Saludos #steemados amigos y amigas:

Ahora les entrego la parte final de este #relato. Agradeciendo su paciencia en la espera del desenlace.

... su humor, generalmente neutro, ni muy alegre, ni muy gruñón, se  había tornado de perros al estar en una situación que por primera vez no  estaba bajo su total control...

Aqui pueden leer la primera parte: Coincidencias. Parte I 

Aqui pueden leer la segunda parte: Coincidencias. Parte II

Coincidencias. Parte final

Por: Arturo Pérez Arteaga:.

 

De regreso del cuarto de baño su esposa aún simulaba dormir y don Alejandro le gritó como un enajenado para que se levantara y ésta como un resorte se incorporó y se fue a la cocina en carrera a preparar el desayuno, aunque más huyendo de aquel volcán a punto de estallar que con las ganas de cocinar. 

Apenas iniciaba la faena en la cocina cuando don Alejandro salió apresurado, mal vestido y peor encarado y a su esposa sólo le alcanzó a decir:

- Mijito, ¿entonces no vas ni siquiera a desayunar?

A lo que sólo respondió con un gruñido que parecía salido de un perro apaleado.

Así fue como se dirigió a su encuentro con el destino, quizá de no haberse levantado tarde por causa de no percatarse que, al dar la religiosa cuerda al reloj de péndulo de la sala ésta se rompió, provocando que dejara de funcionar, lo que coincidió con la descarga total de la batería del reloj de pulsera que le tocaba usar esa semana y con la desactivación por accidente al momento de la limpieza de la alarma del reloj que descansa en su mesita de noche. 

Irónicamente, el tiempo que le había esclavizado durante toda su vida, le abandonó de manera súbita y sin mayores explicaciones. Era como si de alguna manera le dijera: “a partir de este momento eres libre”.

Apenas atravesaba la calle y un vehículo que venía a toda velocidad, luego de que el conductor se tragara un pare y revisara sus mensajes de texto, se encontró a don Alejandro de frente, lo que no le dio tiempo de nada. Lo impactó de frente y lo dejó allí tirado en medio de la calle.

¿Qué habría pasado si al menos uno de los relojes hubiese funcionado, o si su esposa en lugar de hacerse la dormido le hubiese despertado, o si el conductor del vehículo que le arroyó no se hubiese tragado el pare a toda velocidad, o si al menos no hubiese estado más pendiente de responder un mensaje de texto que de la calle?

Nunca tendremos respuesta a estos interrogantes, lo que si podemos afirmar es que nunca nadie notó que la cuerda del reloj de péndulo se había roto, porque más nunca nadie intentó hacerlo funcionar.

-FIN-

Fuente de la imagen   

  

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