Día décimo quinto del tercer mes del año bajo el reinado de Jonatán V rey de Eraglanda al norte del bosque NOR.

El diario de un PLEBEYO.

la Experiencia más hermosa de mi vida.

Leí el libro por varias horas. Es asombroso todo lo que contiene, ya entiendo muchas cosas que me han pasado y he visto. Cuando estaba a punto de acostarme, decidí caminar por los pasillos y me di cuenta que yo era el único hospedado, el anciano que me atendió no estaba en la barra y la chimenea estaba a punto de apagarse, pero como ya me tienen acostumbrado, el anciano estaba detrás de mí, ya no me asusté como antes, todos al parecer se ponen de acuerdo y se vuelve sigilosos.

Señor, por casualidad usted ¿vio a los Sureños pasar por este camino?

El anciano me dijo que hace dos días la caravana de Sureños había pasado por aquí, que iban con prisa, también me advirtió del bosque blanco.

Muchos de los que entran al bosque, pierden su camino, no te dejes engañar por la belleza, oscuros secretos hay en ese bosque.

No sabía si salir corriendo a esconderme en mi habitación o salir de esa posada, fue una advertencia muy extraña para mí, pero de igual forma debía seguir adelante.

Al amanecer, tomé mis cosas, me abrigué lo suficiente y me adentré en el bosque. Todo era totalmente blanco, la hierba, los troncos de los árboles y sus hojas, las flores, hasta los hongos, la tierra, todo, era difícil seguir el camino, si me distraía un poco, podía perder el sendero. Comencé a escuchar el canto de las aves, un grato sonido, el silencio me perturbaba.
Cuando ya había recorrido lo suficiente, me detuve, mire hacia atrás, y no veía más que solo arboles blancos, el camino se había desaparecido, como si los árboles se movieran a mis espaldas, miré al frente y todo seguía igual, comencé a gritar para ver si alguien respondía, si alguien más estaba en el bosque, pero solo escuchaba el eco de mi voz.

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Vamos lucero, de alguna forma llegaremos a ellos.

Al terminar de decirle esto a mi caballo, un hada brillante salió de la nada, voló hacia mí y me dijo:

Sígueme.

Comenzó a guiarme pero iba muy rápido, casi la perdía de vista, nos salimos del sendero colina abajo, seguí adelante y miraba como los arboles sí se movían cambiando de posición, despejándonos el camino y sellando todo lo que dejábamos atrás. Cuando por fin se detuvo, unos centauros armados me rodearon, ”me paralicé”, no podía ni mover un músculo, jamás pensé que existieran estas criaturas tan imponentes, mitad hombre mitad caballo, con apariencia ruda y musculosa, sus cabellera larga trenzadas y negras, sus armas enormes capas de cortar hasta un árbol de un solo golpe, sus cuerpos rodeados de marcas y cicatrices, de tamaños impresionantes, parecían gigantes.

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Si eres un Sureño muéstranos tu marca

Si era un Sureño, ¿en serio me estaban preguntando tal cosa? ¿Cómo saberlo? ni siquiera sabía si lo era en realidad.

Muéstranos la marca o te cortaremos la cabeza.

Pero ¿Cuál marca?

Recordé, mi marca en el pecho, sin más me desabroche la camisa y le mostré mi marca.

Bien pequeño Sureño, Bienvenido a las cavernas.

Bienvenido a las cavernas, por los dioses, mi marca no estaba en mi pecho, se había movido casi a mi cuello, qué era esto, ¿Cómo se movió?, le pregunté a ellos, pero solo me miraban algo extrañados, y debían estarlo, era un Sureño que no sabía ser un Sureño

Debes dejar tu caballo, nosotros lo cuidaremos por ti.

Me baje de mi caballo, tomé mis cosas y me adentré a la caverna, caminaba lentamente siguiendo al hada, ella me hablaba de tantas cosas, pero no dejaba de admirar todo a mi alrededor, la cueva se iluminaba por cristales, de diferentes colores. Cuando recorrimos un buen trecho, nos adentramos y llegamos a todo un mundo subterráneo donde habitaban, los duendes, trolls, hadas, cervatillos, animales raros y todo tipo de criaturas, enormes nacientes de agua, flores de muchos colores, algo inimaginable para mí. Me recibieron con tanta alegría, me rodeaban, me colocaron una diadema y me cubrieron con muchos regalos, pero al instante, mi pecho comenzó a quemarse, el dolor era insoportable, grité con todas mis fuerzas, me tiré al suelo, no lo soportaba para mí fue el infierno. Las criaturas mágicas se tomaron de las manos y una energía mágica me cubrió, elevándome, mi dolor se fue apaciguando y el ardor de mi pecho caducó.

El “contra”, lo hemos eliminado.

Padre me había dicho que habían encontrado la forma de bloquear mi magia, tal “contra” evitaba que la magia se desarrollara en mí, y ésta era la causa de mis desmayos y el ardor. Los trolls me llevaron a un lugar a descansar, me sentía débil, y según ellos me hacía falta mucho camino.

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Mientras estaba descansando, muchas criaturas me venían a ver, y me contaban historias, de cómo ellos convivían aquí en las cavernas, el hada no me dejó solo ni por un momento. Al caer la noche, los cristales cambiaban su brillo a un color violeta, y las flores expulsaban un polen que brillaba igual que los cristales. Todas las criaturas mágicas se fueron a descansar, solo se escuchaba el sonido del viento recorriendo toda la caverna, un espectáculo musical. La hada seguía a mi lado, esperando que dijera algo, me sonreía parecía una niña pequeña.

Y ¿Por qué viven debajo de la tierra?

De emoción, comenzó a revolotear y respondió mi pregunta contándome todo desde el principio.

Después de la batalla mágica, la semidiosa Calisia, selló a nuestra reina Jaseline, y la envió al inframundo, todas las criaturas mágicas fuimos obligadas a escondernos, los elfos sellaron el gran árbol, solo los Sureños siguieron luchando pero Calisia los persiguió hasta dejarlos a un número muy reducido. Ellos crearon estas cavernas para que todas las criaturas mágicas viviéramos sin la persecución constante de los Broters y el Cuervo oscuro.

Siempre había pensado que los Sureños eran una nación, un reino, pero después de lo que el hada me dijo, me he preocupado aún más.

Lo que la Sureña me dijo está tomando sentido ahora.

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Aquí os dejo los anteriores relatos.

El Diario de un Plebeyo (Día 1)
El Diario de un Plebeyo (Día 2)
El Diario de un Plebeyo (Día 3)
Diario de un Plebeyo (Día 4)
Diario de un Plebeyo (Día 5)
Diario de un Plebeyo (Día 6)

Gracias Por leerme

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