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